Artista, desde siempre

DSC_7064.JPG

Ana María Fabry

 

Aunque su nombre y sus obras se hayan inscripto en la historia del arte argentino, con eco en el extranjero, esta artista plástica es santafesina vive y trabaja en su ciudad. Aquí dirige un taller de artistas cuyas obras se exponen en el Centro Experimental del Color, en la planta baja de la Estación Belgrano.

TEXTO. FLORENCIA ARRI. FOTO. LUIS CETRARO.

todos. “Me di cuenta de que era artista... siempre. Todo el mundo es artista: desde el artesano hasta mi abuela porque cocinaba como una reina. Para mí, ser artista es poner toda la energía en lo que hacés; por eso todos son artistas si ponen el mismo entusiasmo en hacer algo bueno”.

EN LA SANGRE. “Siempre fui artista a partir de ver al resto, de ver a mi familia con mucha energía. Mi abuela era una mujer muy extraña, muy particular. Es mi ‘mojón’: a partir de ella para atrás y para adelante. Se llamaba Marina y ella sola se cambió el nombre, antes se llamaba Mariana y nunca dijo su edad. Me tenía de compinche, me llevaba al circo y me mostraba cómo eran los trucos. Me decía ‘aprendé a observar; fijate cómo está rota la media, cómo el traje está emparchado, cómo esta gente vive en un mundo que no es feliz’. Ella siempre me mostraba debajo del agua, todo lo que subyacía. Me enseñó a mirar así hasta que murió, cuando yo tenía 35 años. Fue mi peor pérdida, cuando se fue perdí mi raíz. De ella tengo todo: cocinar de memoria, saber tejer, coser, hacer todo y que me guste hacer todo sin receta para nada. Tengo desde su energía hasta ese liderazgo -no sé si positivo o negativo- del ‘vengan que yo cuido, los acompaño’. Era muy buena gente. Mi abuela, mi abuelo, mi bisabuelo formaron una familia muy unida que hoy seguimos. Para ellos todo era disfraz, tirarse con huevos y harina para festejar cualquier cosa. Era todo diversión, en forma permanente, hasta muy grandes. De ellos aprendí la unión aunque estemos desperdigados por el mundo”.

ENERGÍA. “Le pongo mucha energía a las cosas. Me gusta bailar, divertirme. Me recibí de profesora de flamenco a los quince años y todavía voy a aprender a bailar salsa, reggaetón, cumbia... No puedo estar sin divertirme porque me renueva la sangre, porque cada vez me da más pilas estar bien. No quiero estar mal, no necesito estar mal. Me pasaron cosas bastante graves que superé plantándome en la sonrisa, imponiéndome la manera de enfrentar la vida y que sea lo que tenga que ser. Si tenés la impronta de llevarte todo puesto y de ir con todos, hay poco tiempo para detenerse a pensar, hay más tiempo para seguir haciendo. Sigo y sigo y, cuando me parece, cambio de ambiente, cambio de gente pero siempre tengo otro plan; siempre voy cambiando. Esa es la clave: nunca soporté la rutina, ni en el trabajo ni en nada. Renuncié a cosas muy poderosas porque puedo elegir. No tengo nada más que lo que necesito para estar bien, y es muy poquito: un lugar para trabajar de lo que me gusta y respeto. No pido que me quieran -es pedir demasiado-, pero sí que me respeten, que respeten la manera en la que me dirijo a la gente y que sea retribuida; que respeten el amor que siento por algunas personas, que no traicionen lo que siento. Es fundamental: no podés pedir el cariño, pero si respetan lo que vos sentís, que es muy genuino, no hay manera de equivocarse”.

CRONISTA. “Escribo mucho. Instantáneas, reportes espontáneos de cada situación. Escucho diálogos, en una época estaba todo el día con un grabador escuchando conversaciones en el colectivo y en la calle que después decodificaba y transformaba en pequeños relatos y a partir de eso hacía los cuadros. Soy una cronista de lo que vi, de lo que sigo viendo. Cada cuadro fue escrito de antemano”.

