“GERMANIA”

En vísperas de la disolución

GERMANIA

Con una estética virtuosa en el manejo de la luz y la composición del plano, la ópera prima de Maximiliano Schonfeld registra el desarraigo de un pequeño grupo familiar de ascendencia alemana que vive en una cerrada comunidad de la provincia de Entre Ríos. Foto: Gentileza producción

 

Rosa Gronda

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En el bucólico entorno de una aldea entrerriana, entre cantos corales religiosos y suaves puestas de sol, la ópera prima del joven director Maximiliano Schonfeld puede entenderse como una breve, atípica y bella alegoría con resonancias apocalípticas. Relato íntimo de un microcosmos rural, “Germania” también puede leerse como un ensayo acerca de la extinción de formas de vida tradicionales en el interior argentino, donde los campesinos emigran y dejan sus raíces ante la promesa de cultivar soja (mirada puntual, actual y sociológica) pero sin dejar de ser un siempre inquietante relato saturado de otros significantes universales.

El film narra cómo cada miembro de una familia integrada por una madre viuda con dos hijos adolescentes transitan las vísperas que preceden una partida obligada, a causa de la quiebra de su granja, donde los animales están muriendo por la degradación del ambiente (se habla de un virus o del exceso de cloro en el agua).

Cada uno vive de forma diferente el duelo que implica dejar sus afectos esenciales. Por un lado está el punto de vista de los dos jóvenes hermanos Lucas y Brenda, generacionalmente más desapegados a las rígidas costumbres, que manifiestan su apertura en el uso del lenguaje que, en el caso de la madre (Margarita), jamás se sale de su dialecto proveniente de los inmigrantes del Volga finisecular.

Dentro de su minimalismo, el film sostiene una ambigua atmósfera tan suave como intrigante. No es una película de mera contemplación, sino que acumula interrogantes sobre vínculos esenciales como el amor, la soledad, las raíces y el desarraigo.

Con una impronta visual muy personal, se suministra información muy retaceada, para dejar que los personajes desde su silencio y el constante juego de miradas construyan la trama. Así abundan largas panorámicas mudas y primeros planos sin demasiadas palabras pero cargados de tensión donde late la endogamia, la represión y la búsqueda religiosa o sexual.

La obra tiene un registro entre la ficción y la mirada documental. El director avanza su relato confiando en sus imágenes, eligiendo qué partes mostrar para solamente sugerir el espacio de construcción del todo.

La película capta aspectos interesantes de la cotidianidad de la aldea alemana: las muchachas en el tractor o desplazándose entre los fardos; los jóvenes jugando entre los cultivos como si fuese un mar; el baile en el pueblo; las partidas de truco; los picaditos de fútbol; el interior de los criaderos de aves vistos desde una perspectiva desnaturalizada.

El espacio como poética

Sin caer en preciosismos, la fotografía contiene muchas imágenes para el recuerdo con planos que aprovechan a fondo la profundidad de campo y contienen casi siempre el desarrollo total de una escena.

El director consigue un complejo equilibrio entre lo explícito y lo implícito, entre la información que continuamente la película agrega desde los diálogos y aquello que se desarrolla bajo la superficie, lo verdaderamente importante, esa tragedia en sordina que sufren los protagonistas, y que contrasta con el hábitat idílico que los rodea.

El espacio físico y la intimidad de los personajes interactúan multiplicando los significados, realzados por un uso virtuoso del sonido y de la luz. Mucho del clima original de “Germania” se debe a su particular montaje sonoro: los momentos musicales conectan acciones y también se superponen sobre la banda sonora original de lo que se muestra, como en el baile de pueblo donde pasa de escucharse una polca tradicional a misteriosos acordes electrónicos de reverberancias cósmicas.

En cuanto a la reprimida tensión sexual que atraviesa todas las relaciones (donde el incesto es una posibilidad siempre sugerida) también se apoya en climas generados por la música en off, de inquietantes cuerdas, que reflejan la turbación de los protagonistas.

En un marco muy poco recorrido por el cine nacional, casi siempre focalizado en centros urbanizados, el filme es también una experiencia estética de otro orden para el espectador citadino, no solamente porque hace de la ambigüedad un planteo narrativo, sino por lograr que la captación del espacio se convierta en una verdadera poética.

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MUY BUENA

GERMANIA

Argentina/2012 / Guión y dirección: Maximiliano Schonfeld / Fotografía: Soledad Rodríguez / Música: Jackson Souvenirs / Edición: Anita Remón / Sonido: Manuel de Andrés / Dirección de arte: Laura Gamberg / Elenco: Brenda Krütli, Lucas Schell y Margarita Greifenstein / Distribuidora: Pasto Cine / Duración: 75 minutos. Apta todo público. Se exhibe en Cine América.