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“Las Blaquier”

Una familia glamorosa cuyas mujeres declaran: “Somos una familia renormal”. Una familia dueña del Complejo Agroindustrial Ledesma, con el ingenio, que “solamente en Jujuy abarca 156 mil hectáreas y, según su página web, emplea a más de 7.700 personas”.

Una familia con mujeres singulares. “En Dolores, Nelly, Ginette, Delfina, Malena y Mimí conviven historias de lucha y dolor. También está la huella de un amor que marcó sus vidas. Fueron elegidas, traicionadas y abandonadas. Sin quererlo compitieron entre ellas por un mismo hombre. Carentes de resentimiento, supieron transitar por las experiencias más amargas. Llevan en la sangre las ganas de divertirse, aun en los peores momentos. A simple vista, pueden parecer esnobs, superficiales, pero están lejos de vivir tibiamente. Las Blaquier se animaron a ir contra algunos mandatos, algunas veces por pasión, otras por rebeldía y también por ambición. Rara vez un hombre logró domar su temperamento”.

En Las Blaquier, que acaba de publicar Sudamericana, Soledad Ferrari desentraña los “amores y secretos de las rebeldes de la clase alta argentina”, ocupándose dos ramas del apellido: la primera compuesta por Juan José Silvestre Blaquier y Malena Nelson Hunter, y la segunda, por Carlos Pedro Tadeo Blaquier Álzaga y María Esther Estrugamou.

Nelly Arrieta de Blaquier, dueña del ingenio más importante de Latinoamérica, “cedió el mando total de su empresa a quien entonces era su marido. Carlos Pedro Blaquier se convirtió en el hijo que los Arrieta no habían tenido. Nelly sus padres confiaron en él, convencidos de que no había nadie mejor para presidir la empresa familiar”. Actualmente, se lo acusa de haber colaborado con la última dictadura militar argentina.

“Dolores Blaquier, quien hoy se muestra como una abuela retirada de la noche y dedicada al campo, todavía se lamenta de los años de exceso que marcaron el resto de su vida. Tras atravesar momentos durísimos -que incluyeron el accidente de su ex marido, que quedó parapléjico , y una tormentosa separación del padre de su hija menor-, fue acusada de liderar una banda que comercializaba estupefacientes entre los VIP de Buenos Aires. Las malas compañías la llevaron a conocer la humedad y las ratas del penal para mujeres de Ezeiza. Luego, la Justicia dictaminó que sólo era responsable del delito de tenencia de estupefacientes. Creyó que nunca más podría recuperarse; sin embargo, la experiencia le sirvió para volverse más fuerte”

Su sobrina, Ginette Reynal, tuvo un pasar “más glamoroso aunque no menos traumático para los Blaquier. La hija de Malenita siempre mostró interés por las tablas, las luces y las pasarelas. Sin importarle la opinión de sus familiares y amistades, se animó a conducir un programa de chimentos e incluso jugar de vedette en el teatro de revista. No siempre estuvo a gusto con sus trabajos en los medios pero demostró una encantadora habilidad para moverse en un ámbito que claramente no era el suyo...”

Estos son algunos de los destinos presentes en Las Blaquier, mujeres a las que parecía importarle muy poco el “qué dirán”. Crecieron “con la premisa de pasarlo bien, de acertar y también de equivocarse. Será por eso que las pocas familias aristocráticas que quedan en nuestro país no las reconocen como parte de su grupo. Creen que los Blaquier son demasiados rebeldes, oscuros, políticamente incorrectos”.

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