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“Pequeña ecología de los estudios literarios”

Era lógico que tras casi un siglo de obsesiva atención de la teoría y la crítica literarias exclusivamente centradas en el texto en sí mismo, naciera una reacción que sostuviera que para analizar el futuro de los estudios literarios se impusiera volver a situarlos en el marco más general de las ciencias humanas y aceptar hacer un desvío filosófico que eche luz sobre esas experiencias clave que son la lectura, la interpretación, la descripción, la comprensión y la explicación.

Es lo que propone Jean-Marie Schaeffer en Pequeña ecología de los estudios literarios, subtitulado ¿Por qué y cómo estudiar la literatura? Su hipótesis es que “la supuesta crisis de la literatura esconde una crisis más real, la de nuestra representación erudita de la Literatura. En síntesis, si acaso hay crisis, se trata más bien de una crisis de los estudios literarios. Triple crisis, en realidad, que afecta a la vez la transmisión de los valores literarios, el estudio cognitivo de los hechos literarios y la formación de los estudiantes de literatura”.

Nunca antes en la historia de la humanidad se ha leído tanto como hoy, es el primer dato con el que Schaeffer busca constatar que el futuro de la literatura no esté amenazado. Sin embargo también es posible constatar que el desarrollo “guiado” (sea por la tecnología masificada que por la academia y la crítica) más bien parecen traicionar a la “verdadera” literatura, creando una subcultura, esa subcultura que impone best-sellers o cánones caprichosos basados en prestigios y esnobismos varios, en el segregacionismo y en una perspectiva normativa que impone la autolegitimación de los estudios literarios antes que la práctica legítima (de placer y conocimiento) de la literatura en sí misma. Los estudios literarios se han reducido a ser simplemente la construcción de una norma.

La visión de este panorama no debe interpretarse como una nostalgia de la ya probadamente nefasta inclusión de contenidos extraliterarios (sean sociológicos, morales, ideológicos, estéticos, etc.). “En lugar de ‘volver a normar’ a diestra y siniestra, sería mejor tomar muy en serio la distinción entre las dos opciones (normativa versus descriptiva), es decir, reconocer por dónde pisamos”.

Shaeffer propone asumir “la dualidad funcional de la disciplina literaria: toma de partido por la identidad cultural, por un lado; investigación cognitiva, por el otro. De ahora en más, ya no podemos dejar de lado el reconocimiento de este carácter funcionalmente compuesto, y mucho menos en cuanto que nuestra disciplina tiende a no considerar esta dualidad de forma cabal... A fin de favorecer la toma de conciencia de esta diferencia, una vía importante que habría que ahondar es el estudio de la constitución y la dinámica de los cánones literarios”. Publicó Fondo de Cultura Económica.

Nunca antes en la historia de la humanidad se ha leído tanto como hoy, es el primer dato con el que Schaeffer busca constatar que el futuro de la literatura no esté amenazado.

“Pequeña ecología de los estudios literarios”

“Kizette en rosa” (1926), de Tamara Lempicka (detalle).