Mirando al cielo

Las entidades del campo emitieron su beneplácito por la elección del nuevo Papa argentino. Pero para que el clima termine de dar una mano a los cultivos, hará falta más que una plegaria.

Federico Aguer

[email protected]

El kirchnerismo encarna el poder desde hace más de 10 años en el país. Un poder, tal vez sin parangón en nuestra historia reciente. Sin embargo, siempre ha tenido la astucia de mostrarse como víctima de las corporaciones, encarnadas éstas por los medios de comunicación, las fuerzas armadas, la iglesia, el campo, los países del primer mundo; o por quien la conveniencia política del momento lo justifique.

Quienes se animaron a intentar poner un freno a la vocación de ir por todo, todavía lo siguen pagando. Cinco años después de expresar su bronca e impotencia en los piquetes de las rutas del país, el campo se está quedando sin aire, por la asfixia del cepo a los mercados y el desfasaje en el tipo de cambio que contrajo la economía nacional, privándola del ingreso de U$S 40 mil millones. El mensaje político que dejó el conflicto de la 125 es claro: si es necesario, todos ligamos el reto, aunque el costo signifique que la medida nos lleve puestos, sin distinciones.

La inesperada elección del cardenal Bergoglio como Papa sorprendió a todos por igual, aunque cada uno expresó esa sorpresa de acuerdo a las sensaciones que la noticia nos generaba. Y la reacción oficial no fue precisamente de felicidad, ni satisfacción, ni orgullo. Más bien una intimación a que cumpla con su deber. En un año electoral, el dato no es menor, en un país que si bien no es practicante, es cristiano hasta la médula.

Las entidades del campo, curiosamente, emitieron en cargados comunicados, su beneplácito por la elección del santo padre argentino, aludiendo que la llegada de Bergoglio a Roma ayudaría a reconstruir las bases del diálogo tan necesario.

La Mesa de Enlace de Entidades Agropecuarias volvió a reunirse en Asamblea con productores del campo, esta vez en la provincia de Entre Ríos. El reclamo fue el mismo que en los dos encuentro anteriores: desinversión, falta de previsibilidad y asfixiante presión fiscal, situación agravada en las realidades de las producciones regionales como el citrus, además de los problemas recurrentes del tambo y el trigo entrerriano.

Mientras tanto, nuestros productores miran de reojo al cielo implorando que las heladas tan temidas posterguen un poco más su llegada. Los pronósticos no son muy alentadores en este sentido, y de concretarse, asestarían un duro golpe a los materiales sembrados tardíamente. Habrá que seguir rezando.