¿Y dónde está el piloto?

Carlos Vernazza (*)

El título de la nota se refiere, por supuesto, a la gran comedia estadounidense de 1980, que obtuvo el décimo premio entre los filmes más cómicos de todos los tiempos.

Se trata de una parodia del género catástrofe, de un vuelo que se dirigía hacia Los Ángeles, cuando imprevistamente el piloto, su copiloto y la gran mayoría de los pasajeros se intoxican con la comida servida a bordo. Entre los viajeros se encontraba un expiloto del ejército con un trauma psicológico por haber participado en la guerra, pero ante la gravedad de la situación, y en contra de su voluntad, debe hacerse cargo de los mandos de la aeronave. Por fortuna, a pesar del terror que la situación le provoca, logra aterrizar exitosamente con la ayuda de los controladores aéreos.

Todos sabemos que el avión es el medio más seguro. Como muestra valen las estadísticas de 2012, con más de 63 millones de vuelos comerciales y apenas siete accidentes, de los cuales cuatro fueron fatales. Así y todo, son numerosos los eventuales pasajeros que tienen pánico de volar. Pero olvidan, por ejemplo, que en las rutas argentinas mueren en promedio 22 personas por día.

Aeropuertos peligrosos

Las encuestas realizadas por distintas consultoras de los cinco continentes no coinciden plenamente en su calificación de la peligrosidad de los aeropuertos del mundo. Pero sí hay una lista que se asemeja bastante a la realidad. Para esta mayoría, el aterrizaje más difícil se hace en Courchevel, una pequeña ciudad situada en los alpes franceses, que tiene una pista de sólo 525 metros de largo y 40 de ancho, ondulada y con declive.

En lo que nadie tiene dudas es en el segundo puesto: la estación Princesa Juliana de Saint Marteen, el último país independiente reconocido por las Naciones Unidas. Allí, los Boeing 747 de Air France pasan tan solo a 25 metros sobre los turistas que caminan por la playa que está pegada al aeropuerto, para ver este espectáculo inigualable.

Para History Channel, el aeropuerto más peligroso del mundo es el de Tegucigalpa, en Honduras, denominado Toncontin, donde este viajero también aterrizó. Tiene una pista de 1.800 metros para recibir grandes aparatos, cuando en general se necesitan mil metros más.

Otro muy complicado en la nómina es el de la Isla de Saba, situado en el Caribe, que pertenece a Holanda. Su pista tiene una extensión de apenas 396 metros. También la Isla de Saint Barthelemy, famosa por su belleza y carestía, tiene un recorrido corto: 650 metros. Claro está que estas estaciones no pueden recibir aviones de gran tamaño, pero sí máquinas con unos 150 pasajeros.

El show de Gibraltar

Este cronista tuvo la oportunidad de presenciar algo inaudito: aviones que descienden en la principal avenida de una ciudad, donde circulan autos y ómnibus, y que es clausurada momentáneamente con barreras como las del ferrocarril para que los aviones despeguen o aterricen, ya que utilizan esa vía como pista. Fue inaugurada en 1949, pertenece a una colonia inglesa -Gibraltar-, pero los vuelos que llegan hasta allí no son exclusivamente británicos, sino de todo tipo de nacionalidades.

Un caso rarísimo es el del aeropuerto de Paro, en al asiático Bután, ya que está rodeado por montañas de más de cinco mil metros. En este caso la peligrosidad es tal, que tiene vital importancia la pericia de los pilotos. Por eso apenas ocho en el mundo tienen autorización para aterrizar allí.

La Paz, otro caso

Quienes volaron alguna vez a La Paz, Bolivia, muchos de ellos salteños, habrán advertido que descender en El Alto no es para cualquiera. Es más, al menos la mitad de los pasajeros se descomponen al bajar la escalerilla. ¿Por qué? Es simple: este aeropuerto es el más alto del mundo, con 4.100 metros sobre el nivel del mar. Los que bajan, de inmediato son víctimas del conocido ‘apunamiento‘. Por suerte, allí mismo está situado un hospital donde se le suministra oxígeno a quienes lo necesitan. Una ayuda que es inevitable para quienes no están acostumbrados a estas condiciones.

