Los que no quisieron el Oscar

Mañana se realiza la 85º entrega de los Premios de la Academia. Es uno de los galardones más codiciados del cine. Pero a lo largo de la historia, hubo algunos nominados y ganadores que hicieron caso omiso o rechazaron el homenaje. Un repaso por los desplantes más célebres.

TEXTOS. JUAN IGNACIO NOVAK.

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George C. Scott realizó una grandiosa interpretación en Patton, que lo hizo merecedor de un premio de la Academia. Pero lo rechazó con duras crítica

 

Mañana a la noche, cientos de millones de personas a lo largo y a lo ancho del mundo seguirán con atención las alternativas de lo que vaya ocurriendo en Los Ángeles. Es que allí, por 85º vez consecutiva, las estrellas más fulgurantes de la industria cinematográfica se reunirán durante algunas horas para asistir a una nueva edición de los galardones que otorga la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, más conocido con el prosaico pero -a estas alturas- conocidísimo nombre de “premios Oscar”.

Este año, entre los que pugnarán en las diferentes categorías aparecen nombres de la talla de Robert De Niro, Steven Spielberg, Sally Field, Denzel Washington, John Williams y Daniel Day Lewis, que se suman a otros que recién comienzan a despuntar en la industria, pero que al igual que sus reconocidos pares de seguro alzarán con gran júbilo -si les llega a tocar en suerte- la dorada estatuilla.

Pero a lo largo de las más de ocho décadas de historia que lleva el Oscar, hubo un puñado de personas que, contra todos los pronósticos, lo rechazaron o manifestaron su desagrado por aparecer en la lista de nominados.

Probablemente, el caso más conocido sea el de Marlon Brando, ganador en la categoría de Mejor Actor en 1972 por su grandiosa y ampliamente conocida interpretación del mafioso Vito Corleone en “El padrino”. El actor, que ya había ganado el Oscar en 1954 por “Nido de ratas”, lo rechazó y envió a la ceremonia de entrega a una muchacha india que subió al escenario y leyó una carta del actor en la que dejaba constancia que su decisión de no aceptar el honor era para protestar por el trato que recibían los indígenas norteamericanos en las películas. Pero no fue el único. Ya en 1935, Dudley Nichols no aceptó la estatuilla por su guión para la película “El delator”, debido a que el sindicato de guionistas, al que pertenecía, se hallaba en medio de una huelga.

Dos años después, otro guionista, John Lee Mahin, conocido hoy por ser uno de los autores del guión de la inolvidable “Quo Vadis”, hizo lo propio. En 1937 competía por su trabajo en “Capitanes intrépidos” y alegó razones políticas para dar sustento a su postura de decir que no al Oscar. Es que afirmaba que el Sindicato de Escritores de Hollywood era marcadamente comunista y hasta hizo extensiva esa acusación a la Academia y su entonces presidente Frank Capra. Ambos se enzarzaron en una dialéctica que fue resuelta por Capra de forma categórica: “No me importa si aceptas o no el premio, o si lo tiras en ese sitio con tapa donde se almacena todo lo concerniente a Hollywood, y ya sabes a que lugar me refiero”, le retrucó. Ese año, finalmente, los ganadores en la categoría de Mejor Guión fueron Heinz Herald, Geza Herczeg y Norman Reilly Raine por “La vida de Émile Zola”, de William Dieterle, con Paul Muni.

OTROS DESPLANTES

En 1938, el que protagonizó un desplante en los Oscar fue el gran dramaturgo George Bernard Shaw, ganador del premio por el guión de “Pigmalión”, protagonizada por Leslie Howard.

“Es como si le diesen un premio al rey de Inglaterra por ser rey. Me parece insultante este honor”, manifestó Shaw, quien hasta hora es el único ganador del Oscar que también tiene en su haber el Premio Nobel de Literatura, que cosechó en 1925.

