Vivir y mucho más

La ternura infinita, unida a una capacidad de hacer sin límites, es lo que podría definir la personalidad de esa recordada mujer que fue Italia Marini de Beltramino. Se cumplen ya diez años de su partida hacia un mundo donde nos imaginamos que algo estará organizando. Porque no concibo a esta mujer hacedora de realidades con los brazos cruzados.

TEXTOS. ANA MARÍA ZANCADA. FOTO. EL LITORAL.

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Italia Marini de Beltramino nació en Rosario en 1917. En esa ciudad cursó sus estudios primarios y secundarios. Desde muy joven, guiada por un innato deseo de ayudar, junto a sus compañeras de estudio colaboraba con un Hospicio de huérfanos. Se diplomó también de enfermera en 1937, y cuando el trágico terremoto de la zona cuyana, no dudó en viajar hacia allá. Por su valioso desempeño recibió “Mención Honorífica por los servicios prestados a la Cruz Roja y a la Nación”.

De regreso a Rosario, se desempeñó como docente, fundando el Centro de Ex Alumnos en la Escuela 83 de esa ciudad. A pesar de su juventud, su deseo de hacer y organizar ya bullía en ella. Además, el trabajo comunitario era como un imperativo que la llevaba a concretar inmediatamente lo que su espíritu inquieto le iba marcando. Es en esta etapa de su vida que conoce a quien sería su compañero de toda la vida: Gilberto Beltramino, un joven santafesino que estudiaba Medicina, y sus vidas se unen para siempre en un compromiso de amor y fe.

Ya instalados en Santa Fe, comienzan su vida de familia con una actividad febril que no sabe de pausas. Los hijos fueron llegando y muy pronto llenaron la casa que quedó chica para albergar a nueve niños que hicieron la felicidad de sus padres. El hecho de ser mamá de familia numerosa no fue un impedimento para Italia, que sabía que la vida es un constante aprender y dar. Al menos ella así lo sentía y lo ponía en práctica.

En nuestra ciudad retomó su actividad docente, como maestra en el nivel primario. En 1950 se graduó como Educadora Sanitaria en la Facultad de Higiene y Medicina Preventiva. También obtuvo el título de Profesora de religión.

Su actividad siempre fue un motor que apuntaló, generó e inspiró muchos grupos e instituciones que nacieron gracias a su visión de futuro.

En 1952 fundó el Centro de Educadores Sanitarios a la vez que, como militante católica, brindó su ferviente voluntad de servicio en todos los grupos que integró. Sus hijas coinciden al recordarla: “Desde muy joven mostró su natural capacidad para organizar, dirigir y concretar sus ideas, siempre en bien del prójimo y del más necesitado. Era inteligente, inquieta, emprendedora y generosa con su tiempo y su dedicación. Para ella nada era imposible”.

TRABAJO INCANSABLE

Siempre apoyada por su esposo, vivió y educó a sus hijos en la fe católica. Perteneció a la Acción Católica desde 1936. Fue Presidenta de la rama de jóvenes, Presidenta del Consejo de Mujeres, Vicepresidenta de la Junta de Acción Católica, Delegada de la Zona Litoral en el Consejo Superior de Santa Fe. Formó parte de la Hermandad Seglar Dominicana y otros grupos de la iglesia de Santo Domingo.

A pedido de Monseñor Zazpe formó parte del grupo fundador de “Orientación para la Joven”. Fue miembro fundador de CORDIC y trabajó en la Cooperadora del Hospital Iturraspe. Fue fundadora e integrante de la Asociación Cooperadora de las Escuelas San Cayetano y Jardín de la Esperanza, ésta dirigida a niños discapacitados. Participó en la fundación de un taller protegido para discapacitados mentales en SPRAI. Promovió la creación de la carrera de Estimulación Temprana, que fue concretada por la UNL y de la Comisión Coordinadora de Entidades de y para Discapacitados Zona Norte.

En 1952 fundó el Centro de Educadores Sanitarios. Cuando se crea la Escuela 1.416, a la que se impuso el nombre de su esposo, no dudó en colaborar activamente en esa comunidad educativa, ganándose el cariño y respeto de todos.

En el Magisterio Católico también dejó su impronta. Fue su presidenta allá por la década del ‘60, años complicados de luchas y reivindicaciones cuando se unieron todos los grupos, laicos y católicos, con la incertidumbre de un mes de huelgas.

UNA MUJER DE CORAJE

Tuve la suerte de conocer personalmente a Italia en la época en que recorría los medios de comunicación en una ferviente tarea de divulgación. Yo trabajaba entonces en LT9 y la veíamos aparecer, siempre con su sonrisa radiante, con su entusiasmo en su afán de abrir mentes y hacer comprender a una sociedad todavía indiferente a ciertas problemáticas, que la discapacidad no era una enfermedad de la que no se podía ni debía hablar.

