La Biblioteca José Gálvez de la UNL (ex Cosmopolita)

Un edificio emblemático que cumplirá cien años

Stella Scarciófolo y María Celia Costa

Hace más de un siglo nacía en Santa Fe una institución signada por su ideario progresista, la Sociedad Cosmopolita de Socorros Mutuos, que a lo largo de toda su historia desarrolló una tarea de transformación social y política que se tradujo en un fenómeno nuevo para nuestra ciudad, tan apegada a sus costumbres conservadoras.

La Biblioteca Cosmopolita formó parte de las prestaciones de dicha sociedad mutualista, dedicada a brindar servicios asistenciales y sepelios para sus asociados. El acta societaria fundacional data del l6 de septiembre de 1883, y respondía al espíritu epocal solidario propio de los inmigrantes que se afincaban en el país buscando una mejor calidad de vida para ellos y sus hijos. Los lazos de ayuda recíproca por nacionalidad o región de procedencia fueron entonces una forma eficaz para facilitarles la supervivencia.

La impronta liberal que conllevaba ese modelo de desarrollo vinculaba el bienestar del hombre con sus posibilidades laborales y su formación educativa, en consonancia con los ideales nacionales que forjaron la ley 1.420 de educación común, laica, gratuita y obligatoria, y la Ley de Bibliotecas Públicas dictada a instancias de Sarmiento.

El primer presidente de la entidad fue Pedro San Martín. El local que ocupó entonces la Cosmopolita funcionaba en calle Salta al 2800. En aquellos años la ciudad contaba con muy pocas bibliotecas, de modo que rápidamente ésta se convirtió en un ámbito intelectual de peso.

En 1904, la comisión directiva incorporó una modificación en sus estatutos con el objeto de propender a la formación de los socios a través de un espacio público destinado a sala de lectura y de reuniones, que se financiaría con fondos especiales. Así nació el edificio que hoy conocemos, y que se habilitó casi años más tarde.

Es muy interesante recordar los nombres relacionados con la institución en esa época, porque dan cuenta de la importancia que cobró el proyecto. Inmigrantes mayoritariamente italianos y españoles que habían prosperado, magistrados judiciales, políticos destacados, gobernadores, prestigiosos educadores y un considerable número de universitarios que desplegarán una trayectoria memorable, formaron parte del grupo que impulsó la ejecución de la obra; entre ellos, Pedro Gómez Cello, Melitón Rivera, Manuel Menchaca, Elías Guastavino, Roque Niklison, Domingo Buonocore, Sixto Bayer.

El edificio histórico

La sede de la actual Biblioteca Gálvez de la UNL se aproxima a su centenario. La adquisición del terreno data de 1887, oportunidad en que La Sociedad Cosmopolita le compró el predio a don Fortunato Figueroa para la construcción de un nuevo y cómodo edificio, que finalmente fue inaugurado el 11 de octubre de 1913 con un acto público de verdadera trascendencia, según relatan las crónicas de aquel momento.

La empresa constructora pertenecía a Juan Beltrame, y el proyecto estuvo a cargo de León Lamouret. El arquitecto Lamouret, francés de origen, dejó en nuestra ciudad una marca notable plasmada no sólo en la Biblioteca Cosmopolita, sino también en las escuelas públicas Manuel Belgrano (1917) y Juan José Paso (1923), cuya ejecución se inició durante el gobierno del Dr. Menchaca, que desplegó un intenso plan de construcciones escolares.

La particularidad del edificio de la Biblioteca Cosmopolita es que desde su origen se proyectó en virtud de sus necesidades funcionales, que incluían una generosa sala de lectura, dependencias para la administración y guarda de libros, vivienda para el bibliotecario y un salón de actos en el primer piso.

Hay que destacar que los grandes libreros de la sala de lectura fueron especialmente diseñados para las paredes; las mesas con atril, sillas y sillones de roble americano facilitaron la manipulación de los libros y periódicos; y que se recurrió a una especie de linterna rectangular para dotar de luz natural y ventilación al ámbito. El conjunto se completa con pisos de pinotea y mármol de Carrara para la escalera principal; arañas de bronce macizo, estucos y relieves en paredes y techos, en los que se advierten en letras de oro las palabras “saber”, “ciencia”, “arte” y “estudio”. Un importante vitraux en la sala principal integra en su diseño la expresión progreso, las iniciales “SC” y el dibujo de una antorcha.

Los materiales utilizados dan cuenta de la importancia asignada al edificio, que combina con sabio equilibrio elementos nobles dispuestos para el fluir de ideas nuevas, la circulación de la palabra escrita y el ejercicio del pensamiento libre.

El 28 de septiembre de 1968, transcurridos cincuenta y cinco años desde su inauguración, el edificio fue cedido por la Sociedad Cosmopolita a la Universidad Nacional del Litoral. Una asamblea general de socios resolvió transferir a la UNL el local con todo su patrimonio, que a la fecha incluía 25.000 volúmenes. El acta de traspaso está firmada por el Dr. Sixto Bayer, en su carácter de presidente, y por las profesoras Ana María Caffaratti, Marta Samatán, Delia Travadelo, Nora Posentini y Rogelia Gil.

