La leyenda de Ricardo Porta

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El talentoso Luli Alvarez graficó en el dibujo un momento complicado que vivimos con la directiva del inolvidable presidente Carlos Salerno.

Cuando hablo de lo que representa a Santa Fe digo que, además del Puente Colgante, es la cerveza, los alfajores, Unión, Colón, el diario El Litoral y los relatos de mi amigo.

TEXTO. ENRIQUE MIGUEL CRUZ.

No exagero si afirmo que mi relación con Ricardo Porta supera el medio siglo de existencia, de manera que acumulamos entre los dos muchismos argumentos valederos que justifican sobradamente todo lo que pensamos y decimos el uno sobre el otro. Por eso, para mí, tener un ejemplar de “Mi mejor relato” significó algo más que deleitarme con la rica trayectoria profesional y de vida de mi querido amigo: me hizo sentir orgulloso de haber participado en un tramo inigualable de su ejemplar carrera profesional donde me consta la rigurosidad con que debió sortear los múltiples y pesados inconvenientes que a diario se le fueron presentando.

Es que en algo nos parecemos. Cuando él cuenta los avatares de su niñez en el barrio La Lona, con sus necesidades y angustias familiares, inmediatamente me transportó a mis privaciones particulares en la modestísima vivienda que compartíamos en el inolvidable barrio Roma, pegados a las canchas de Newell’s y Centro América donde suplíamos alguna carencia alimenticia viendo los atractivos partidos de la Federación de fútbol.

También fui testigo presencial del reconocimiento de los más encumbrados colegas periodistas que en nuestros habituales encuentros en transmisiones nacionales e internacionales en algún lugar del país o del mundo, demostraban claramente su preferencia por Ricardo.

Y esta circunstancia valoraba doblemente esta distinción porque me constaba el grado de competencia que existía entre ellos, haciendo del periodismo deportivo porteño una cacería desmedida para lograr mayor notoriedad, sin darse cuenta de que ese estilo estaba lejos de asemejarse a lo cultivado por Porta en sus años de aprendizaje con sanos y sapientes maestros que lo marcaron para transitar por la senda correcta, sin renunciamientos.

LA LECCIÓN DE FIORAVANTI

Otro tema que me atrapó en el libro fue el dedicado a la influencia del inigualable Fioravanti en la formación de nuestro brillante relator deportivo. Es que no existe un concepto, una palabra que pueda dimensionar la sapiencia y los valores intelectuales de este hombre que con tanta simpleza te enseñaba historia, geografia, lenguaje y tantas cosas que lo convertían, lejos, en la gran figura nacional de las transmisiones. No olvidaré jamás la mañana de l972, cuando me llamó Ricardo para que fuéramos a almorzar con el inolvidable maestro. La cita fue en un comedor existente en la galería del edificio Rawigo, frente al Teatro Municipal. Resultó un sueño estar allí compartiendo la mesa durante dos horas con quien significó para mí un profesional admirado desde mi niñez.

Entre los numerosos temas que abordamos rescato dos: el primero resultó un consejo saludable, sugiriéndonos que de vez en cuando recurriéramos al diccionario, para llevar a la transmisión nuevas palabras, sobre todo sinónimos, lo cual nos trajo aparejado discusiones con amigos oyentes que sostenían que nos equivocábamos o que no entendían el significado de algún concepto.

El otro tema que recuerdo de esa charla surgió cuando le manifesté mi simpatía por San Lorenzo, sobre todo después de haber escuchado sus transmisiones desde Europa en los meses de diciembre de l946 y enero del ‘47, de aquel memorable equipo campeón que formaba con Blazina; Vanzini y Baso; Zubieta, Greco y Colombo; Imbellone, Farro, René Pontoni, Martino y Silva. Hasta me pareció que se emocionó cuando le recité de memoria la formación, dejándome la sensación de que él también tenía simpatía por el Ciclón. Después, como un libro abierto, detalló un montón de relatos y anécdotas de la histórica gira que abarcó diez partidos entre España y Portugal, ganando todos por goleadas, entre ellos dos veces a cada una de las selecciones. Solo perdió uno con Atlético Madrid que, por entonces, tenía otra denominación. Socarronamente, justificó la derrota en una noche libre de los jugadores para Navidad.

LA FORTALEZA A PRUEBA

Pero sin lugar a dudas el destino nos sorprendió a fines de l99l y principios de l992 cuando el ACV nos invadió, primero a él, provocando en todos nosotros y en la región, un justificado grado de preocupación que se extendió largamente después de la intervención quirúrgica a la que fue sometido. Incluso los médicos eran muy cautelosos en sus apreciaciones y de nada valían la relación o amistad personal para intentar descifrar algo sobre su futuro.

Así las cosas y todavía con un panorama incierto, arribamos a mediados del mes de febrero del año siguiente, cuando recibo en mi lugar de trabajo del diario la sorpresiva visita del Dr. Bocchiardo, quien había sido fundamental en el momento más critico de Ricardo. Con su notable experiencia profesional y conocedor como nadie de su estado, me confesó que debíamos tener paciencia con la evolución final, y me pidió que interceda ante el amigo y sus familiares para evitar presiones que resultaran perjudiciales para su futuro. Lamentablemente, nunca llegué a hacerlo porque el destino decidió que fuera yo el que debía transitar por el mismo camino que él.

Afortunadamente, en otra demostración de su fortaleza física y de su espíritu combativo para superar las instancias más complicada de su vida, cuando empecé a recuperarme de mi dolencia, él ya estaba firmemente convencido de que su retorno como relator estaba a su alcance en muy poco tiempo. Mientras ello se acercaba, el guerrero culminaba su reposo para volver con todas sus fuerzas. Ya no quedan rastros del preocupante episodio del que se cumplieron 2l años. Y Santa Fe lo celebra.

Esta disgregación que se me ocurrió cuando estuve frente al teclado, sirve en todo caso para testimoniar lo atrapante que me resultó “Mi mejor relato”. Ese título fue todo un acierto editorial, imposible de sintetizar en esta pocas líneas, pero voy a recurrir a mi poder de síntesis para expresar mi sentimiento por este fenomenal muchacho-hombre que constituye un motivo de orgullo para los santafesinos. Antes de terminar de leer por segunda vez el libro que me prestó mi hijo, dejo la siguiente reflexión que me acompaña desde hace muchos años.

Cuando alguien foráneo me pregunta qué representa a Santa Fe además del puente colgante, la respuesta es siempre la misma. La cerveza, los alfajores, Unión, Colón, el diario El Litoral y los relatos de Ricardo Porta.

También fui testigo presencial del reconocimiento de los más encumbrados colegas periodistas que demostraban claramente su preferencia por Ricardo.

La leyenda de Ricardo Porta

El día en que Porta presentó su libro, que reseña casi 50 años de relato con grandes experiencias a nivel internacional. Foto. Flavio Raina.

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Con Ricardo fuimos invitados a muchos lugares de la provincia para hablar de fútbol y de nuestras experiencias.

Ya no quedan rastros del preocupante episodio del que se cumplieron 2l años. Y Santa Fe lo celebra.

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RECORDADA DUPLA

El autor de esta nota fue comentarista de Ricardo Porta desde 1970 hasta 1976 en LT 9. Además, durante varios años fueron los autores, junto a Rodolfo Raviolo, de una página crítica que se publicó en diario El Litoral, denominada “Zona peligrosa”.