Historia de un amor que alejó el destino

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Domenico en messina, en 1950.


Desde Concordia, la autora envió esta nota que cuenta la historia de amor, encuentros y desencuentros que vivieron Domenico Rizzo y Caterina Giordano, una pareja de inmigrantes italianos que ella admira y estima, que merece la pena que trascienda, según anticipó.

TEXTOS. CECILIA PARATORE. FOTOS. GENTILEZA DOMENICO RIZZO Y CATERINA GIORDANO.

Los protagonistas de este relato son Domenico Rizzo y Caterina Giordano. O Mimmo e Inuzza, con más afecto y familiaridad en el dialecto de Messina. Juntos relatan su historia de amor.

Nacieron y vivieron en Messina, pero durante la Segunda Guerra Mundial el temor a los bombardeos hizo que sus familias, como tantas otras, buscaran un lugar más seguro.

Se trasladaron a Ritiro, un pueblito rural. Fue aquí donde Domenico y Caterina se conocieron, en 1943, antes de que los aliados ocuparan Sicilia. Ella tenía 14 años, él 16. En ese período, Mimmo -que había abandonado la escuela técnica por los bombardeos- aprendió el oficio de tornero y se desempeñaba como ayudante de tornero de los americanos. Caterina era aprendiz de modista.

Domenico con sus padres y hermanos fueron recibidos por su tío Gianetto, hermano de su madre que los alojó en su casa. En el pueblo había un refugio muy seguro, con seis entradas, escenario frecuente de sus encuentros.

Evoca Caterina: “Era muy hermoso cuando estábamos en guerra, dos jóvenes inocentes sin malicia. Recuerdo como si fuese ahora sentados en el refugio, en un banco de cemento, enamorados, nos besábamos, nos mirábamos sin hablarnos pero la expresión de nuestros ojos lo decía todo”. Agrega Mimmo: “Fuimos novios, nos amamos puramente durante nueve meses”.

Pero al ser tan jóvenes, Inuzza no quiso asumir un compromiso mayor y decidió dejarlo. Sus destinos cambiaron completamente. Domenico se anotó para trabajar como tornero en la firma Bosurgi y aceptó un contrato de dos años para desempeñarse en la sucursal de Concordia (Entre Ríos), llamada Sanderson Argentina, que se extendieron a nueve.

Había dejado Italia el 8 de abril de 1951. Un tiempo después conoció a una bonita joven argentina, Angélica, con quien se casó en 1954 y formó su familia. Tuvieron dos hijos: José Félix y Mónica Graciela.

CARIÑOSO RECUERDO

No obstante, Domenico siempre recordaba a Caterina con mucho cariño. En un viaje a Italia, en 1992, intentó encontrarla en Messina, pero una hermana de ella, Antonieta, le explicó que Caterina y su esposo habían pasado allí unas vacaciones pero habían regresado ya a Milán, adonde vivían desde hacía muchos años.

En 2009, en un nuevo viaje a Italia, finalmente se encontraron en Messina y Mimmo -que había enviudado- conoció también al esposo de Caterina, en un almuerzo en casa de Antonieta. Domenico y Caterina conversaron durante largas horas e intercambiaron sus números de teléfono. Desde ese momento, como viejos amigos, estuvieron nuevamente comunicados, ya que Domenico la llamaba, generalmente los domingos.

En 2011, Caterina le hizo saber que había enviudado y le escribió una carta desde Milán para compartir con él cómo había transcurrido su vida durante los 65 años que estuvieron separados:

“Querido Mimmo, con amor respondo a tu carta, veo que también tú has hecho sacrificios para salir adelante. Ahora te explico todo sobre mí: cuanto tenía 18 años conocí a un joven, Giovanni, del cual estuve muy enamorada, pero mis padres no querían que lo frecuentase; a ellos no les gustaba e hicieron todo lo posible para que lo dejara. Al mismo tiempo, otro joven, Turi, estaba loco por mí y mis padres estaban muy contentos con él. En esos tiempos, la opinión de los padres era muy importante. Yo recibí muchos bastonazos por mantener mi relación con Giovanni. Finalmente decidí dejarlo. Y a los 19 años me escapé con Turi. Desde ese momento comenzó mi calvario. Turi era muy celoso y me amaba tanto. Yo era un poco fría hacia él. No estábamos nunca de acuerdo. Alquilábamos una habitación en Messina, pero él no trabajaba y no podíamos pagarla. Comíamos en casa de mis padres y ellos me ayudaban. A los 21 años tuve una hija, Serafina, pero la vida era siempre igual. Él era vendedor ambulante, trabajaba cuando tenía ganas y no le iba bien en Messina. Por eso comenzó a viajar a Torino, Génova, Biella. Pero lo que ganaba le alcanzaba sólo para él: su alojamiento y comida. Casi nunca o nunca mandaba algo”.

