Un largo proceso cultural

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Una crueldad creciente, la lenta incorporación del femicidio como el término que define el asesinato de una mujer por razones de género, la esperada igualdad de derechos como resultado de un cambio cultural que no termina de consolidarse y la necesidad de sembrar el concepto de noviazgos saludables son algunos de los temas que surgieron en estos días, luego de conocerse los tres casos de mujeres que fueron quemadas en la ciudad y de la muerte de una de ellas. Muchos interrogantes después de la conmoción.

Desde la naturalización de las distintas formas de violencia -supuestos piropos que encubren verdaderos insultos, un tirón de pelo que parece una broma pero no lo es- hasta la decisión de prender fuego a la pareja o ex pareja y el femicidio, hay un largo y doloroso camino que muchas veces se transita en completa soledad, o en silencio por vergüenza o miedo, o sin una respuesta que permita evitar un desenlace trágico. La crueldad en las expresiones de violencia hacia las mujeres aumenta: en eso coinciden voces expertas y neófitas, conmovidas todas por el caso de tres mujeres jóvenes de esta ciudad, quemadas vivas durante el último fin de semana largo y la muerte de una de ellas luego de varios días de agonía.

Todas esas voces coinciden en que no hay respuestas mágicas, y admiten que hay que buscar la raíz a tanta irracionalidad en una cultura que le dio un lugar y un valor diferente al varón y a la mujer. Desarmar esas estructuras y modificar convicciones, va a llevar tiempo. El tema es qué se hace mientras tanto.

UN CAMBIO necesario

A la primera conmoción siguió el interrogante: ¿cómo un ser humano puede pensar siquiera en prender fuego a otra persona? ¿Cómo se llega a ese momento? ¿Cuánto padecimiento soportó antes esa víctima, tal vez en silencio, o sin encontrar un camino para contar lo que le pasaba o sin una respuesta adecuada? La tragedia de tres mujeres quemadas durante el último fin de semana largo, en circunstancias de violencia de género, sacude, indigna, pero también moviliza. Es imposible permanecer indiferentes ante hechos de semejante crueldad, a la que expertos intentan encontrar una explicación pero también poner un freno.

Mercedes Martorell, psicóloga social, es directora provincial de Políticas de Género y afirma que “además de las tareas de prevención que empiezan en los jóvenes, se sabe que va a pasar mucho tiempo hasta desterrar conductas violentas, que provienen de la llamada cultura del patriarcado. En la medida en que vayamos avanzando en este cambio cultural, logrando la igualdad de derechos y trabajando en prevención, vamos a ir generando mejores condiciones para que estos hechos no vuelvan a suceder”.

A nivel conceptual, “en la medida en que la mujer como género avanza en sus posibilidades y libertades, el varón como género se siente cada vez más amenazado. Lo que estamos viendo es que aumenta el nivel de crueldad de la violencia que se ejerce, pero no hay fórmulas -insiste- sino que es un trabajo profundo que tiene que desarmar las raíces de este modo de pensar, de sentir y de ver a una mujer como un objeto y algo inferior, a merced de los designios del varón”.

Para Martorell, la ley opera como “una contención no solamente real y objetiva, sino simbólica. En el caso Wanda Taddei, rápidamente el varón que la quemó estaba suelto, y no es que no tengamos que tener una actitud carcelaria progresista y que lo saque de las circunstancias que lo llevaron a esa violencia, pero creo que lo simbólico y lo material también son muy importantes. Y acá la víctima no fue el varón, sino la mujer quemada”.

Si bien reconoce que se trata de un proceso largo, considera necesario “romper con el modelo hegemónico. No es que uno nace y decide ser varón o mujer: los modos de enseñanza se van perfilando, desde el color celeste y rosado, o el rincón de papá y de la mamá desde la más tierna infancia, hasta las profesiones de cuidado destinadas a las mujeres, y económicas y de poder de los varones. Todo eso va formando un proceso cultural que configura la subjetividad de las personas. Los varones, aparentemente tienen el mejor lugar que es el lugar de dominio pero a ellos también les pasan cosas. Y las mujeres tienen el lugar de menor rango o jerarquía: algunas lo aceptan y otras se rebelan y promueven procesos de lucha que no les resulta fácil”. En la práctica, “respiramos cotidianamente esa desigualdad y muchas veces no nos damos cuenta de esos procesos, que en lo mínimo hacen que la mujer esté en la casa haciendo las tareas del hogar, invalidada para otros roles sociales, y en lo máximo termina siendo una mujer objeto lesionada, lastimada o víctima de femicidio.

CORTAR EL CÍRCULO, ROMPER EL SILENCIO

Desde su lugar de funcionaria, Martorell expuso que “la gestión provincial decidió apoyar a municipios y comunas para que crearan o fortalecieran equipos territoriales que puedan atender las situaciones de género. Pero también generamos una capacitación en todos los ejes de la temática de género. Faltaba atender las emergencias y creamos la red de casas de amparo para que, en una situación de emergencia, las mujeres puedan ingresar solas o con sus hijos”.

Además, como política de fondo, “se trabaja en el Plan Igualdad de Oportunidades y Derechos que tiene una comisión por cada ministerio y cada secretaría de Estado para acelerar lo más posible estos procesos sociales de transformación y de cambio, a través de políticas públicas o políticas de género”.

Concebido como un espacio para la juventud, se anunciaron las olimpíadas santafesinas en las que, “además de desarrollar un proyecto deportivo y cultural, se pretende trabajar con una impronta de género para prevenir -entre otros temas- noviazgos violentos”.

Pero en realidad, la psicóloga social insiste en decirle a las mujeres que pidan ayuda, que llamen a los lugares donde se las puede auxiliar. “A veces la forma de presentar esta noticia las alerta, las asusta. Pero la única manera de actuar en una situación de violencia es cuando se sabe que una persona la está padeciendo”.

Las mujeres que sufren violencia han atravesado un proceso y la pregunta es si no llegamos a tiempo o si no pudieron pedir ayuda a tiempo. Por eso es que pide que las mujeres llamen, que pidan ayuda, porque “las situaciones de violencia van creciendo: no es una vez y ya pasó. Es importante no esperar a que sucedan cosas más graves. Que se asesoren, que lo hagan en privado porque muchas veces hay miedo o vergüenza. Que hablen con una persona de confianza, que consulte en el centro de salud o en la comisaría o en el lugar de confianza que tengan”.