Un agradecido de la vida

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Andrés Ellena

El ginecólogo santafesino -que llegó a ser director del hospital Iturraspe- relató su historia de vida como médico, tras su jubilación. Contó cómo es la etapa que está viviendo actualmente como consecuencia de la insuficiencia renal que padece tras un cáncer de uréter, y cómo valora y disfruta la ayuda de su familia y el apoyo de los amigos.

TEXTOS. REVISTA NOSOTROS. FOTO. PABLO AGUIRRE.

 

SU ENFERMEDAD. “Mi crisis médica empieza en diciembre de 2009: como todas las mañanas, me levanto y voy a hacer pis y era un chorro de sangre. Uno sabe demasiado, a veces... Con una ecografía me encontraron un tumor de uréter, que es rarísimo. Tenía una sola posibilidad, que era quirúrgica: a cielo abierto, que te abren como si fuera un libro, o una laparoscopía. Aquí nadie se animó a hacérmela, creo que porque soy médico (risas). Me fui al Hospital Italiano de Buenos Aires y me atendió un médico joven, que no debe tener más de 50 años. El 5 de enero de 2010 me interné para la cirugía oncológica. Me sacaron un riñón, el uréter, parte de la vejiga y los ganglios, con la laparoscopía”.

LA DIÁLISIS. “Tuve una evolución realmente muy buena hasta septiembre, cuando el otro riñón empezó a fallar y empecé con todas las complicaciones propias de no orinar. Hace dos años y medio que hago diálisis tres veces por semana, cuatro horas por día conectado a la máquina. Vivo bien, con buena calidad de vida, muy tranquilo y ahora más, pese a que tengo esta enfermedad. El único problema es estar esas cuatro horas con el traste pegado al sillón, que molesta. Bajé 30 kilos. Pero estoy bien. Hago rehabilitación todos los días en la clínica del Dr. Gustavo Saredo y, por supuesto, estoy con tratamiento psiquiátrico y apoyo psicológico, que es fundamental. He tenido todas las complicaciones que se te puedan ocurrir por la diálisis: una hemorragia digestiva con dos paros cardíacos (me salvó la gente de la Clínica de Nefrología, que es muy buena y me contiene mucho). También se me cortó el tendón de Aquiles y estuve con un problema digestivo por almorzar después de la diálisis. ”.

CALIDAD DE VIDA. “Todavía no tengo asimilada la diálisis. Me doy cuenta de que no tengo otra alternativa. Sé que es vida o muerte. En esas horas, leo, escribo cartas o veo televisión; a veces la paso bien pero no me puedo dormir, como otras personas. Pero si quiero vivir y tener una buena calidad de vida me la tengo que bancar. Hay que seguir luchando, peleando. Esta charla tiene que servir para que la gente sepa que un cáncer no es la muerte, que se cura, pero que necesitás ayuda. No puedo pedir transplante porque el origen es un tumor, un cáncer. En casa, la única que tiene mi mismo grupo de sangre es Inés, mi hija que está en Buenos Aires. Pero tiene 33 años y no quiero sacarle un riñón porque la convertiría en una mujer de alto riesgo para un embarazo. No me quiero quedar mañana con un remordimiento de conciencia. Tengo ciertas limitaciones físicas y por eso no puedo manejar o viajar (que era una de las cosas lindas que tenía y, gracias a mi profesión, tuve la suerte de conocer mucho) y caminar me resulta imposible porque me duelen mucho las piernas. A veces me siento atado porque tengo que estar dependiendo de alguien; además, me sobreprotegen. Pero los tengo a todos incondicionalmente”.

LA JUBILACIÓN. “Me jubilé hace un año y medio y antes había pedido licencia por enfermedad. Un buen día me fui: ya venía conversado el tema con Titina, mi esposa (con quien vamos a cumplir 40 años de casados) y mi familia. Incluso, un día me encontré que los chicos me habían desarmado el consultorio. Sólo faltaba ese empuje. Estoy bien, tengo una buena calidad de vida. Disfruto mucho de mis seis nietos, de mis cuatro hijos: Pía, la mayor, que es ingeniera en sistemas y tiene cuatro hijos; Andrés, que es arquitecto, y tiene dos hijos; Inés, que está trabajando en TN en Buenos Aires; y Javier, el nene, que un buen día nos dijo que le quedaban dos materias para recibirse de arquitecto y está trabajando en un estudio. Nos ayuda mucho en casa y me lleva a todos lados. Me conseguí una profesora de computación y en mi tiempo libre me puse a hacer un trabajo chino: empecé a escanear todas las fotos que había en casa. A fin de año le regalé a cada uno de los chicos un CD con fotos, pero todavía tengo más y me voy a dedicar a hacer lo mismo con las diapositivas médicas. Las voy a guardar; quizás alguien después las pueda necesitar”.

