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“El hombre que fue jueves”

“El hombre que fue jueves”

Gilbert K. Chesterton. Foto: Archivo El Litoral

Según el propio Gilbert K. Chesterton (Inglaterra, 1874-1936), no se presta atención a que su “novela” El hombre que fue jueves lleva un subtítulo, y que ese subtítulo constituye una clave importante. Una pesadilla, reza. La pesadilla que vive un joven empujado por su tiempo al nihilismo, a fantastiquerías morbosas y criminales, algo nada difícil de imaginar para un joven de nuestro tiempo instigado por la vulgaridad y el cinismo a cualquier transgresión.

Chesterton se salvaría del naufragio con la fortaleza de la fe católica, las razones de las paradojas y el espíritu optimista y cómico del arte popular. Pero Una pesadilla sería el testimonio de aquella grave crisis juvenil. Ese subtítulo, además, es importante porque indica un posible género al que debería ser adscripto este texto que ha sido definido de muchas maneras: alegoría, novela metafísica, policial fantástico, panfleto político, sin adaptarse plenamente a cada uno de estos rótulos.

En su Autobiografía, Chesterton habla de su propia juventud y de la propia pesadilla que vivió en aquel período de extravío (y también de un tiempo en que cundían los “venenos” presentes en el anarquismo asesino y en la filosofía de Schopenhauer y Nietzsche): “Mis ojos se habían vuelto hacia adentro antes que hacia afuera; dada mi personalidad moral, puede suponerse que era un estrabismo bastante poco atractivo. Todavía me oprimía la pesadilla metafísica de la negación del espíritu y la materia, el peso de la mórbidas imágenes del mal y el de ese misterio que eran mis propios sesos y mi cuerpo; pero, para esa época, ya me estaba rebelando contra ellos e intentaba construir una concepción más sana de la vida cósmica, incluso si esa concepción pecaba por exceso de salud. Llegué incluso a llamarme optimista, porque estaba horriblemente cerca de ser un pesimista. Toda esa parte del proceso fue luego plasmada en la forma informe de una pieza de ficción: El hombre que fue jueves”.

Y en una entrevista, en 1926, confesaba que había simplemente querido escribir una “historia de detectives”, pero agregando enseguida que buscaba “un tipo particular de historia de detectives”, que en práctica consistía en invertir el proceso típico de estas novelas “y presentar a ciertos personajes que en apariencia son unos terribles villanos y, sin embargo, cuando se los desenmascara, demuestran ser ciudadanos decentes”. Y sentenciaba: “La mayoría de las personas, de hecho, pertenece al bando correcto, sólo que se mantienen en la oscuridad”.

Un poeta, Gabriel Syme es reclutado por Scotland Yard para espiar a un grupo de anarquistas, cuyo acceso se lo ofrece otro poeta con quien discute sobre literatura, el caos y el orden. Gabriel logra ser cooptado para integrar el comando anarquista internacional en cuestión, constituido por siete hombres que llevan el nombre de cada día de la semana (Syme será Jueves). Poco a poco va descubriendo que cinco de esos hombres son también espías/detectives. Sólo resta Domingo, que ha pergeñado toda esta farsa. El final es una suerte de apoteosis surrealista.

¿Quién es Domingo? Chesterton fue acosado con esta pregunta. Aceptó que muchos sugirieran “y en cierto sentido con razón, que el personaje es una versión blasfema del Creador”, pero terminaba revelando que Domingo, “el ogro que parece brutal, pero que también es crípticamente benévolo, no es tanto Dios, en el sentido de la religión o la irreligión, sin la Naturaleza tal y como la ve un panteísta cuyo panteísmo está en lucha con el pesimismo”.

Hay un grito de Syme en el capítulo final que explicita esta idea: “¿Por qué cada cosa sobre esta tierra está en guerra contra las otras? ¿Por qué cada pequeña cosa en este mundo tiene que luchar contra el mundo mismo? ¿Por que la mosca debe batirse con todo el universo? ¿Por qué un diente de león tiene que luchar con todo el universo?”.

Y más adelante (Chesterton fue un atento lector del “Libro de Job”, y precisamente la edición que nos ocupa ofrece como epílogo un ensayo de su autoría sobre ese libro de la Biblia) agrega, refiriéndose a que cada hombre debería estar pronto para luchar por el orden, con tanta fortaleza y valentía como un “dinamitero” anarquista: “No es cierto que nunca hemos sido quebrantados. Nos han despedazado en la rueda del tormento. No es cierto que nunca hemos descendido de estos tronos. Hemos descendido hasta el infierno...”.

En una cuidada traducción e introducción de Ramiro Vilar, se acaba de publicar una nueva versión de El hombre que fue jueves en Ediciones Colihue.