Y continuó: “Un día me cansé, tenía 24 años. Tomé a mi hija, mi ropa y me fui a la casa de mis padres. Ellos me abrazaron de todo corazón, porque sabían la vida que tenía. Comencé a trabajar como modista y así salí adelante. Pero con 24 años y separada de mi marido, era una vida difícil. No podría salir nunca sola. Mi padre, celoso, me contaba los pasos, estaba siempre controlada. Al mismo tiempo, Turi conoció una bailarina en Torino, se fueron a vivir juntos y tuvieron una hija. A mí no me interesaba. Podía hacer lo que quisiera. La llevó con su hija a Messina, a casa de su madre. Después de un tiempo, Turi se cansó y las dejó. Regresó a Messina y comenzó a decir que no estaba de acuerdo con esa mujer, que siempre pensaba en mí y en nuestra hija. Hizo de todo para regresar conmigo. Yo tenía 28 años y una hija pequeña. Mis padres me aconsejaron que volviera de nuevo con él, con la esperanza de estar un poco mejor y yo acepté. Tuvimos otra hija, Concetta, y en 1966, el tercer hijo: Gino”.

UNA VIDA DIFÍCIL

Dos años después -prosiguió contando Caterina- partimos hacia Milán, adonde vivía una tía de Turi, que nos hospedó hasta que encontramos una casita donde aún estoy yo. Turi hacía su trabajo ambulante, mis dos hijos mayores estaban empleados en la Rinascente y yo con un hijo pequeño, me ocupaba de las tareas de la casa. No pude trabajar afuera hasta que Gino creció un poco. En 1974 me empleé en una fábrica de asientos para autos. Era un trabajo pesado. Al cabo de cuatro años lo dejé y tuve otros empleos: en una sastrería, en una perfumería y en la fábrica de Panettoni Motta. En 1984 me propusieron trabajar durante seis meses en una empresa que fabricaba elementos diversos para lavanderías. Me quedé veintidós años. Estaban muy contentos con mi desempeño, y también emplearon a mi hijo.

Coincidentemente, Turi, desde 1984 no trabajó más. Como vendedor ambulante no estaba autorizado, no tenía el permiso necesario, y le secuestraban toda la mercadería. Además, por diversos motivos no podía regularizar su situación. Comenzó a quedarse en casa, hacía las compras, y colaboraba con las tareas domésticas. Estaba tranquilo. Yo trabajé hasta 2006, en total 27 años, y me jubilé. Haz la cuenta de cuántos años tenía: 78. Ninguno creía mi edad. Trabajaba con amor. A fin de mes, contenta, llevaba mi sueldo a casa. He sido una mujer que trabajó siempre y crié tres hijos con la gracia de Dios. Así pude salir adelante. Ahora, querido Mimmo, te he contado mi historia. Quién podría pensar que después de tantos largos años nos debíamos encontrar. Yo, cuando me llamas y escucho tu voz, estoy muy contenta, es como si me volviera una jovencita. Ya no me extiendo más pero te mando un saludo verdaderamente de corazón. Inuzza.

Caterina le envió también fotos de cuando era joven, con los nombres de las personas detrás para que Mimmo no se confundiera. Esperaba que le gustaran. Por último reflexionó: “Qué pena que no hayamos crecido juntos; vivimos nuestra juventud alejados por el destino. Podríamos haber sido felices en nuestra tierra, donde habíamos nacido. Adiós Mimmo, pienso siempre en ti con afecto. Muchos saludos. Inuzza”.

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esta foto le mandó domenico a caterina en 2011.

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después del reencuentro con domenico, caterina regresó con sus afectos.

Finalmente, el encuentro

Al saber que Caterina era viuda, Domenico la invitó para que conociera la Argentina. Le regaló el pasaje y le sugirió que aprovechara la oportunidad de viajar acompañada por un sobrino suyo y su familia, radicados transitoriamente en Italia, pero que tenían previsto regresar a Concordia.

Los hijos de Caterina, conocedores de todas las dificultades de su vida, la alentaron para que aceptara.

Domenico, muy enamorado, la recibió en Buenos Aires en octubre de 2011. Caterina, por primera vez, disfrutó de una cálida Navidad, como nunca lo había imaginado.

Pasearon su amor por Concordia, Puerto Yeruá, Mar del Plata y otros lugares de Argentina y Uruguay. Pero Caterina debió regresar a Italia; su visa no le permitía quedarse más tiempo. Fueron tristes los meses de separación, con momentos de alegría cuando hablaban largamente por teléfono, muchas veces al día.

Acordaron que Mimmo, a su vez, viajaría a Italia. El 20 de junio de 2012 marchó cargado de ilusiones, con el propósito de permanecer juntos hasta regresar ambos a Concordia, antes del invierno europeo. Así lo hicieron y, además, decidieron que no se volverían a separar. Alternarán las estaciones entre los dos continentes, entre Concordia y Milán, hasta que no tengan más fuerzas para viajar.

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caterina en milán con su hija, yerno y nieta.

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doménico y caterina en mar del plata en 2011.

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caterina en messina a los 38 años, en 1964.