LOS AMIGOS. “Otra de las cosas que encontré fue el valor de la amistad. Todos los días, prácticamente, me llama alguien para sacarme a dar una vuelta, tomar un café, ir a la Costanera o a Guadalupe. Son amigos que he tenido toda la vida pero que, antes, no tenía tiempo para estar con ellos. Esto de la amistad es algo que no lo había vivido en mi vida. Recibo llamadas o mails ([email protected]) que me dejan anonadados, como el de un amigo de Santa Fe, aviador, que se embarcó en Malvinas. No lo había vuelto a ver desde entonces y me llamó cuando se enteró que estaba enfermo. También me escribió una chica del grupo de amigos de Córdoba o la hermana de otra amiga que hace 50 años que no veo, que vive en Estados Unidos. Nunca me imaginé el valor de la amistad; es una de las cosas que recojo de todo esto, como muy positiva”.

UNA NUEVA ETAPA. “Esta insuficiencia renal con la diálisis es muy poco al lado de todo lo que me ha dado la vida. Me ha dado cosas feas, pero fundamentalmente cosas lindas. Rescato la familia y los amigos. Tengo una muy buena relación con mis dos hermanas y con Teresa (Pandolfo, su prima) también. He sido el leiv motiv para que ellas se unieran. Por eso, no sé qué más pedirle a la vida. Estoy viviendo otra etapa. No me considero un viejo ‘chongo’ ni tampoco un mocoso: estoy por cumplir 68 años. Pero decime qué más puedo pedir. Insisto: rescato la familia, mi mujer, los chicos y los amigos. Eso no tiene precio ni cómo pagarles a todos”.

VOCACIÓN Y LIBRO

“Mi abuelo Pandolfo (papá de mamá) era médico, de esos que hacían visita a domicilio. Siempre me gustó verlo; era un poco mi ídolo y, además, escribía. Me fui a estudiar Medicina a Córdoba. Tenía 16 años; era un mocoso que ni sabía lo que quería. Arranqué comiéndome huevos, solo, haciéndome mucho el macho. Hicimos un grupo de amigos muy grande; es toda una historia de vida muy linda, muy interesante, que estoy tratando de plasmar en un libro. No sé redactar; sólo voy escribiendo ideas en un cuaderno para que después alguien se siente a hacerlo. Escribí mucho sobre el tema del hospital porque quiero que la gente lea mi punto de vista y por qué me fui, y no que sea lo que dijo la prensa (se refiere al caso de Ana María Acevedo, de 20 años, oriunda de Vera, quien falleció en 2007 de cáncer cursando un embarazo)”.

SU MAESTRO

“A Cayetano Masi, un ginecólogo formado en Rosario que estaba de jefe de servicio en el Iturraspe, le debo todo, mi especialidad. Me llevó por el buen camino, me ubicó. Fue mi padre médico, mi maestro; era un tipo muy generoso. Murió joven; una lástima porque era brillante. Me dediqué a Ginecología y, fundamentalmente, a la parte de Oncología. Creo que la hice a conciencia, no sé si bien o mal, pero la gente me llama, me viene a visitar, me para por la calle, me agradece. Y es una satisfacción. Llegué casi a las 10.000 historias clínicas”.

CARRERA HOSPITALARIA

“Me dio mucha tristeza dejar el hospital después de 40 años. Entré como médico de guardia, llegué a jefe del Servicio de Ginecología y terminé como director, cargo que ocupé 7 años. Tengo el recuerdo de dos ministros de Salud que me abrieron las puertas del ministerio: Carlos Parola, un tipo sensacional, y Juan Sylvestre Begnis, que se murió hace poco. También tuve el apoyo del Lole (Carlos Reutemann), a quien conozco desde que jugábamos a los autitos.”.

POSTERGACIONES

“Mi vida anterior fue de dedicación a mi profesión. Me recibí en el 67 y siempre aspiré llegar a los 50 años de médico y jubilarme, pero no estoy en condiciones; es demasiada responsabilidad. Soy un tipo que me he dedicado a la profesión. Pero postergué demasiado a mi familia por ella, por mis pacientes. Siempre digo -y mi mujer se enoja- que yo no vi crecer a mis hijos: partía a las 7 de la mañana y volvía a las 8 y media o 9 de la noche cuando tenía cirugías. Por eso disfruto tanto de mis nietos”.

así soy yo