Tonolec Acústico en el Teatro Municipal

Una épica americana

Ignacio Andrés Amarillo

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Antes que nada, cabe decir que Charo Bogarín es una expresión de fusión en sí misma: atravesada por la voz de los cantos ancestrales, de la raigambre qom a las coplas del Altiplano, pero con una envidiable técnica que le permite moverse por un amplio rango vocal, desde los graves profundos y terrenales a agudos sorprendentes, como los de “Qué he sacado con quererte” de Violeta Parra, con la que abrió el show, y lograr la larga nota pedal en “Llora tus penas”.

Si la estampa etnofuturista de Bogarín (ahora simplificado, con una sola trenza y sin tocado, pero sin renunciar a mostrar sus largas piernas) podría hacernos pensar en la Nanahuatli de la “Saga de los Confines” de Liliana Bodoc, la versión acústica de Tonolec podría ponerle banda sonora a una adaptación cinematográfica de la obra de la escritora mendocina: ambas empresas apuestan a una épica americana, una decantación de las esencias precolombinas.

Porque este nuevo formato ampliado del proyecto que nació como dúo electrónico da una vuelta sobre su materia prima: luego de fusionar antiquísimas melodías con los beats del siglo XXI, hacen un bucle que los lleva de nuevo a los aerófonos andinos, a las quijadas y shakers de semillas. Y allí está el cerebro musical de Diego Pérez, multiinstrumentista y motor sonoro de Tonolec.

Clásicos y modernos

A Bogarín (voz, charango, bombo legüero, accesorios de percusión) y Pérez (piano, guitarra, moxeño y coros) se les suman el ya habitual Lucas Helguero (percusión), Nuria Martínez (vientos andinos y flauta traversa), Claudio Solino (bajo), Emiliano Khayat (acordeón y piano), Lorena Rojas (coros, sikus, accesorios y un atuendo digno de un casting para The Mammas & the Pappas) y Anahí Petz (semillas, cajón peruano, quijada y otras percusiones).

Con esa propuesta el dúo chaqueño ampliado llegó al Teatro Municipal en una rara noche de miércoles (literalmente), y tras el tema de Parra abordaron la “Zamba para olvidar” de Daniel Toro y canciones propias como “Techo de paja” , “El rito” y “Baila baila”, encarando a pleno la lengua qom.

En plan de versiones, volvieron sobre “El cosechero”, de Ramón Ayala, y “Noyetapec”, un canto ancestral que disparó antaño su búsqueda, con los percusionistas trabajando a pleno para sostener el pulso que llevaba la versión “original” y las poses de Charo tocando la cajita de madera.

Sentimientos

De ahí volvieron al dúo (Diego acompañando con mucha sutileza a Charo desde el piano) para construir una tradicional “Canción de cuna toba”. De vuelta en grupo, “Llora tus penas” fue el tema dedicado a la madre de la cantante, esposa de desaparecido y desarraigada con dos hijas.

“Ay corazoncito” fue introducida como una canción para enamorados, para luego arribar a la celebrada versión bilingüe (aunque más qom) de “Cinco siglos igual”, de León Gieco, con un crescendo aborigen, que se aleja de la estructura original en la estrofa para volver a la armonía conocida en el estribillo.

“Cardo o ceniza”, landó de Chabuca Granda dedicado a Violeta Parra, fue otra salida por Latinoamérica, para volver a la identidad primaria con “So caayolec” (“Mi caballito”), canción escrita por el dúo para los niños, para que “antes de aprender por fonética canciones en inglés, aprendan por fonética canciones en lenguas originarias”.

A bailar

Pero como la alegría y el baile es tan parte de la vida como las penas, abordaron un medley con el que suelen divertirse y calentar motores en los ensayos: un “asalto de cumbia” (diría el Pelado Cordera) integrado por “La pollera amarilla” (el hit de Gladys, la Bomba Tucumana) con “La pollera colorá” (la mítica cumbia colombiana de Juan Madera Castro y Wilson Choperena): un momento de distensión propiciado por Solino.

Volviendo sobre las reinterpretaciones, pasaron por “Cacique Catán” de Zitto Segovia, un chamamé con letra en mocoví, y el primer cierre con el primer hit que tuvo el grupo: “Antiguo dueño de las flechas (Indio Toba)”, nuevamente exigiendo a la formación al desenfreno rítmico de nuestro tiempo pero en tracción a sangre.

Cierre con apertura

Para el cierre, recordando a Atahualpa Yupanqui, abordaron su recopilación de “Duerme negrito”, en una versión primal, grande y dramática a fuerza de zampoñas e instrumentos de percusión de origen biológico. Y la despedida con “Mujer, cántaro, niño”, un adelanto del próximo disco, un principio del abordaje de la lengua y la cultura guaraní, en una nueva expansión de la búsqueda de Tonolec.

Esa que construye la nueva épica americana en la unión de lo aborigen, lo criollo y lo afro, en una nueva propuesta de globalización para el siglo que recién arranca, y ojalá sea más equitativo... al menos empezando por la cultura.