La movilidad estudiantil, un boom académico que crece a nivel global

Intercambistas: vivencias de Babel, compañerismo y amistad sin mapas

Cada año, decenas de alumnos extranjeros llegan a la ciudad para seguir sus estudios. En las residencias se forman comunidades políglotas unidas por el respeto y la amistad. Rutinas flexibles, mucho estudio noctámbulo y la gratitud por la hospitalidad santafesina.

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Extranjeros en Santa Fe. Luiz Ferreira, Lisiane Dutra Lopes, Natalia Troncoso, Rocío González y Bruno Segatto, alumnos latinoamericanos que en unos días retornan a sus países. Foto: Mauricio Garín

 

Luciano Andreychuk

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Rosita muestra orgullosa la residencia, una enorme casona en 9 de Julio al 2600, simple pero bien equipada. Todo huele a limpio; hay un viejo piano durmiendo en un rincón, trastos de mobiliario amontonados, y un cierto aire a esa nostalgia de lo transitorio, de algo que pasa y termina rápido. En esa casa, con cada nuevo semestre, una treintena de estudiantes extranjeros llegan para vivir la experiencia del intercambio académico. “Son buenos, tranquilos los chicos”, dice la encargada del lugar, casi como si hiciera un arrumaco maternal.

Al rato llegan Bruno (21), Luiz (22) y Lisiane (24), mate y bizcochos en mano. Los tres, brasileños. “No empieces con eso de que Pelé quedó detrás de Maradona y Messi”, advierten con un español bien entendible. Y sonríen. Son los últimos intercambistas que quedan de los que llegaron en agosto a la UNL, y ya están por retornar a su país. Como ellos, muchos otros chicos de Latinoamérica, Estados Unidos y Europa eligen la capital santafesina para continuar sus carreras de grado durante un semestre en alguna de las facultades de esa casa de estudios.

Llegaron por medio del Programa Internacional de Movilidad de Estudiantes (Proinmes) de la UNL (ver aparte). Afirman, sin dudar, que la vivencia de ser intercambistas les cambió la perspectiva del mundo; es que compartieron un tiempo de autosuficiencia lejos de casa, en un lugar que por la diversidad de idiomas hablados se parecía de a ratos a la torre bíblica de Babel (con alumnos de habla hispana y portuguesa, mezclados con ingleses, alemanes, franceses o alemanes). Un tiempo de compañerismo, de aventuras y de vínculos de convivencia que terminaron en amistades entrañables, sin fronteras ni mapas divisorios de nacionalidades.

Cómo viven

En la residencia de calle 9 de Julio hay 15 piezas, divididas en dos sectores, para mujeres y varones. Los intercambistas comparten de a dos -en algunos casos, de a tres- cada habitación. Los espacios de uso compartido son los baños, el comedor, un lugar de estar y la sala de estudio, en la planta alta de arriba de la casona. Cada uno se cocina, se prepara sus alimentos, pero algunas veces a la semana tratan de cenar todos juntos, quizás alguna comida bien preparada, guitarreada incluida.

“Nunca tuvimos problemas para nada: la convivencia fue siempre buena. Formamos una familia acá, nos ayudamos en todo. La experiencia de vivir con más de 30 personas de todas partes del mundo, conocer nuevas culturas, aprender a respetar el espacio del otro, es inigualable”, coincidieron Lisiane (Diseño Gráfico), Luiz (Economía) y Bruno (Historia), estos últimos dos compañeros de pieza.

Las rutinas semanales en la residencia son flexibles; cada alumno extranjero tiene horarios distintos de cursado y estudio, de descanso y recreación. Lo curioso es que muchos se acostumbraron a estudiar en horarios nocturnos, de madrugada, porque el silencio y la quietud de la noche ayudan a la concentración y la actividad intelectual. “Es que en la residencia durante el día hay mucho ruido y música, con tantas personas viviendo. Estudiar de noche nos resultó productivo”, coincidieron los jóvenes.

La integración

“En Santa Fe, las personas son muy hospitalarias. Hay mucha calidez, siempre nos trataron bien de saber que veníamos de afuera”, coincidieron los intercambistas. Bruno reconoció que en algunas ocasiones, al principio de su estadía, se sintió rechazado en el aula. “Algunos compañeros eran muy cerrados. Me di cuenta de que no me hablaban. Me sentí un poco bajoneado, porque necesitaba integrarme”. Pero al tiempo eso fue cambiando, reconoció luego.

“Las clases fueron productivas. Los profesores eran receptivos a nuestras inquietudes”, asintieron los jóvenes. Pero la barrera fue idiomática. “Recuerdo que en las primeras clases no entendía nada, no cazaba una. Encima Economía, imaginate. ¡Me desesperé! Pero bueno, luego fui entendiendo”, relató Luiz, ahora con un español perfeccionado. “Yo me apoyaba en los gestos para entender al principio las clases”, cuenta Lisiane.

Lo mejor del intercambio

La experiencia académica y personal del intercambio estudiantil deja muchas cosas nuevas. “Te enseña a valerte por tus propios medios. Aprendí cosas respecto de la gente, de las relaciones humanas. Te cambia la visión del mundo”, dijo Lisiane. Para Bruno y Luiz, ahora la proyección sobre sus futuros personales quedaron en una incógnita: “Porque esto te modifica la mirada sobre tu futuro personal. Dan ganas de viajar, de conocer más. Lo mejor que nos dejó esto es la gente: lo más valioso que nos llevaremos es el recuerdo de las personas que conocimos”.

“El intercambio te enseña a valerte por tus propios medios. Aprendés cosas respecto de la gente, de las relaciones humanas. Cambia la perspectiva sobre el mundo”.

320

alumnos

de intercambio fueron “movilizados” en la UNL durante 2012 en el marco del Proinmes (tanto los estudiantes extranjeros que llegaron como los locales que se fueron a otros países). Fueron 198 mujeres y 122 varones, según datos de la SRI.

Proinmes

El Proinmes (Programa Internacional de Movilidad de Estudiantes) de la UNL permite que jóvenes alumnos de distintas nacionalidades residan en Santa Fe durante un semestre, cursen sus carreras y luego retornen a sus universidades de origen a concluir sus estudios. Paralelamente, alumnos locales de la UNL viajan como intercambistas a otros países.

El intercambismo como fenómeno estudiantil se ha convertido en un boom académico mundial. En la UNL, mientras que en 1999 hubo sólo 10 alumnos movilizados, en 2011 ese número trepó hasta 309, y este año a 320 intercambistas. Es decir, la cantidad de alumnos movilizados (los extranjeros que llegaron y los locales que se fueron) creció 30 veces en 14 años, según datos de la Secretaría de Relaciones Internacionales (SRI) de esa academia.

De Colombia y Paraguay

Natalia Troncoso (22) llegó como intercambista desde la Universidad de Ibaguié (Colombia) para hacer una pasantía en Economía. Como el resto de los jóvenes, se va con un montón de vivencias y aprendizajes nuevos. “Fue algo muy lindo. Compartir estos meses con gente tan buena, conocer otra cultura, comidas y sabores nuevos, ha sido inolvidable”, dijo satisfecha.

Rocío González (22, Arquitectura), que llegó desde la Universidad Nacional de Asunción (Paraguay), se animó a proyectar su futuro: “Me gustaría seguir estudiando afuera, hacer un posgrado en otro país. Pero volvería a Paraguay para desempeñarme laboralmente. Todo esto me hizo estar más segura de lo que quiero ser”. Lo mejor, la gente: “Es muy cordial y hospitalaria”, destacaron todos.