Declaraciones de similar grado de dureza son las que utilizó el actor George C. Scott cuando fue nominado en 1961 en la categoría de Mejor Actor de Reparto por “El buscavidas”. “Los actores no deberíamos vernos forzados a hacer campaña en favor propio y en contra de otros”, manifestó, poniendo en claro que poco le importaba ganar el premio, que finalmente fue para George Chakiris por “Amor sin barreras”. Pero la actitud de rechazo de Scott fue aún más clara en 1970 cuando ganó el premio al Mejor Actor por “Patton” y no acudió a recogerlo. “Las ceremonias son un desfile de carne de dos horas de duración, y todo por motivos económicos”, se quejó.

LAS MUJERES TAMBIÉN

Un año antes, la actriz de origen griego Melina Mercouri había sido nominada como Mejor Actriz por su interpretación en “Nunca en domingo”. “Al principio me sentí muy honrada con el premio, pero ¿qué clase de honor es ése? En primer lugar, Louella Parsons (una famosa columnista de Espectáculos) escribe que no se debería dar el Oscar a una actriz extranjera sino a un encanto como Doris Day, que hace películas en Hollywood y no en Europa. Después, los de United Artist dicen que no podré ganar si no voy a Hollywood y hago campaña por el Oscar. ¿Qué tipo de campaña debo hacer? ¡No soy Kennedy! Soy una actriz, no un político. ¿Qué quieren que haga, llamar a las puertas y decir: ‘Buenos días, soy Melina Mercouri y me gustaría que votasen por mí como mejor actriz del año’? Antes de ser nominada era una mujer feliz y estaba relajada. Ahora ya no”. Poco importó la tristeza y el cinismo de Mercouri, ya que ese año el premio lo ganó una de las actrices más famosas y queridas de la historia del cine norteamericano: Elizabeth Taylor por “Una mujer marcada” de Daniel Mann.

Pero la actriz griega no fue la única mujer que observó con desconfianza su nominación. La hermosa Susannah York, muy conocida en los ‘60 y ‘70 se expresó sin ambages frente a su candidatura como Mejor Actriz de Reparto en 1969 por “El baile interminable”.

“Me pone furiosa haber sido nominada cuando he intentado no serlo. Me pone furiosa que me hayan nominado sin pedir mi consentimiento”, disparó, visiblemente turbada. De todas formas, ese año el Oscar en tal categoría fue para una jovencísima Goldie Hawn, quien hacía sus primeras armas en el cine, por su hilarante actuación en “Flor de cactus” de Gene Sacks, donde compartió cartel con dos leyendas como Walter Matthau e Ingrid Bergman.

CAMBIO DE ACTITUD

Hoy Dustin Hoffman, con toda posibilidad, es uno de los actores vivos más famosos del mundo y uno de los mimados por la industria cinematográfica, que lo galardonó varias veces. Pero hace poco más de cuatro décadas, cuando era todavía un actor en vías de convertirse en estrella, no tenía una mirada demasiado idílica sobre las premiaciones.

En 1967, cuando resultó uno de los finalistas para el Oscar al Mejor Actor por “El graduado”, de Mike Nichols, afirmó: “Espero no ganar el Oscar. Me deprimiría conseguirlo”.

No pasó mucho tiempo hasta 1974 cuando fue otra vez finalista, esta vez por “Lenny” de Bob Fosse. “Los premios de la Academia son obscenos, sucios y no mejores que las competiciones de belleza”, aseguró. Pero para fines de esa misma década cuando resultó finalmente ganador por su papel de un padre recién divorciado que debe hacerse cargo de su pequeño hijo en “Kramer vs. Kramer”, cambió totalmente su mirada sobre el premio. “El Oscar no tiene genitales ... quiero agradecer a mis padres por no practicar el control de natalidad”, dijo al recibir su estatuilla.

Más tarde, Hoffman fue nominado al Oscar por su notable trabajo en “Tootsie”, de 1982, lo ganó en 1988 por su composición de un autista en “Rain man” y fue finalista en 1997 por su trabajo en “Mentiras que matan”, donde compartió los créditos con Robert De Niro.

Hasta aquí llega la lista de los que volvieron la cara a los premios cinematográficos más conocidos del planeta. Después, hay una lista algo más amplia de otros ganadores y nominados que se destacaron por no asistir nunca a las ceremonias de entrega, pero cuya ausencia no implica necesariamente un rechazo por las estatuillas.

