Editorial

La agresión no es el camino 

En los últimos años y, en particular durante los últimos meses, la manera de vincularse entre el gobierno nacional y la mayoría de los medios de comunicación parece bastante alejada del intercambio, coherente y fundamentado, de ideas. Y lo mismo ocurre entre exponentes de distinta pertenencia política que no dudan en usar la descalificación para achacar responsabilidades al contrario, en medio de reclamos de genuina validez.

En estos tiempos en que la crispación parece guiar los discursos, los planteos -y las respuestas a esos planteos-, ocurrieron algunos hechos que enrarecieron todavía más el ya complejo y creciente ambiente de confrontación que se vive en el país: abucheos al viceministro de Economía de la Nación Axel Kicillof cuando regresaba al país con su familia luego de un descanso en Uruguay; más agresiones verbales al vicepresidente de la Nación Amado Boudou, en el acto en que se conmemoraron los 200 años del combate de San Lorenzo, y algunos días después, el desagradable episodio protagonizado por el periodista Nelson Castro a quien declararon “persona no grata” en un bar porteño.

El país parece inmerso en un contexto en el que predomina un discurso que no acepta matices y que reduce todo a dos posibilidades -se está a favor o en contra-, sin opción. Por si fuera poco, se multiplican las respuestas “en caliente”, que suelen emplear recursos propios de las redes sociales pero que no son aconsejables cuando se ocupa un lugar público, menos para dar solución a los problemas cotidianos.

Como contrapartida, a nivel social, se observa que entre el reclamo, la manifestación popular y la falta de respeto existe una línea cada vez más delgada. Entonces, se corre el riesgo de expresar las demandas a través de canales no adecuados y se termina respondiendo a una agresión con otra.

Entre tanto, el tiempo sigue transcurriendo para la gente y sus necesidades, incertidumbres y carencias; en tanto que en el plano de las decisiones se intercambian culpas y responsabilidades, más que propuestas y soluciones.

El escrache no puede ser la forma válida de expresar un desacuerdo. Toda persona tendría que poder exponerse públicamente sin temor a ser insultado o violentado. La imagen del presidente de Uruguay José Mujica y su esposa almorzando en un bar, mientras respondían al saludo de quienes pasaban por ahí, marca un contraste que resulta interesante analizar.

Pero así como la descalificación no es el camino, tampoco se puede ejercer la violencia desde el discurso, sea de donde sea que éste provenga: el disenso es válido y necesario, siempre que se practique sin agredir.

En un año electoral, en el que estarán en juego cargos legislativos para el Senado y Diputados de la Nación, e integrantes de concejos municipales en varias ciudades -órganos cuyo funcionamiento se basa en la argumentación-, la necesidad de expresarse a través de un diálogo maduro y constructivo se vuelve imperiosa. También, la práctica del debate y el aporte de ideas y propuestas sobre los temas que preocupan a la ciudadanía.