Irán: el cuerpo femenino y sus exigencias

Irán: el cuerpo  femenino y  sus exigencias

En esta segunda y última entrega, el autor se pregunta cómo se vive actualmente en el Irán de la revolución islámica. La respuesta es -sin dudas- compleja, por lo que se limitó a reflejar sólo algunas vivencias.

 

TEXTO Y FOTOS. MARIO DANIEL ANDINO.

Es interesante observar la conducta de las mujeres que ingresan al país. Puede variar la ruta aérea de entrada -sea desde París, Estambul, Moscú o Dubai-, pero apenas se anuncia a bordo que se ha iniciado el descenso al aeropuerto Jomeini (o Khomeini) de Teherán, las mujeres comienzan a cubrir sus cabezas con el pañuelo o la chalina que guardan en el equipaje de mano. No son pocas las iraníes que también lo hacen, evidenciando que muchas se cubren no por convicción o costumbre sino sólo por cumplir con las normas de su país. Anticipan un estilo observado en mujeres de clase alta y media de las ciudades: cumplen con las normas y al mismo tiempo juegan con sus límites, en procura de una estética más libre. Se colocan su chal o paño cubriendo la cabeza pero dejando a la vista la parte delantera de sus cabellos.

Sobre el cuerpo suelen llevar una chaquetilla con cinto (tipo trench), una gabardina más larga o alguna túnica oriental; prendas con las que deben cubrir obligatoriamente brazos, glúteos y piernas (aunque debajo asome un ajustado jean).

Los recursos de belleza femenina se completan con cuidados maquillajes y cirugía estética para afinar la nariz o destacar labios, algo que en muchos casos parece excesivo considerando los rostros armónicos, los ojos oscuros de mirada profunda y las cejas bien delineadas que presentan naturalmente.

Las mujeres de familias conservadoras suelen llevar el chador, una tela negra semicircular colocada sobre los vestidos que envuelve todo el cuerpo, llega hasta el piso y se sujeta con la mano aferrándola por delante. Otras acostumbran llevar el hiyab, que envuelve la cabeza desde los cabellos hasta la barbilla, dejando el rostro descubierto. Esta prenda, además, forma parte del uniforme de las niñas y adolescentes escolares.

¿Y qué decir de los hombres? Llevan sus cabellos negros invariablemente cortos, y muchos se dejan crecer el bigote y alguna barba incipiente, la que se torna voluminosa en ancianos y religiosos. Sus vestimentas denotan sobriedad y una sencilla formalidad, con sacos oscuros y camisas blancas, o bien chombas y vaqueros en los jóvenes. No se admite el pantalón corto, las ropas muy ajustadas o los lujos excesivos.

NORMAS Y TRANSGRESIONES

A las restricciones estéticas se suma la obligada observancia de pautas de conducta que resultan un problema para mentalidades occidentales: la prohibición de venta y consumo de tabaco y sobre todo de alcohol, la ausencia de discotecas y vida nocturna, la limitación del contacto corporal entre las parejas en lugares públicos (un beso o un abrazo estrecho puede derivar en un serio problema), la censura de expresiones culturales consideradas ofensivas para los valores religiosos y los principios de la revolución islámica.

Una sociedad en la que resulta una falta grave el adulterio, especialmente para la mujer; en la que es penada severamente la homosexualidad masculina y femenina, así como el tráfico y consumo de drogas, incluidas aquellas substancias que Occidente suele legalizar por considerarlas “livianas”. Todo ello coloca a los acusados ante tribunales que pueden dictar condenas de multa, docenas de azotes, prisión, la muerte por ahorcamiento o el extremo de la lapidación. Las penas en teoría no distinguen entre nacionales o extranjeros, aunque hay cierta flexibilidad en la interpretación de los jueces si el acusado no es musulmán.

Hay prevenciones y advertencias: los militantes políticos llamados “Guardianes de la Revolución”, hombres y mujeres de civil que circulan en aeropuertos, calles o universidades, vigilan el cumplimiento de las normas. Algunos sólo observan de lejos, otros pueden ofrecer un producto prohibido para detectar ingenuos transgresores, y no faltan quienes se mimetizan como un turista para registrar las explicaciones de un guía o los comentarios que hacen los visitantes foráneos. En las calles una pareja puede verse abordada sorpresivamente con preguntas tales como: “¿son musulmanes o cristianos? ¿están casados? ¿dónde viven?... ¿no puede cubrirse mejor la cabeza, mujer? ¿no sabe que las piernas no se pueden mostrar así...?”.

Estas restricciones son sobredimensionadas por las agencias de noticias occidentales o por el relato de extranjeros espantados y temerosos, en un tiempo de aislamiento del actual régimen iraní. También es necesario recordar que cuestiones como la situación de la mujer resultan con mayores restricciones en la península arábiga, mientras que en Irán pueden lucir sus rostros, votar, conducir automóviles, elegir carrera universitaria, peticionar divorcio e ingresar a las fuerzas de seguridad. Por otra parte, las penas de lapidación, mutilación o decapitación son admitidas en la justicia de Arabia, Yemen o algunos países africanos, aunque menos cuestionadas por su mayor afinidad política con Occidente.

Como suele ocurrir ante regímenes restrictivos en la cotidianeidad, hay situaciones particulares que muestran filtraciones, evidenciando una tensión entre norma impuesta y conducta asumida. No es extraño encontrar algún chofer que venda secretamente bebidas. Los jóvenes pueden bailar en alguna reunión privada, en la que incluso puede circular el prohibido alcohol, siempre que se asegure consenso y discreción entre los asistentes. Aunque un rap de letra “endemoniada”, un film con desnudos o un texto “pro-sionista” estén en listas prohibidas, es posible que aparezcan ofertados en un mercado clandestino, generalmente activado por el empleo de sitios en la web que escapan al control de las autoridades.

Hay ciertas “trampas” respecto de la sexualidad vigilada. Por ejemplo, hay prácticas de casamientos acelerados para que una pareja disfrute de relaciones carnales con cobertura legal; unión interrumpida a la brevedad con un preacordado divorcio. Las voces críticas denominan esto como “prostitución legalizada”, en alusión a la actitud de mujeres bellas y desprejuiciadas que negocian sacando ventajas del deseo masculino.

La realidad en la vida cotidiana es más compleja de lo que se acostumbra generalizar, y es posible encontrar espacios de libertad personal y expresiones culturales de vitalidad sorprendente, así como núcleos de discusión política y crítica social.

Dar con personas convencidas de las decisiones tomadas por el orden político-religioso es habitual, pero también escuchar voces contra la manipulación electoral, la represión a estudiantes en el año 2009 o los gastos militares excesivos. Ejemplo de ello es la crítica a la asistencia brindada al movimiento Hezbollah, de los chiítas libaneses, o el apoyo a la causa palestina, considerando que ello desvía recursos para necesidades sociales internas en una economía que siente los efectos del bloqueo comercial impulsado por Estados Unidos y otros países.

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Sobre el cuerpo suelen llevar una chaquetilla con cinto (tipo trench), una gabardina más larga o alguna túnica oriental.

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