Es el caso de directores como John Ford o actores como Katharine Hepburn, Glenda Jackson, Laurence Olivier, Albert Finney o Paul Scofield. Y después está la lista, ésta sí irreproducible en estas páginas por su enormísima extensión, de los que aceptaron el honor con todas las pompas del caso. Una nómina que mañana a lo noche se hará un poco más extensa.

Apostillas

En 1969, dos hijos de Henry Fonda fueron nominados al Oscar. Jane por su actuación en “El baile interminable” y Peter por el guión de “Busco mi camino”. La reacción del veterano actor no se hizo esperar: “¿Cómo demonios me puede gustar haber estado tantos años en este negocio y ver cómo uno de mis hijos gana el Oscar antes que yo?”.

En 1937, el productor Louis B. Mayer recibió el Oscar en nombre de Spencer Tracy, Mejor Actor del año. Y declaró: “Tracy es un gran actor, pero lo mejor de él es que sabe lo importante es cumplir las órdenes que se dan desde mi despacho”. A lo que el actor replicó: “¿Qué era eso, un halago o una amenaza?”.

En 1947 había dos amigos que competían por el Oscar al Mejor Actor: William Powell y Ronald Colman. Este último se alzó con la estatuilla. Y Powell le envió un telegrama que decía: “Después de todo, me parece bien que hayas ganado. No te quedan muchos años de vida, mientras que mi futuro sólo acaba de comenzar”. Powell tenía 55 años y Colman 57.

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George Bernard Shaw calificó como insultante el honor de haber ganado un Oscar por la adaptación de su famosa obra Pigmalión.

La Argentina y los premios

Que las películas nacionales son muy bien vistas en el exterior es una premisa -a estas alturas- difícilmente rebatible. De hecho, la Argentina es el único país de Latinoamérica que tiene en su historia dos filmes que resultaron ganadores del premio Oscar en el rubro de Mejor Película Extranjera: “La historia oficial” de Luis Puenzo, en 1986, y “El secreto de sus ojos” de Juan José Campanella, en 2010.

Pero estas dos exitosas producciones nacionales no fueron las únicas que pugnaron a través de los años por la dorada estatuilla. En la gala de 1975, en la que se premiaron las producciones de 1974, “La tregua” de Sergio Renán fue una de las elegidas para conformar la terna. Pero le tocó un rival casi imbatible que se quedó con el galardón: la maravillosa “Amarcord” de Federico Fellini, uno de los directores extranjeros más mimados por Hollywood.

En 1985 -justo un año antes de que “La historia oficial” se alce con el primer Oscar para Argentina- otra película rodada en estas latitudes pugnó por el premio. Fue “Camila”, de la prestigiosa directora María Luisa Bemberg. En esta oportunidad, la estatuilla fue para “La diagonal del loco”, una producción suiza dirigida por Richard Dembo.

Para la próxima nominación argentina hubo que esperar hasta 1999 cuando la coproducción con España llamada “Tango”, dirigida por Carlos Saura y protagonizada por Miguel Ángel Solá, fue ternada. Sin embargo, perdió ante la conocida obra de Roberto Benigni “La vida es bella”, uno de los éxitos internacionales de 1998.

Y la última de las películas argentinas que pugnó por el premio de la Academia y no lo ganó fue “El hijo de la novia”, de Juan José Campanella, entrañable film protagonizado por Ricardo Darín, Héctor Alterio y Norma Aleandro. Esto ocurrió en 2002, casi un lustro antes de que la dupla Campanella-Darín tuviera su revancha con “El secreto de sus ojos”.

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La historia oficial es uno de los dos filmes argentinos que ganaron el Oscar. El otro es El secreto de sus ojos.

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Marlon Brando en el papel de Vito Corleone, que le valió su segundo Oscar, al que no aceptó como una forma de protesta.

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Susannah York se puso furiosa a fines de los años 60’ cuando se enteró que la habían nominado.