Tenía mucho coraje. Fue una de las primeras en comprender la importancia de la radio y la prensa escrita como medio para informar y educar. Era como un martillo que golpeaba y golpeaba sobre el clavo que se resistía. Ella no aceptaba el “no se puede”. No aceptaba una negativa. Jamás bajaba los brazos. Por esos días de la discapacidad no se hablaba, se susurraba con medias palabras y el niño diferente era confinado en el hogar para que nadie lo viese.

Pero esa no era la realidad de Italia. Luego de conformar una numerosa familia, nació Jorge, su hijo Down, e Italia comprendió que era tal vez la prueba definitiva de su vida, el sentido de un camino que ella comenzó a transitar con entusiasmo y mucho esfuerzo. Y vio y sintió en carne propia la injusticia, la sordera, el fastidio y la indiferencia de una sociedad que sólo mostraba lo lindo, lo perfecto, lo fácil. Junto a un grupo de madres que estaban prácticamente desamparadas, fue creando -a medida que su hijo lo necesitaba- las instituciones necesarias para albergar a estos niños que eran completos marginados.

En 1981 fue presidenta de la Comisión Provincial del Año del Discapacitado. Al culminar ese año fundó UNIPADIS, que presidió durante casi veinte años. Y allí comenzó una verdadera lucha en el plano legal al integrar la Comisión de redacción de la Ley Nº 9.325, de protección al discapacitado en la provincia y su promulgación. Este diario publicaba en forma permanente las notas de Italia que no bajaba los brazos para conseguir los medios legales que protegiesen la tarea de tantas familias marginadas.

En octubre de 1997, leíamos una nota de su autoría: “No hace mucho tiempo, la persona con discapacidad poco o nada significaba para la sociedad. Ahora ha habido un gran avance y con alegría vemos, los que trabajamos en esto, que las nuevas generaciones se interesan y colaboran; es una expresión de cultura y educación manifestada en ciertas circunstancias, sobre todo con los diversos tipos de discapacidad, la intelectual, que no es enfermedad, sino una condición especial”.

SER HUMANO EXCEPCIONAL

Italia Marini fue un ser humano excepcional. Al verla trabajar y bregar por los que no pueden hacerlo no se podía dejar de admirarla y respetarla. Fue uno de esos seres extraordinarios que surgen en las sociedades para servir de ejemplo, para templar nuestras debilidades, para conectarnos con una realidad que suele ser muy dura, que a veces no queremos ver pero que existe.

Ella luchó contra la ignorancia, la incomprensión, la indiferencia, nos enseñó que el amor tiene muchos rostros, reivindicó la indiferencia convirtiéndola en bondad y hacer. Fue la contención de tantas familias que creyeron perderlo todo y en cambio descubrieron un nuevo mundo cargado de paciencia y ternura frente a un ser que sólo reclama una caricia, una palabra suave pero firme. Su perseverancia, su fe, su fortaleza nació de su inmenso amor y valor en un mundo cada vez más absorbido por fútiles y egoístas ambiciones.

No todo está perdido mientras sigan existiendo seres como ella que sepan transmitir un legado tan lleno de realidades conseguidas a fuerza de voluntad, convicción y fe.

Italia Marini de Beltramino culminó su lucha y su trabajo en este mundo el 3 de febrero de 2003. En uno de sus escritos dirigido a su hijito diferente, Italia habla en nombre de él y de tantos otros y dice: “Gracias por darme la vida, gracias por todo lo que hacen por mí”.

RECONOCIMIENTOS

A lo largo de su prolífica vida, Italia Marini de Beltramino recibió numerosas distinciones. Entre ellas:

- Fue declarada Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Santa Fe por el Concejo Municipal, en 1996.

- Premio Alfonsina Storni, distinción otorgada por Profesionales y Mujeres de Negocios de la ciudad de Santa Fe, en 1982.

- Reconocimiento Alicia Moreau de Justo, en Buenos Aires, en 1986.

- Premio al “Mérito Cultural de Ética y Moral”, otorgado por el Instituto de Integración con el Indio, en 1989.

- En 1990 recibió el premio “Acrópolis” por su trabajo con los discapacitados. Ese mismo año fue propuesta en la terna “Mujer del Año” y el Club de Leones de Santo Tomé le otorgó el premio “Helen Keller”.

- En 1996, ADE le otorga el Brigadier Honorífico.

En el sitio del Ministerio de Innovación y Cultura del Gobierno de Santa Fe se la presenta como “patrimonio cultural de la provincia”.-