Memorias de los nonos

La familia Bergamasco se reencontró para recordar a sus progenitores. Entre todos dieron forma a una publicación que recopila las mejores historias, semblanzas y anécdotas de Silvia y Benito.

TEXTOS. REVISTA NOSOTROS. FOTOS. GENTILEZA FAMILIA BERGAMASCO.

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Los descendientes de Benito y Silvia Bergamasco organizaron una reunión en la ciudad de Esperanza con el objetivo de encontrarse y recordar a sus nonos. La ocasión sirvió también como oportunidad para presentar la edición de un pequeño cuaderno que recopila las semblanzas, anécdotas y enseñanzas de estas dos personas que marcaron con su cariño, cuidado y humildad a varias generaciones.

Carola Sosa y Adriana Mottier, dos de sus nietas, cuentan: “Benito era hijo de dos italianos, nació acá. Silvia era correntina, hija de un catalán y una paraguaya; conservaba una mezcla de idiomas y de costumbres porque recordaba un poquito del catalán de su papá, pero sus papás murieron cuando ella era chiquitita y se fue a vivir a San Justo con un prima grande casada con un alemán, después la casaron con nuestro abuelo y se fue a vivir con él y su familia, nuestra bisabuela no hablaba castellano, así que para poder comunicarse con su suegra tuvo que aprender italiano”.

UNA FAMILIA NUMEROSA

El matrimonio Bergamasco tuvo nueve hijos, dos mellizas murieron al nacer. De los siete restantes, tres eran varones: Humberto Benito, Leopoldo Emanuel y Amilcar Lorenzo; y había cuatro mujeres: Mabel Elvira, Lilia Vilma Santina, Alicia Silvia Gerarda y Amelia Dominga. Hoy aún viven tres hermanas. Todos ellos dieron a la familia 17 nietos y muchos bisnietos. “Todos mis tíos fallecidos -recuerda Carola- murieron después de mi abuela, ella no vió morir a nadie. Siempre decía, no sé si en serio o en broma, ‘yo hice un pacto con el diablo: no se muere nadie antes que yo’”.

La nona deseaba que todos sus hijos terminaran la escuela, por eso insistió para que la familia dejara el campo en el que vivía, en Colonia Tres Reyes (hoy, un barrio de San Justo). Ayudados por una familiar, Silvia, Benito y sus hijos se mudaron a la ciudad de Esperanza. Allí él trabajó en la Municipalidad, donde años más tarde se jubiló, aunque también realizaba muchas otras tareas porque había que mantener a una familia muy numerosa. Ella era ama de casa, atendía a sus hijos y luego a sus nietos. “Su gran descanso era los sábados a la noche -cuentan sus nietas- hacía solo mate cocido con leche y había que prepararse pan con dulce, dejaba todo listo desde mediodía. Ese era su único recreo”.

RECUERDOS

No es la primera vez que los descendientes de la familia Bergamasco se reúnen, ya lo habían logrado hace doce años. En esta oportunidad se juntaron en un club de Esperanza con una gran asistencia. A partir de esta convocatoria y vía Facebook, una de las nietas comenzó a pedir y recopilar historias, recuerdos y anécdotas de los nonos Silvia y Benito. Todo quedó plasmado en un pequeño libro que Adriana y Carola armaron e imprimieron. Así, las historias de hijos, nietos y bisnietos traen a la memoria el recuerdo de estas dos personas que marcaron sus vidas. Estos son algunos fragmentos:

“El recuerdo viene más acá en el tiempo, de una casa grande, olor a comidas, olor a recuerdos... y esos dos viejitos tan dulces, tan buenos, casi parecían salidos de un cuento... Y al entrar estaban, expectantes siempre, dos bellos teritos alertas, atentos.

Eran sus guardianes, guardianes de sueños.

¿Dónde habrán volado? Se fueron con ellos”.

(Juan José y Alfonsina Sara Chizzini)

“...Cascaritas de limón ralladas, lluvia de azúcar, vainilla,

Calentitos buñuelos, un solo huevo y harina.

Te envolvían los aromas de dulces y leche tibia,

de cocción de horas la sopa, del almíbar de naranja

con que bañaba las tortas que enfriaba en la ventana,

ventana que daba a la parra, y el aroma de la salvia.

Alpargatas, sombrero de paja, todas las huellas sus manos.

Ella, delantal y pañuelo arropando su alma mansa.

Una blanca nube en el patio, al lado del gallinero,

estaba el ciruelo en flor compitiendo con el cielo.

Maduras mieles jugosas como el alma de los nonos

era manjar de los dioses, dulzor de estío y enero.

Mirada pícara, mirada tierna, manos curtidas, manos serenas.

En la galería, arrullos, canciones y viejos cuentos...”.

(Adriana Mottier)

“Dicen que cuando se siembra mucho, se cosecha en abundancia...

Creo que los nonos que ya no están siguen cosechando, y a manos llenas, porque en todos y en cada uno de nosotros, hijos, nietos y bisnietos quedaron grabados a fuego sus demostraciones de afecto, de cariño y, por qué no, un poco de su orgullo por ser parte de esta familia.

Porque se brindaron por entero, porque desde su humilde casita que hoy, al menos en lo que a mi respecta, me parece una mansión, daría lo que no tengo por volver a dormir en esa cama tibia...

Porque a veces, solo para acariciarme el alma, cierro los ojos y vuelvo a sentir el aroma de las fresias y las alverjillas del jardín, o del dulce de zapallo cociéndose lentamente en el brasero...

Se escucha el murmullo de niños jugando en el patio grande de una casa humilde. Luego esos mismos niños se sientan a escuchar tranquilos los cuentos que cuentan los nonos. Quizás el más pequeño duerme dulcemente en aquel regazo tan suave y tan bello...”.

(La nieta mayor)

“De la nona aprendí a construir la familia con todos adentro, pendiente de todos, y sin un comentario de alguien ausente... Mansa, conciliadora, maternal. Lo que siempre recuerdo son los regalos de Navidad, éramos tantos que empezaba a organizarse en enero para llegar a diciembre cumpliendo con todos, y encima no era un trámite, siempre el regalo era lindo, útil. Se reía con todas las fuerzas que le quedaban a la sonrisa y al optimismo le apostaba todas las fichas.

Del nono aprendí su pasión por el trabajo, su inteligencia práctica para dar solución casera a todos los problemas domésticos que se podían presentar y todo eso estaba plasmado en sus manos, las huellas del trabajo estaban todas allí y yo, desde chiquita, después de saludarlo lo primero que hacía era mirar sus manos con mucha admiración...”.

(Viviana Mottier)

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