Hoy como ayer...

Domingo Sahda

¿Cómo? ¿¡Te diste vuelta?!... ¡Sos un traidor! La agria, destemplada afirmación la sentí como un sopapo de quien, amiga, colega por décadas en la profesión docente, compañera de infortunios y agravios por su opción discreta pero firme dentro del espacio del peronismo, literalmente me escupió su rabia en la cara. Desencajada por mi rechazo a la imagen y la acción del gobierno nacional, se enfureció cuando ratifique mi opinión subrayando claramente que no creía ni creo en lo que dicen, en como lo dicen y tampoco en lo que hacen desde esa especie de Palacio de Versalles del subdesarrollo llamado “Casa Rosada”.

En el espacio de un breve, duro y tenso silencio, extrañamente mi memoria viajó rápidamente al ayer, al pasado, a fines del mes de marzo de 1956 en la Escuela Normal de Esperanza. El ciclo lectivo había comenzado mas tarde de lo regularmente previsto. Bustos de Eva Perón rotos y arrastrados. Bandera y escarapelas a diestra y siniestra. El reproche soez, la venganza artera y solapada, tantos “mas papistas que el Papa” enrarecían la vida cotidiana. Todos parecíamos sospechosos. Yo había aprendido a llevar mi escudo peronista en el envés de la solapa del saco del uniforme escolar.

Era una desapacible mañana de otoño, entrábamos a paso marcial al 2º Año B-Magisterio de la profesora, quien nos espetó sin mas trámite ni saludo, sin mas ni mas: “¡A quien se le descubra entre sus útiles algún libro con imágenes del tirano prófugo le corresponden automáticamente 23 amonestaciones y un cero en la materia (asignatura)”. Alelados, tanto yo con mis ingenuos trece años de entonces, como mis compañeros de curso estábamos tiesos, impresionados por tanta rabia flotando en el aire. En el patio de la escuela, alrededor del jardín central y al amparo del palo borracho (que aún existe) vi como se rompían libros, ¡libros! entre burlas y carcajadas, amontonados como basura descartable por quienes hasta ayer nomás hacían constantes apologías al gobierno ahora denostado. En esa, mi primera lección sobre las miserias humanas, entendí el sentido de los “consejos del viejo Vizcacha”, ese corpus ideológico que tipifica a tanto intelectual, a tanto político de rodillas gastadas y lengua modosa. El lejano ayer se repetía hoy.

La autopromocionada revolución libertadora, esa cuyos partícipes directos jamás admitieron -como tampoco lo hicieron sus cómplices políticos- los bombardeos a civiles en la Plaza de Mayo el año anterior, repitiendo falazmente la barbarie del franquismo para con el pueblo de Gernika durante la guerra civil española. Enseñoreados de la escena no admitían el disenso. Ayer como hoy.

El escarnio a mi padre por pertenecer a la “chusma peronista, su llanto a escondidas al ser insultado por aquellos que antes decían ser sus amigos es el que siento yo hoy. Pensar con criterio propio desde un hacer inobjetable es hoy por hoy en la Argentina de la justicia social un insulto. Negarse a conformar la corte de serviles adulones no se admite de ningún modo. Perdí a quienes suponía amigos. No me importa.

En 1959, diciembre, tuve que ratificar, en un formulario de la entonces seccional Nacional de Escuelas, calle San Martín al sur, que solo podía inscribirme como postulante a un cargo de maestro rural si ratificaba de puño y letra no pertenecer ni haber pertenecido al régimen depuesto. Ese fue mi primer peldaño en mi vida dedicada a la docencia. Iniciaba ese largo viaje en tren hacia la Patagonia norte, cuando el tren existía y era patrimonio nacional. Mi primer conocimiento de Buenos Aires lo tuve cuando el tren Santa Fe-Retiro me dejó allí. En ese entonces no existían los reinos del hambre y la desolación que hoy se recortan en ese paisaje.

Pocos años después vendrían los años del horror. La “buena siembra setentista cosecharía a poco sus primeros frutos”. En esa época los argentinos éramos “Derechos y Humanos”, luego “Síganme que no los voy a defraudar”, al compás de “Los argentinos estamos condenados al éxito”. El ayer. Hoy: “Vamos por todo”. ¿Sabe Ud. hacia dónde?

El Pericón Nacional hoy se llama “Divide y reinarás”. En una reunión de amigos muy importante para mí, me cuidé de invitar a quien sí y a quien no. No quería que nada agriara mi fiesta personal que probablemente no se repetirá. La mezquina destemplanza de no aceptar el disenso ha enturbiado nuestra vida arrastrándola en una espiral descendente.

Como una rueda que gira sobre sí misma, anclados en un ayer irrecuperable, los ojos parecieran estar en la nuca. “Si ves al futuro, dile que no venga”. Comparaciones insostenibles, consignas envejecidas. La intolerancia de grupos voceando con el brazo en alto, tal cual los vi en documentos de los campos de Auschwitz-Birkenau y Maydanek.

El casi Descarnado Viejo hablaba de “consensuar”. La petulancia de tantos personajes y machietas no lo acepta pues son dueños de la verdad absoluta.

También recuerdo esa frase “el año 2000 nos encontrará unidos o dominados”. Lo siento por las generaciones venideras.

Hoy como ayer muchas pomposas figuras que cambian el maquillaje para encubrir el mismo escarnio serán apenas un puñado de polvo y olvido, pues, inevitablemente, la revancha es una campana oxidada cuyo badajo es poco menos que un leño carcomido.

Como una rueda que gira sobre sí misma, anclados en un ayer irrecuperable, los ojos parecieran estar en la nuca. “Si ves al futuro, dile que no venga”.