Violencia de género en su expresión más aberrante

Tres mujeres, de 23, 26 y 27 años fueron quemadas en un breve lapso de 48 horas, durante el último fin de semana largo. La tercera de ellas murió en las últimas horas. Desde todo punto de vista la noticia es una tragedia, en primer lugar porque se trata de tres mujeres muy jóvenes; en segundo lugar porque el acto de prender fuego a una persona delata una conducta de violencia extrema -que en este caso terminó, además, con la vida de una mujer-, y además porque aún sin conocer los detalles de cada caso, se puede presumir que hubo una historia previa, síntomas de una relación disfuncional que no se advirtió, no se dimensionó, no se denunció por miedo o simplemente no se tuvo en cuenta. La vergüenza, la impotencia, la naturalización de la violencia sobre la mujer y el desconocimiento de los sitios a los que se puede recurrir en busca de ayuda o la eventual ineficacia de los sistemas de recepción de las denuncias, actúan como verdaderas barreras que frenan cualquier posibilidad de resolución y contribuyen a un desenlace muchas veces fatal.

Hace poco más de dos años, la muerte de Wanda Taddei conmovió a todo el país. Desde entonces, los casos de mujeres quemadas por sus parejas o ex parejas se multiplicaron de manera alarmante. Si se relevan los hechos producidos en los últimos años, se corrobora que se trata de víctimas muy jóvenes, que la agresión se produce en el marco de una discusión y en el ámbito privado, y que la muerte llega luego de una agonía terrible, y aún aquellas mujeres que sobreviven deben afrontar una larga y dolorosa recuperación.

En menos de una década, junto con un creciente registro de casos de violencia de género, aumentó también la difusión de un tema sobre el que queda claro, a esta altura, que no responde a una condición social o económica. Los medios de comunicación vienen ocupándose de esta problemática y advirtiendo, en la voz de especialistas, que estas conductas comienzan a manifestarse mucho antes de que se llegue a la agresión física, que ya en el noviazgo pueden encontrarse las primeras señales de un vínculo enfermizo y que el entorno -familia, vecinos, docentes- resulta fundamental para detectar estas situaciones y contener a quienes las padecen. Pero además, que es necesario e ineludible el cumplimiento de las normas que legislan sobre este tema y la adecuada intervención policial y judicial.

En los últimos años, la violencia se cobró decenas de vidas en el país, y dejó una cifra incalculable de heridas y secuelas que no siempre resultan visibles ni llegan a materializarse en denuncias. Se trata de un flagelo que de ninguna manera se puede naturalizar y sobre el cual toda legislación resulta escasa si no se aplica de manera plena ni resulta accesible para las víctimas.

La muerte de Wanda Taddei conmovió a todo el país; desde entonces, los casos de mujeres quemadas por sus parejas o ex parejas se multiplicaron de manera alarmante.