Tribuna de opinión

Valores, formación académica y militar

Jorge Augusto Cardoso

El Ministerio de Defensa ha anunciado que se producirán profundos cambios en los Liceos Militares, cambios que hasta llegarían a hacerlos perder su identidad.

En los considerandos de estas medidas se han hecho afirmaciones, a mi juicio, por lo menos discutibles acerca de la función de esos institutos y su contribución tanto a la sociedad como a la Defensa Nacional, razón que me impulsa a efectuar las siguientes apreciaciones:

No es función primordial de estos institutos preparar ciudadanos para la actividad exclusivamente militar a su egreso, aunque se los capacita para desempeñarse como Jefes de Sección de fracciones orgánicas como reserva en caso de tener la Nación necesidad de su incorporación (movilización decretada por el Estado en caso de guerra). Para el desempeño en esos niveles de conducción de táctica inferior y técnicas de procedimientos, no se requiere poseer título universitario alguno. Es lo mismo que suponer que para efectuar una soldadura eléctrica se requiera ser ingeniero o contador. Los Oficiales egresados de los institutos de reclutamiento de las Fuerzas Armadas obtienen un título de grado a su egreso porque la perspectiva futura de su desempeño así lo requiere, sobre todo en la concepción de técnicas superiores, tácticas y estrategias, que deberán dominar en el ejercicio de los roles superiores al de Jefes de Sección.

La reforma que se introdujo en los ‘90 no se realizó como excusa -tal como se sostiene en los considerandos del Ministerio Defenza-; se realizó a partir de lo que imponía entonces la Ley Federal de Educación. Al quedar establecido que el secundario quedaba reducido a sólo tres años de cinco que eran los anteriores (educación polimodal) y siendo necesario aumentar las matrículas para que los liceos dejen de ser demandantes del presupuesto de las Fuerzas, se decidió incorporar el nivel primario y, como lo fijaba la mencionada ley, debía sumarse el nivel preescolar. Por cierto que esos estamentos educativos quedaron a cargo de docentes no militares seleccionados y perfectamente capacitados que han gozado y gozan de prestigio y aceptación por parte de la sociedad. Esos niveles nunca recibieron algún tipo de instrucción militar.

Los Liceos Militares han sido, y espero que lo sigan siendo, verdaderas escuelas de formación ciudadana que imparten a sus integrantes valores de contrapeso en esta sociedad cada vez más materialista, reducida a la triple consigna de: bienestar a ultranza; beneficio rápido sin riesgo y sacrificio; seguridad.

Los valores militares son un elemento de equilibrio moral indispensable a la vida misma, pues ésta es de por sí una lucha, sobre la cual, desde sus mismos principios, domina la sombra de la muerte. La formación militar traspone el combate que cada individuo lleva en su interior contra las fuerzas que busca dominar y someter en otro terreno. La ética militar no es así un culto gratuito a la obediencia o a la fuerza, sino una subordinación del individuo a un principio superior, dominio del ser interior y del comportamiento.

Es indispensable la difusión de la ética heroica en la sociedad y en la restauración, en su seno del equilibrio de los valores. Los liceistas, formados en el coraje, el esfuerzo (aún en el físico), en el cumplimiento de normas, respeto a la autoridad, la convivencia pacífica y solidaria, el arrojo, la decisión, la obediencia, disciplina y sacrificio, contribuyen, en su interrelación con la sociedad, a difundir estos valores; valores indispensables para la vida en comunidad, y esta es la más importante función de los liceos. No es diluyendo estas axiologías como lograremos vivir mejor en la sociedad, por el contrario, ésta demuestra en los hechos cotidianos cuánto más las necesitamos. Otra función, no tan relevante pero importante es, ciertamente, contribuir a la formación de las reservas armadas de la patria para estar listas, sin dilaciones, cuando se las necesite.

No encuentro discrepancias en cuanto a contenidos y disciplinas a incorporar en la currícula; parece interesante que los alumnos se orienten en ciencias básicas y en tecnología a aplicar en el sistema de defensa y en la sociedad. Nuestro país requiere técnicos y científicos capaces de crear, innovar y producir bienes y servicios que contribuyan a la mejor vida de la gente y a la defensa de su vasto territorio. Es indispensable mantener el concepto de que para defenderse no sólo bastan medios, hace falta voluntad y entrenamiento.

