Ansiedad y estrés en el fin de año

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Diciembre es un mes en el que inevitablemente se pone en la balanza todo lo que se logró y lo que no se alcanzó en el año. A través de una sincera evaluación, nos damos cuenta si estamos en el camino correcto para lograr nuestros objetivos.

 

FUENTE. LIC. PATRICIA GUBBAY DE HANONO.

En esta época comenzamos a pensar y a anticipar todas las obligaciones que surgen a fin del año. Es normal que nos acordemos de poner en la agenda las reuniones que deberemos hacer para cerrar el balance laboral. Es sabido que estas reuniones requieren de planificación y de un trabajo extra que se manifiesta en carpetas, power points y otros dispositivos que se elaboran para explicar lo que hemos hecho.

Junto con estas cuestiones nos planteamos los objetivos y las metas futuras. Pensarlas ya es un trabajo que requiere concentración. Son momentos especiales porque inauguran una nueva etapa en la que es inevitable poner en la balanza lo que se ha logrado y lo que no. Es a través de esta evaluación que nos damos cuenta si estamos en el camino correcto para lograr nuestros objetivos.

ACEPTACIÓN Y TOLERANCIA

Muchas veces nos ocurre que el trabajo absorbe la mayor cantidad del tiempo del día, todo lo que hacemos está sujeto a los restos de horas que nos dejan nuestras actividades laborales. Aun así y con todas estas tareas a cuestas deberemos enfrentarnos a otras ocupaciones que se presentan con ocasión de fin de año.

Los festejos de Navidad y Año Nuevo traen consigo algunas actividades extras que debemos hacer, como son la compra de regalos y la organización de reuniones familiares. Nos veremos con algunas personas en ocasión de estas fiestas. Por esa razón, las reuniones familiares son las que suelen poner al descubierto conflictos latentes. Para dar un ejemplo, es normal que surjan tensiones cuando se organizan las fiestas y los padres son separados; si estos no han logrado comprender de manera saludable el nuevo vínculo que ahora los junta de otra forma, los hijos deben elegir con cuál de los dos van a festejar y eso agrega problemas que generan ansiedad y estrés. Algunos deben decidir si van a festejar con la familia más cercana o la más extendida. Hay otros que deciden reunirse con amigos, incluso hay quienes deciden no festejar.

Todas estas decisiones afectan a quienes nos rodean que pueden reaccionar de forma poco amigable cuando lo que resolvimos no coincide con su forma de pensar. En las reuniones familiares también está presente el tema de la comida y los regalos. Todo podría ser motivo de peleas y desencuentros.

Lo antes mencionado puede generar estrés por las demandas que deben enfrentar las personas y ansiedad porque estas situaciones pueden ser vividas en algún grado como una amenaza.

Es por esa razón que podemos pensar en las fiestas como una oportunidad de practicar la aceptación y la tolerancia hacia quienes nos rodean, sabiendo que el mundo no está siempre cortado a medida de nuestros deseos. Las diferencias existen y no siempre los otros van a responder como nosotros queremos. En consecuencia, evaluar las conductas de los demás a partir de nuestras formas de actuar, es un error que puede traernos dificultades a la hora de compartir un festejo o cualquier otro espacio de encuentro.

Además de cierres laborales y fiestas deberemos pensar en organizar nuestras vacaciones. Será normal que tengamos que conjugar los deseos de todo el grupo familiar. Surgirán desencuentros y desavenencias que generaran tensiones extras. Las vacaciones están cerca y hay que trabajar para que las disfrutemos en su momento. Planificarlas requiere de la realización de un sinfín de tareas, sin incluir los inconvenientes que pueden surgir en el camino.

Todo esto implica un esfuerzo que debe incluirse en el tiempo de las actividades diarias, bastante apretado de por sí. Además, se debe gastar una cantidad de dinero que hay que tener disponible para efectivamente llevar a cabo este proyecto.

EXIGENCIAS Y EMOCIONES

Antes hablamos de que con estas actividades tan diferentes surgían en nuestro interior dudas, miedos, tristeza, angustia o alegría, emociones que tienen que ver con la lectura que cada uno de nosotros hace de los hechos que debemos enfrentar. Hablamos ya de la ansiedad y el estrés. Es preciso ahora que explique para que se entienda mejor que es cada término.

El estrés se inicia ante un conjunto de demandas ambientales que recibe el individuo, a las que debe dar una respuesta adecuada poniendo en marcha sus recursos de afrontamiento.

