Mesa de café

¿Justicia o linchamiento?

Remo Erdosain

Abel no puede disimular su fastidio. No es el calor ni el ruido que llega de la calle lo que lo molesta; tampoco el café lavado que acaba de servirle Quito.

-Lo de Marita Verón no tiene nombre -se queja- esos no son jueces, son malandras.

José lo mira y sonríe ganador.

-Es lo que vengo diciendo desde hace rato.

-Son los mismos jueces que meten cautelares o le dan la razón a los grupos de poder.

-No tomés agua que te vas a ahogar -le digo- en la vida como en todas las cosas hay que saber diferenciar, no meter a todos en la misma bolsa.

-¿Acaso no es lo mismo? -pregunta- ¿No se trata del mismo Poder Judicial? ¿Los mismos que protegen a Clarín no son los que ahora dejan en libertad a los secuestradores de Marita? Jueces que se creen señores de la nobleza, que pueden decidir sobre la vida y la hacienda de la gente impunemente y que son más corruptos que Alí Babá .

-¿Adónde querés llegar? -pregunta Marcial.

-A que haya justicia, a que los ladrones vayan presos, a que los jueces dejen de creerse parte de una corporación rodeada de privilegios, con sueldos de millonarios, liberados de pagar impuestos...

-Me parece que se te está saliendo la cadena -advierte Marcial- Vos no querés justicia, vos querés linchamiento... yo te voy a ser sincero. A mí tambien me molestó el fallo de los jueces tucumanos, como le molestó a todo el mundo, pero después, con la cabeza un poco más fría me puse a pensar.

-¿Y qué pensaste?

-Pensé que no es fácil sobornar a tres jueces y que tampoco es fácil probar la trata de personas, pensé en definitiva que efectivamente los imputados podían ser inocentes o que no existían pruebas para condenarlos. ¿Es tan descabellado pensar así?

-Depende -dice Abel.

-¿Depende qué? -pregunto.

-Creo que necesitamos tener mas información -contesta- habría que leer la sentencia, conocer el expediente, como dicen los abogados.

-Pero entonces coincidirán conmigo que lo que hay que hacer es eso y no salir a la calle como unos energúmenos gritando que no se hizo justicia.

-Yo no comparto lo que están diciendo -exclama José- de solo verle las caras a esos tipos y de presentar atención a sus antecedentes, yo ya sé que son culpables.

-O sea que, según tu criterio popular -responde Marcial- a la gente hay que juzgarla por la cara o por el expediente. Eso, y proclamar el derecho a linchar a los sospechosos, es más o menos lo mismo.

-Yo creo -digo- que los antecedentes de una persona son indicios a tener en cuenta en ciertos casos.

-Además -agrega José atropellándose- está la investigación hecha por Susana Trimarco, la madre de Marita, una investigación hecha con sacrificio, con coraje, porque ella sabía muy bien que si esperaba que la policía de Tucumán, la corrupta policía tucumana, haga algo, estaba liquidada.

-Yo no dudo de la señora Trimarco y de su buena fe -dice Marcial-, pero dudo de su competencia para investigar y, sobre todo, para presentar las pruebas como corresponde.

-O sea que según tu criterio, lo que hay que hacer es dejar todo en manos de policías cómplices con la trata y de jueces sobornables. ¡Cómo se ve que no fue a tu hija a la que secuestraron! -exclama José.

-Como siempre vos mezclás todo con todo -responde Marcial- ahora no estamos hablando de mi hija, sino del caso Marita Verón. Para serte sincero, yo también sospecho del fallo, pero como tengo la cabeza no solo para peinarme, pienso que a los jueces no se les escapó que su fallo iba a traer mucha bronca, por lo que les doy el handicap de suponer que si fallaron como fallaron es porque tenían buenas razones.

-¿Y no se te ocurre que los sobornaron?

-También se me ocurre, pero lo veo difícil.

-Por otra parte -agrego- tampoco es justo condenar a inocentes. El derecho moderno fundado en el principio de proteger precisamente los derechos humanos, es muy cuidadoso en este tema. Que la tribuna presione, no autoriza a condenar si no hay pruebas, violando el principio de presunción de inocencia. Es como decía mi profesor de Derecho Penal: “Prefiero que un delincuente esté en libertad a que un inocente esté preso”.

José suspira, le hace señas a Quito para que le traiga un liso y después agrega resignado:

-Yo lo que quiero, en primer lugar, es una Justicia que funcione y no esta burocracia incompetente protegida por privilegios inadmisibles.

-Nada es perfecto en la viña del Señor -digo tratando de echar paños fríos a la mesa- hay jueces que tienen sus juzgados al día y hacen las cosas bien y hay otros que son un desastre.

-En definitiva -dice Marcial- hay jueces que trabajan y otros que se rascan.

-¿Pero quién los controla? -pregunta Abel.

-Existen instituciones para eso -digo- lo que pasa es que tampoco es cuestión de andar volteando un juez porque no me gusta la cara o porque no me gusta el fallo que produjo. Organizar la Justicia para cuarenta millones de personas no es tarea sencilla.

-Yo lo que pido -interviene José- es que el Poder Judicial se democratice de una buena vez y deje de funcionar como una corporación nobiliaria. Desde 1983 a la fecha todos los poderes se han democratizado, menos la Justicia... pues bien, ya es hora que lo haga.

-Como dijo el General -ironiza Marcial- todo en su medida y armoniosamente.

-También dijo: ya haremos tronar el escarmiento -responde José.

-Pero eso lo dijo contra ustedes, cuando los echó de la plaza -dice Abel- porque a los que había que hacer tronar era a los Montoneros.

-El general dijo muchas cosas a lo largo de su vida -digo- y lo que hoy era blanco mañana podía ser negro, sin que por ello se le moviera un pelo.

-A propósito de eso -agrega Marcial- la señora habló de la acordada de la Corte en 1930, pero se olvidó de decir dos cosas: que uno de los protagonistas de ese golpe de Estado fue el entonces capitán Perón y hay una foto que circula en todos los libros de textos con Perón subido al auto de Uriburu.

-¿Y la segunda? -pregunta Abel.

-Que cuando él llegó al poder en 1946 acomodó la Corte a su manera.

-Es lo que hay que hacer si se quiere realizar un gobierno popular-afirma José.

-Es lo que hay que hacer si se quiere fundar una dictadura -responde Marcial.

-Yo creo que hoy nadie discute los beneficios de la independencia del Poder Judicial -digo.

-Yo defiendo la independencia, no los privilegios -contesta José- la independencia no pude ser una coartada para hacer lo que se les da la gana. Por otra parte, me gustaría que además de ser independientes del poder político lo fueran también del poder económico.

-Acá el poder económico, mi querido José -dice Marcial- ya no está integrado por Anchorena, Alvear o Alzaga Unzué. El verdadero y real poder económico lo constituyen ustedes o, para ser más preciso, el gobierno que vos defendés. Allí están los grandes millonarios, los dueños de las grandes fortunas, empezando por tu jefa.

-No comparto -responde José.