editorial

Francia ante el desafío malí

Tal como se presentan los hechos, da la impresión de que el presidente de Francia, el socialista Francois Hollande, deberá archivar para mejores momento sus discursos pacifistas y sus críticas al imperialismo yanqui y británico, y comprometerse a poner orden en Mali, la ex colonia francesa ubicada en el norte de Africa donde el mesianismo islámico moviliza multitudes.

La perspectiva de que Mali se transforme en otra dictadura yihadista, es lo que ha obligado al socialismo francés a poner las barbas en remojo y olvidarse de las críticas que en su momento le hiciera a Sarkozy por defender principios parecidos. Para colmo de males, todo parece indicar que si alguna intervención militar es posible, ella deberá estar a cargo de Francia, ya que Estados Unidos ha declarado que su solidaridad con Francia en este tema será estrictamente verbal, lo que traducido a un lenguaje más directo, quiere decir que no movilizarán unidades de combate, dejándole ese honor a los franceses.

La ofensiva fundamentalista en Mali corre el riesgo de proyectarse hacia Francia donde viven alrededor de seis millones de musulmanes, muchos de los cuales simpatizan de manera directa o indirecta con sus correligionarios y siguen considerando que los franceses son sus enemigos históricos. Como consecuencia de ello, los voceros del terrorismo musulmán han amenazado con perpetrar atentados en París, aniquilar a los rehenes y promover la muerte de todo francés que pise territorio malí .

La reacción de los franceses por ahora es de respaldo a su gobierno. Las imágenes y noticias que muestran cómo los fanáticos islamistas amputan las manos de los ladrones o matan a pedradas en la vía pública a mujeres acusadas de infidelidad o de violar principios coránicos, han provocado este efecto. Así y todo, los observadores políticos estiman que la ocupación militar podrá ser una salida circunstancial exitosa, pero en el mediano plazo va a ser conveniente buscar un entendimiento con los grupos locales.

El argumento parece razonable al primer golpe de vista, sobre todo si de lo que se trata es de resolver diferencias entre actores razonables. Pero la pregunta a hacerse es cómo puede llegarse a un entendimiento con grupos terroristas y fundamentalistas decididos a morir por Alá, y cuya lógica de poder no pertenece a este mundo.

Empujado por las adversas circunstancias históricas, Hollande está aprendiendo que, lamentablemente, al terrorismo musulmán hay que enfrentarlo con recursos militares y no con buenas intenciones o gestos compasivos. Como la experiencia demuestra hasta el hartazgo, es muy difícil que una actitud de apertura o concesión sea tomada por los terroristas como un acto de buena fe. En general, estas posturas son leídas como el retroceso inevitable de una civilización decadente. Es que tal como lo expresan en sus escritos y declaraciones, los yihadistas están convencidos de que la cultura occidental se disuelve en el aire, y por tanto sus miembros no están en condiciones de defender sus valores.