Imaginemos entonces que en esta época del año, por las razones que di anteriormente, las demandas se multiplican y generalmente son excesivas en relación a los recursos con los que contamos. Por ejemplo, tiempo para realizar todo el trabajo diario más la sobrecarga que las actividades antes mencionadas traen. Cuando todo parece complicarse, un poco de tolerancia frente a los inconvenientes que pueden aparecer, es un recurso importante que puede evitar el estrés. Ante todas estas exigencias aparecen un sinfín de emociones entre ellas la ansiedad, la ira y muchas veces la depresión.

La ansiedad, además de ser una respuesta emocional al estrés, puede ser una reacción emocional de alerta ante una amenaza que puede originarse sin agentes estresantes. Por ejemplo, es muy común en el trastorno de pánico: la ansiedad se dispara sin que haya un peligro externo inminente.

De acuerdo a cómo cada uno de nosotros sepa hacerle frente al estrés y a la ansiedad, mejor o peor nos va a resultar el día a día. Si ante ellas sabemos regular y calibrar nuestra posición en cada una de las actividades menos esfuerzo de acomodación deberá hacer nuestro cuerpo y mente para llevarlas a cabo.

RITUALES

En ese sentido las fiestas pueden ser utilizadas como rituales en los que repitamos ciertos hábitos prefijados. A los rituales se los utiliza en situaciones de cambio para posibilitar la asimilación del tránsito de una etapa a otra. Por ejemplo, la preparación de la Navidad con todos los símbolos que se repiten cada año de la misma manera.

Las personas con altos niveles de ansiedad suelen evitar conectarse con aquello que les resulta complicado y difícil por el miedo que les da enfrentarse con todas estas tareas. Dejan para último momento todo lo relativo a ellas. Tarde o temprano estas demandas que se han evitado aparecen y la carga de exigencias se duplica porque se cuenta con menos tiempo. Por eso, es más sabio aquel que hace algunas de estas cosas con antelación; esto permite realizar las tareas con menos ansiedad y estrés.

Esta forma de abordar todo lo que debemos hacer en esta época del año previene tanto el estrés como la ansiedad. Si además de tener que enfrentar estos desafíos venimos de altas demandas y exigencias tanto en el ámbito laboral como en el familiar y social después de un intenso año, estamos en problemas.

La mejor manera de prevenir y hacer frente al estrés es reconocer cuando aumentan nuestros niveles de tensión y tener claro cuáles son los estímulos o situaciones que lo disparan.

Nuestra reacción a las situaciones del entorno, está también afectada por nuestro nivel general de salud y bienestar. Una persona que está siempre agobiada, que duerme poco y no come de manera equilibrada, probablemente disponga de menos recursos para afrontar situaciones difíciles. La clave está en que logremos equilibrar los momentos de estrés con los de ocio y descanso. Si lo hacemos, el fin de año va a ser una época muy festiva y de muchos logros.

SEÑALES

¿Cuál es la manera de detectar si estamos estresados? Algunas señales a las que hay que estar atentos:

• Si estamos: ansiosos, irritables, si tenemos fluctuaciones en nuestro estado del ánimo, si tenemos una excesiva autocrítica y dificultad para concentrarnos y tomar decisiones.

• También debemos prestar atención si estamos constantemente preocupados por el futuro y con miedo a fracasar.

• Si observamos que tenemos conductas impulsivas, tratamos bruscamente a los demás, si apretamos las mandíbulas o hacemos rechinar los dientes, si aumentamos el consumo de tabaco, alcohol y otras drogas, si notamos cambios en el apetito como aumento o disminución.

• Si observamos cambios físicos como tensión muscular, dolor de cabeza, perturbaciones en el sueño, fatiga, problemas de espalda o cuello, malestar estomacal o palpitaciones.

Todos estos son síntomas de estrés que aparecen cuando éste se prolonga o se intensifica. En general tendemos a “acumular” eventos externos hasta que llegamos a un límite. Por esa razón debemos automonitorearnos y estar atentos a las señales anteriormente mencionadas. Si las pasamos por alto nuestro sistema puede colapsar y como consecuencia puede aparecer alguna enfermedad, accidente o sintomatología que afecte directamente nuestra calidad de vida.

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Podemos pensar en las fiestas como una oportunidad de practicar la aceptación y la tolerancia hacia quienes nos rodean.