Es cierto que los pueblos tienden a la integración y cooperación mutua, pero está en la naturaleza humana el conflicto y la escalada de violencia, así lo demuestran la historia y el presente. La paz se mantiene por el equilibrio del terror, de la capacidad de daño a producir si me atacan o perjudican, porque así es la vida; por eso más vale encontrarse preparados que no estarlo. Sería una ligereza dejar de lado el famoso “Si vis pacem, para bellum”. En nuestra propia patria, conviviendo entre compatriotas, con el concepto de paz e integración y cooperación entre los argentinos... ¿Alguien se animaría a vivir en una zona que carezca de presencia policial para la disuasión? ¿Alguien dejaría a sus hijos menores y guardaría sus bienes en una casa sin rejas y sin llaves? Las utopías existen, en el plano de las teorías.

Los futuros conflictos regionales y mundiales se centrarán en el dominio de las cuencas de agua potable; las tenemos dentro de nuestro territorio; querrán venir por ellas.

Me parece muy adecuado que se elimine la subvención que se realiza a través de las cuotas que aportan las familias para permitir que los sectores más pobres puedan acceder a estos establecimientos; pero eso debe tener su contrapeso con una asignación irrevocable y sostenible de recursos que aporte el Estado para mantener, por lo menos, los mismos servicios actuales con la misma o mejor calidad. Si así no fuera, se le estaría quitando a un gran sector de la sociedad, el derecho a elegir la educación que quieren para sus hijos, aunque esto les signifique otro gasto más a lo que hacen con sus contribuciones ordinarias.

Encuentro también discutible que se pretenda quitar la conducción de esos establecimientos a quienes ahora la detentan para dejarlas en manos de civiles. Quienes las conducen son profesionales con títulos de grado y posgrado; con vasta experiencia en educación. Los liceos han obtenido niveles de excelencia en las comprobaciones y evaluaciones realizadas por autoridades competentes, gozan de prestigio en la sociedad donde se asientan. Es un patrimonio de todos los argentinos; invito a mis compatriotas a concurrir a un día de actividad normal a cualquiera de ellos, desde la mañana, donde los niños y adolescentes rinden homenaje a los símbolos patrios con fervor y entonan sus himnos: “verdad, verdad, justicia y equidad...”. Estoy seguro que se les hará un nudo en la garganta, se enturbiarán los ojos y se hinchará el pecho de orgullo de saberse argentinos.

Por último, sirva esta leyenda romana como sostén y síntesis de lo expuesto: “Roma vive una crisis política. Un enorme abismo se abre y va extendiéndose en la plaza pública. Los libros consultados anuncian que la tierra se detendrá si recibe lo más precioso que tiene el pueblo romano, y para entonces, por el tiempo que éste viva, producirá en abundancia lo que hubiera recibido. El pueblo arroja en el abismo regalos sagrados, plata, oro..., pero nada sucede y la tierra continúa devorándose todo al abrirse. Marco Cursio, ilustre por sus hazañas guerreras y por su sabiduría, pide acceso al Senado y explica que lo más precioso para Roma es el valor de sus hombres, y que si hubiera uno que se sacrifique voluntariamente por la patria, la tierra producirá en abundancia hombres con coraje y solidarios con su pueblo. Así, vestido con sus armas y montado en entorchado caballo de guerra, invocando a los dioses, se arroja al abismo. La multitud enardecida tira víctimas animales, herramientas de trabajo, cereales, telas y objetos característicos de todos los oficios... y la tierra se cierra”. ¿Qué idea sostiene la leyenda? Que a la crisis que inquietó a los romanos, la tierra amiga del pueblo, de la plebe, trae una solución. En primer plano surgió el guerrero desinteresado, dispuesto al sacrificio, con valor; en tanto él no se hubo manifestado, todo lo que se había arrojado no sirvió para nada. Él se arroja, símbolo elocuente de las virtudes ciudadanas y de líder solidario. Después de él, y sobre él, como si fuera el fundamento, las ofrendas que arroja el pueblo adquieren sentido y utilidad; así, la tierra satisfecha de haber sido comprendida pone fin a su amenaza.

Valores, formación académica y militar

Liceístas. Los Liceos Militares han sido verdaderas escuelas de formación ciudadana que imparten a sus integrantes valores de contrapeso en esta sociedad cada vez más materialista. Foto: Guillermo Di Salvatore