Siguiendo con la lista de los más peligrosos, podemos mencionar al segundo aeropuerto con mayor tráfico de pasajeros de Brasil, el de Congonhas, en San Pablo. Tiene dos pistas, pero un vuelo por minuto. La muerte se hizo presente allí dos veces con accidentes de la principal compañía brasileña, TAM. El primero, en 1996, a raíz de frenos que no funcionaron. Y el segundo, en 2007, producto de que el avión pasó de largo y se estrelló contra los tanques de combustible. En este caso murieron 199 personas.

Sería imperdonable no incluir en esta nota al aeropuerto de Osaka, en la segunda ciudad de Japón. Allí, caso único, se construyó una aeroisla sobre el Océano Pacífico. Participaron en su creación diez mil personas. Tiene cinco kilómetros cuadrados y dos pistas. Sufrió un terremoto de gran intensidad, pero no tuvo ninguna consecuencia. La terminal es obra del genial arquitecto italiano Renzo Piano y fue declarado uno de los monumentos de ingeniería del milenio.

Aeroparque también

Algunos consultores privados ubican al Aeroparque Jorge Newbery de la ciudad de Buenos Aires en el décimo lugar de la tabla de peligrosidad. Si bien este dato es polémico, los mismos pilotos, en forma personal y reservada, admiten los riesgos de aterrizar allí, debido a que es una pista muy corta. Resaltan también que al estar ubicado cerca del río los vientos repercuten negativamente y, sobre todo, aseguran que está desbordado en su capacidad.

Es que al implantarse el año pasado la salida de vuelos a Brasil, Paraguay y Chile, además de los que ya iban a Uruguay, se dificulta el tráfico con esperas de varios minutos, que además de peligro originan importantes gastos de combustible.

No todos pierden

Los pronósticos indican que las ventas de aviones seguirán creciendo. Los directivos de Airbus, la fábrica europea que destronó a Boeing, asegura que en este momento existen 19.400 aviones de pasajeros. Pero lo impactante es esto: en los próximas dos décadas se comercializarán nada menos que 27.000 aparatos más, por un total de un trillón de euros.

Son muy pocos los países que fabrican aviones con capacidad para más de cien pasajeros. Entre ellos están los Estados Unidos, con Boeing; Rusia, con Ilyushin; Canadá, con Bombardier; Brasil, con Embraer; y la fusión de España, Alemania, Francia y Reino Unido, con Airbus.

La Boeing, que observa con asombro la orden del presidente Obama de dejar en tierra los flamantes aviones B787 que sufrieron desperfectos en pleno vuelo por las baterías, desea retomar el primer lugar con un proyecto aún más ambicioso. Quiere fabricar el Boeing 797, que tendrá una autonomía de 14.000 kilómetros y llevará nada menos que mil pasajeros, superando los 800 que lleva la nave mayor del consorcio anterior.

Cierto es que el mercado está, desde hace años, sufriendo una profunda crisis. Pero no se debe generalizar. Por eso es una falacia lo que dicen quienes aseguran que todas las aerolíneas del planeta pierden dinero. Aquí algunos ejemplos: Lufthansa, el año pasado, obtuvo una ganancia de 1.300 millones de dólares. La principal línea de bajo costo de Estados Unidos, South West, tuvo un rédito de 400 millones. La chilena LAN, por su parte, ganó unos 400 millones; y la brasileña Gol embolsó, en 2012, unos 130 millones de dólares de ganancia.

(*) Ex subdirector de El Tribuno (Salta)

¿Y dónde está el piloto?

Courchevel. Es una localidad de los Alpes franceses y su aeropuerto plantea uno de los aterrizajes más difíciles. Tiene una pista de 525 metros de largo y 40 de ancho, ondulada y con declive. Foto: Wikimedia