MAESTRA. “El taller comenzó cuando se me acercó una chica diciéndome que quería estudiar conmigo. Después fueron cinco, después quince y este año, el tercero, son treinta. Trabajando soy muy seria; bailo, enseño coreografía de música brasilera; nos divertimos mucho. Es un taller conceptual: mediante juegos busco dilucidar qué tiene para contar cada persona, hasta que empiezan a contarlo sin darse cuenta. La técnica es un oficio, se aprende enseguida, lo más difícil es poder contar qué te pasa. Descubro que logré algo cuando les da vergüenza mostrar su trabajo... porque se sienten genuinos. Más allá de la técnica, me están contando lo que les pasa, me lo están diciendo, lo están viendo como yo hago con mis cuadros. El pánico que les toca cuando alguien les pregunta de qué se trata el cuadro es un pánico real porque están contando cosas muy complicadas. No soy ‘la señorita’, no quiero ser ‘el-taller-de’ Ana Fabry. Quiero generar artistas, quiero que sea un espacio en el que trabajan estos artistas. Soy una admiradora de cada uno de mis alumnos; me siento a ver la pincelada, su manera de trabajar. Trato de enseñar lo que aprendí: que las cosas en el arte tienen que ser visualmente estéticas y llevar al espectador a meterse en el cuadro para después ver qué pasa cuando llega. Visualmente tiene que ser atractivo y conceptualmente debe tener una riqueza totalmente externa a lo visual”.

EN EL ESPEJO. “Si hago un balance siento que soy absolutamente consecuente con mis incoherencias. Soy esto, física y mentalmente. Soy cronológicamente lo que hay; sin intervención divina. Lo santo y lo impuro; todo junto. Soy toda la contradicción que siempre quise ser. Aprendí con el tiempo a convertir la envidia en admiración, es tan fácil como decir ‘qué bueno está lo que hiciste’. No leo autoayuda ni voy a un psicólogo; soy desde mi experiencia personal. Me hice sola y aprendí que hablando tranquilamente, con el mismo tono, consigo lo que quiero y lo que no quiero. Me di cuenta de que las cosas no ‘me pasan’, que la vida me viene tirando cosas para que haga algo. A pesar de todo, tengo lo que considero suerte: la de tener a cargo treinta personas que, cada una en su individualidad, son potables; me necesitan y las necesito. Tengo suerte porque de los pocos amigos que conseguí en la vida me quedé con un par; el resto son muy buenos conocidos, muchísimos, millones, pero con esa gente incondicional es con la que contás desde hace treinta años y podés seguir contando”.

nada más. “Hice un gran proceso de decantación, al punto de no necesitar casi nada. No quiero más adornos, nada más que lo necesario. Que todo sirva para algo. Que yo sirva para algo; sobre todo para mí”.

FELIZ.

“Aprendí que la felicidad son muchos ratitos, y si uno capitaliza todos los ratitos en que es feliz durante el día, probablemente pueda ser feliz una hora por día, y no es poco. Son ratitos, yo aprendí eso. Aprendí que la felicidad es un estado, y que si la disfrutás a pleno, si te das cuenta en el momento que te está pasando, es fantástico. Si la gente se diera cuenta de cuándo es el momento de ser feliz y lo disfruta a pleno sería magnífico. Creo que uno es más o menos feliz casi todos los días”.

SUERTE.

“La vida conmigo fue demasiado generosa. Tener la bendición de encontrarte con buena gente es eso, una bendición”.

LO NECESARIO.

“En mi vida no se compra nada, se usa lo que hay. Trato de enseñar a vivir desde otro lugar: creo que la clave es jugar, con todo. Nunca quise más que sobrevivir y tener un ratito para pintar. Lo logré; logré que mis hijos sean como yo, que me sigan el ritmo en no tener más pretensiones que pasarla bien con lo que uno tiene a mano. Siempre digo que uno elige el tamaño de jaula en el que quiere estar, porque también tengo mis impedimentos cada vez que renuncio a algo importante; pero por otro lado se abre una puerta más grande”.

así soy yo