EDITORIAL

Fortalezas del nuevo Papa

Cuando la imagen de Iglesia Católica trastabillaba, llegó un soplo de aire fresco. Con el paso de las horas, queda claro que Francisco, el Papa que nació y vivió en la lejana Argentina, ha provocado las mejores reacciones a escala planetaria. No sólo de parte de quienes conocían sus antecedentes sino, sobre todo, en aquellos para quienes Jorge Mario Bergoglio era un absoluto desconocido.

 

Y para que estos nuevos aires se pusieran en movimiento, bastaron algunos gestos simples de parte del nuevo Sumo Pontífice: abonar personalmente lo que correspondía en el lugar donde estuvo hospedado antes del inicio del cónclave, compartir con los cardenales el mismo colectivo después de haber sido elegido Papa, hablar de manera simple y directa, manifestar su inteligente sentido del humor, evitar en lo posible el beso de su anillo, sonreír de manera natural y sin sobreactuaciones, reclamar humildad y pedir optimismo frente a la ardua labor que se avecina.

En definitiva, lo que este argentino parece empeñado en demostrar durante las primeras horas de su pontificado, es que se trata de un hombre, no de una divinidad. De un ser humano como cualquiera de los más de 7.000 millones de seres humanos que caminan por el planeta. De una persona que cometió errores y que no está exenta de incurrir en nuevas equivocaciones en la búsqueda de objetivos que asoman claros y firmes.

El hecho de que con estos simples gestos haya logrado despertar esperanza y optimismo, demuestra que la fortaleza de la Iglesia Católica sigue viva, a pesar de los errores e inconductas de muchos de sus integrantes y conductores.

Pero no son éstos los únicos elementos que vigorizan y robustecen la figura del nuevo Papa. La forma en que resultó elegido también refleja que la cúpula de la Iglesia Católica era consciente de que no existían márgenes para nuevos errores, divisiones o fricciones que continuaran desgastando la imagen de la institución.

Se sabía, antes del inicio del cónclave, que la curia romana intentaría que un cardenal italiano volviera a ocupar el Pontificado que desde hace ya 35 años, a partir de la muerte de Juan Pablo I, está en manos de “extranjeros”.

Sin embargo, en las últimas horas trascendió que el cardenal de Milán, Angelo Scola, primer favorito en las estimaciones previas, optó por apoyar la figura de Bergoglio al percibir que sus posibilidades comenzaban a debilitarse y que, cualquier intento por sostenerlas, hubiese multiplicado el número de votaciones y debilitado la imagen del nuevo Papa.

Francisco llega desde la periferia del mundo, lo que no es un detalle menor. Su pasado y procedencia, también lo fortalecen porque actúan como factores de acercamiento hacia los creyentes y no creyentes que comenzaron a mirar con recelo a una institución que se había alejado de las cuestiones terrenales.

Los desafíos que afronta el nuevo Papa son enormes y sensibles. En pocas horas, dio señales de que los cambios resultan indispensables hacia el interior de la Iglesia. El resto de su historia, aún está por escribirse.