La donación fue aceptada mediante resolución rectoral del Dr. José Luis Cantini, el 17 de marzo de 1969, y pasó a denominarse Biblioteca Central de la Universidad. Poco después, en 1972, recibió el nombre de Biblioteca Pública Dr. José Gálvez, dependiente del Departamento de Extensión Universitaria; y actualmente, de la Secretaría de Cultura de la UNL.

En 1990, el edificio fue declarado de interés histórico por el Concejo Municipal; y en 1992, el gobierno provincial le otorgó valor patrimonial. A partir de 1995, la Universidad encaró las obras de reparación, ampliación y restauración del conjunto arquitectónico para otorgarle mayores usos, integrándolo mediante un logrado contrapunto estilístico al actual Foro Cultural Universitario, junto al Museo y Archivo Histórico de la UNL. En septiembre de 2012 se inauguró una excelente puesta en valor de la sala de lectura y repositorio bibliográfico.

La colección

El patrimonio bibliográfico histórico legado por la Sociedad Cosmopolita data en su mayoría del siglo XIX o principios del XX, y tienen la particularidad de poseer una encuadernación esmerada, hecha especialmente para la Biblioteca, en cuero jaspeado con letras doradas o en tela color rojo con estampes masónicos y la sigla de la sociedad.

En la colección hay un libro de 1788, editado en Madrid, de Felipe de Guevara, sobre comentarios de pintura. También una edición de Guillermo Tell de 1802, proveniente de París; una historia de las guerras civiles de Granada, de 1805; obras editadas en Francia y España en 1882, 1891, 1909; dos volúmenes de Alejandro Dumas (padre) de 1911; nueve volúmenes de la revista internacional El Sendero Teosófico, 1911 a 1916; y lujosas encuadernaciones de 1895, 1899 y 1903, que incluyen ilustraciones en láminas a varias tintas y grabados intercalados.

Una energía intelectual transformadora

La historia de la Biblioteca Cosmopolita está jalonada por hechos significativos en virtud de su potencial transformador. La institución convocaba a librepensadores y a profesionales de ideas evolucionadas en relación con el ambiente santafesino, proclive a un modo de pensar hostil a cambios y arraigado en convicciones que derivaban de la jerarquía católica.

A principios del siglo veinte, la institución abrió sus puertas a iniciativas innovadoras. El lugar fue sede de las deliberaciones para la fundación en Santa Fe de dos nuevas instituciones educativas estatales y laicas, destinadas a formar cuadros dirigenciales y maestros profesionales: el Colegio Nacional y la Escuela Normal.

En noviembre de 1906, se constituyó en sus salones el primer centro feminista que operó en la ciudad. El Comité Feminista Mixto, según reza el acta correspondiente, fue presidido por Macedonia Amavet. La Comisión Directiva estuvo integrada por María Zapata de Bonaparte, María C. de Serrano, Virginia L. de Spedalieri, el Dr. Raúl Villarroel y el Ing. Arturo Monje Muñoz, entre otros.

La agrupación, ligada al Comité Feminista de Buenos Aires, pugnaba por una participación efectiva de las mujeres en la vida pública y en la ciencia, más allá de la beneficencia. Frente a esta iniciativa, la sociedad reaccionó con severas críticas que llegaron a manifestarse en los diarios locales.

Años más tarde, en la Cosmopolita se formó el Comité Popular Pro Universidad Nacional del Litoral. Hay que considerar que los jóvenes estudiantes de entonces que asistían a la universidad provincial eran asiduos concurrentes a las bibliotecas públicas Cosmopolita, Monteagudo y Mitre, debido a la escasez de bibliografía disponible para el aprendizaje de las ciencias jurídicas.

Desde 1916 y en los años sucesivos, Alejandro Grüning Rosas, Pablo Vrillaud, Humberto Gambino, Augusto Morisot, Mariano Tissembaum y Horacio Varela tuvieron una actuación decisiva en la gestación de la UNL. La federación universitaria que integraron tuvo su sede en la Biblioteca Cosmopolita. Los documentos que allí se elaboraron tras intensos debates, fueron tenidos en cuenta por el presidente Hipólito Yrigoyen y por el senador Joaquín V. González, que impulsaron la sanción de la ley 10.861 de 1919, por la cual se creó la Universidad Nacional del Litoral. Grüning Rosas, Vrillaud y Gambino también integraron las comisiones directivas de la Sociedad Cosmopolita.

En este histórico edificio se reunieron asimismo los delegados santafesinos a la Asamblea Universitaria de Córdoba de 1918, la Asamblea de la Reforma, que sentó los principios democráticos de la educación superior argentina. Los nombres coinciden, como se sabe, con los citados en el párrafo anterior.

En 1928, se creó en la Biblioteca la Asociación del Magisterio de Santa Fe, promovida entre otros por la Dra. Marta Samatán, en defensa de los derechos laborales del maestro, y para estimular su elevación cultural. El carácter gremial que se dio a la nueva entidad se difundió con prontitud en Rosario y en el interior provincial.

El vanguardismo latente en los allegados a la Cosmopolita se evidenciará una vez más en 1936 a través de la organización de la filial santafesina de la Unión Argentina de Mujeres, que en Buenos Aires estaba presidida por Victoria Ocampo. Su propósito era despertar en la mujer conciencia de sí misma y de su responsabilidad en los problemas sociales de nuestro país, reivindicando sus derechos civiles y políticos más allá de cualquier tendencia.

La agrupación estuvo integrada en sus orígenes por Josefa Trento de Parera, Rosa Diner de Babini, Rosaura Schweizer de Marchino, Ana Contini de Abramovich, Evangelina Fraga de Hormaeche, María Isabel Z. de Pozzo, Clorinda de Gudiño Kramer, Marta Samatán, Guadalupe Piedrabuena, Paulina Gribert, Adelina Deossefe, Ana Tangeloff, Virginia Muñoz González, Inés Hefferman, Dolly Gay Vionet y Mercedes Hortensia Gras.

Podemos agregar que en la Cosmopolita funcionaron también en aquellos años el Círculo de Profesores de Enseñanza Secundaria, Icana, la Asociación de Profesores Diplomados y Asde.

El trabajo de la Biblioteca fue más allá del préstamo de sus valiosos volúmenes. A la pluralidad de autores que alimentaron la vocación libre de los lectores, debe sumársele un programa sostenido de conferencias en torno a temas de auténtico interés público.

La búsqueda de la transformación del orden social dominó el desenvolvimiento institucional por décadas. La labor extensionista de la UNL fue acogida por la entidad desde la creación del Instituto Social que dirigía la Dra. Ángela Romera Vera, con encuentros en favor de los derechos civiles de las mujeres o de la legislación sobre el trabajo.

En sus salas se escuchó, entre otros, al diputado socialista Alfredo Palacios, al filósofo Eugenio D’Ors, al biólogo alemán Jorge Federico Nicolai, al padre Blanco (SJ), al poeta cubano Nicolás Guillén y al escritor Salvador de Madariaga.

Los Dres. José Oliva y Eusebio Gómez expusieron sobre doctrina jurídica. Juan Mantovani disertó sobre la filosofía de Occidente y Ángel Guido sobre arquitectura hispano-americana, entre tantas actividades que posicionaron a la Cosmopolita como el centro de irradiación cultural, en un sentido profundo, más importante que tuvo Santa Fe en la primera mitad del siglo pasado.

Su acción en el campo educativo, universitario, gremial, político y literario dejó huellas que incidieron en la historia ciudadana con el devenir del tiempo. Voces cuyo eco aún puede percibirse en el silencio reflexivo de las salas de la Biblioteca José Gálvez, y en las manifestaciones de una organización social más plural, participativa y democrática que con tantas dificultades los santafesinos hemos venido construyendo. Ese espíritu encuentra múltiples lazos con la dinámica histórica de la Universidad Nacional del Litoral.

Fuentes consultadas:

- Martínez, María Belén. Estudio del fondo antiguo de la Biblioteca Gálvez. Investigación dirigida por María Laura Tornay para la Licenciatura en Bibliotecología de la UNL. Julio, 2012.

- Biblioteca Pública y Popular Dr. José Gálvez. Catálogos y reseñas de muestras 2010/2012.

- Museo y Archivo Histórico de la UNL. Actas, reglamentos, estatutos, expedientes, declaratorias de interés provincial y municipal, recortes periodísticos, testimonios orales y fotográficos sobre la Biblioteca Cosmopolita.

- López Rosas, J.R. “Santa Fe, la perenne memoria”. Suplemento Cultural del Diario El Litoral 1982/1988, reeditado por la Municipalidad de Santa Fe, 1993.

- “Inventario. 200 Obras del Patrimonio Arquitectónico de Santa Fe”. UNL, 1993.

Un edificio emblemático que cumplirá cien años

Particular diseño de la cubierta de la sala de lectura. Foto: Archivo Histórico UNL

Un edificio emblemático que cumplirá cien años

La gran sala de lectura; al fondo el bibliotecario, quien vivía en un departamento dentro del edificio. Foto: Archivo Histórico UNL

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Antigua toma de la sala de conferencias del primer piso. Foto: Archivo Histórico UNL

Un edificio emblemático que cumplirá cien años

Detalle del ingreso. Foto: Archivo Histórico UNL

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Fachada de la Biblioteca obra del Arq. Lamouret; bien patrimonial de la ciudad, ubicado en 9 de Julio entre Lisandro de la Torre y Salta.

Foto: Archivo Histórico UNL.