El juez federal porteño estuvo en Santa Fe

Rafecas escribe sobre el Holocausto e investiga crímenes de la dictadura

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“La violencia de Estado es el denominador común entre el nazismo y la dictadura argentina”.

Foto: Luis Cetraro

Mario Cáffaro

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Juez federal de la Nación en Capital Federal, profesor universitario sobre derecho penal e investigador del Holocausto, Daniel Rafecas vino a Santa Fe invitado por la Daia local a exponer durante el acto central conmemorativo del Día del Holocausto y del Heroísmo, en el 70º aniversario del Levantamiento del Gueto de Varsovia. Fue en el aula Alberdi de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNL, donde además presentó su último libro sobre la temática. También habló con El Litoral.

—¿Cómo llegó a investigar y escribir sobre el Holocausto desde tan lejos en espacio y tiempo?

—Soy salesiano; no pertenezco a la comunidad judía; escribo desde la Argentina; tengo 45 años y pertenezco a una generación no implicada en aquellos sucesos pero, sin embargo, como penalista siento una especial preocupación por los episodios de la historia donde el Estado se convirtió en criminal. Son los momentos en los cuales las sociedades, las familias, se encuentran en mayor peligro porque frente al terrorismo de Estado no hay adónde ir y se cometen las peores atrocidades, los crímenes masivos, los genocidios. La solución final de la cuestión judía en Europa, el Holocausto, 6 millones de víctimas asesinadas de las cuales un millón y medio fueron niños, es el genocidio más significativo y ha movido a una enorme preocupación de todas las ciencias sociales en Occidente.

Hoy sabemos que en el contexto del Holocausto participaron como autores, como criminales de masa, cientos de miles de personas. Esta cuestión es clave para Occidente. ¿Cómo pudo ser posible? Una de las respuestas, además de un régimen totalitario y de la guerra, es la utilización de los discursos del odio, el uso de la propaganda, de los medios de comunicación controlados por el Estado para construir y demonizar a un pueblo, acusarlo de todos los males de una sociedad y despersonalizarlo. Una vez logrado esto por los discursos del odio difundidos desde el Estado a través de la radio, diarios, cine, discursos de jerarcas, la instrucción en programas educativos, el genocidio está a un paso, y cientos de miles de personas comunes y corrientes se convierten en criminales de masa. Estamos obligados a recoger ciertas enseñanzas de estos procesos genocidas, y máxime en Argentina después del terrorismo de Estado con miles de desaparecidos por métodos de exterminios muy fríos, muy sistemáticos, que están en plena investigación, juicio y castigo a lo largo y ancho del país en estos años.

En el juzgado a mi cargo tenemos la causa Primer Cuerpo de Ejército que abarca toda la represión en Capital Federal y el Gran Buenos Aires con miles de víctimas y cientos de perpetradores. La violencia desde el Estado es el denominador común.

—Estos hechos vuelven a repetirse, ¿no hay organismos internacionales que puedan detenerlos?

—No nos queda otra que insistir en que la comunidad internacional, a través de sus herramientas, pueda tener una intervención más activa frente a procesos latentes que ya sabemos que van a desembocar en un genocidio. No lo hemos logrado todavía. Desde la posguerra hasta hoy han habido avances, hay tratados internacionales. En Occidente han retrocedido mucho los Estados autoritarios, y en América y Europa ya casi no existen. Sin perjuicio de esto sigue habiendo, de tanto en tanto, situaciones donde se combinan factores que desembocan en un genocidio.

Escándalo

—¿No le preocupa como argentino ser amigos de líderes mundiales que niegan el Holocausto como Irán?

—La verdad que sí, que habiendo un líder de un Estado que abierta y públicamente niega el Holocausto es un escándalo, es sumamente repudiable, es otra vez un discurso del odio. La negación del Holocausto tiene una finalidad política porque el Holocausto constituye un obstáculo moral insalvable para intentar reinstalar la ideología del nazismo o la ideología del antisemitismo. Si yo quiero volver a instalar el ideario de los nazis hoy en día me tengo que hacer cargo de Auschwitz. Es imposible, no hay un discurso que pueda legitimar Auschwitz. La única solución es negar Auschwitz y negándolo permito instalar el nazismo como una doctrina política viable en las masas. Esta es la funcionalidad política y por eso es tan peligrosa y tan perversa la cuestión del negacionismo. Mi libro está pensado en clave de refutación de los discursos negacionistas. Es un libro donde se analiza la bibliografía actualizada en torno del Holocausto y llega a la conclusión de que los acontecimientos han sido tal como se vienen presentando, la cantidad de víctimas, campos de exterminio, etc.

—¿Hay similitudes entre el Holocausto y Primer Cuerpo de Ejército?

—Sí, en algunos aspectos de lo que fue la represión de la última dictadura se advierte la carga genética, la inspiración en algunas prácticas propias del nazismo. La propia lógica de establecer 400 centros clandestinos de detención y tortura está inspirada en el sistema de campos de concentración del régimen nazi, especialmente en el principal producto que generaba el campo nazi, la deshumanización, la cosificación de todos los cautivos. Esto ocurre exactamente igual, de manera sistemática, en todos los campos argentinos. La otra cuestión demostrada en las investigaciones judiciales es el especial ensañamiento que había con los cautivos o cautivas de condición judía en nuestros centros clandestinos. Ser judío en un centro argentino significada ser doblemente torturado: por enemigo político y por judío. Ser judío era tener muchas más chances de ser un desaparecido porque se respiraba un ideario de nacionalismo de derecha muy similar al fascismo y nazismo.

  • El magistrado expuso similitudes y diferencias entre lo realizado por los nazis en Alemania y los militares en la Argentina. El peligro de instalar el discurso del odio.

" La coyuntura cotidiana no nos permite asomarnos a posibles debates o discusiones sobre nuestro rol el cual desempeñamos a diario con aciertos y errores como todos los funcionarios del Estado”

Daniel Rafecas

y la discusión sobre la reforma judicial


" Siempre ha sido así. Quien asume un cargo como éste sabe las reglas de juego. A partir de la experiencia se va curtiendo en estas cuestiones y hay que seguir resolviendo expedientes”

Daniel Rafecas

sobre los jueces federales y la investigación a funcionarios

—¿En ambos casos hay mirada pasiva de la ciudadanía?

—Como investigador, como juez de la causa Primer Cuerpo de Ejército, advierto una diferencia con los campos de concentración del régimen nazi. Allá eran absolutamente visibles, estaban en la tapa de los diarios y en el centro del sistema penal totalitario. En cambio, en la Argentina, eran clandestinos, secretos. Los centros funcionaban en depósitos, garajes, sótanos, dentro de unidades militares y en secreto. En la causa, tenemos cuatro centros clandestinos que en cuanto se puso en riesgo su clandestinidad fueron inmediatamente desmantelados.

Pacto de silencio

—¿Cuando interroga a los jerarcas militares, hay arrepentimiento?

—En los 8 años de la causa tenemos unos 120 militares, policías, penitenciarios y gendarmes procesados, pero nunca advertí un arrepentimiento. Pude haber percibido vergüenza, secretismo, pero hay un especie de pacto de silencio muy claro y un discurso muy similar para intentar legitimar la actuación de aquellos años frente a lo que consideraban el enemigo interno.

—¿Queda mucho por avanzar?

—Son hechos de hace 35 años, la prueba es dificultosa, se avanza por etapas. La tarea en buena medida ya está cumplida, pero falta un buen trecho en el que hay lugares de detención que no hemos podido abordar, hay prófugos, víctimas por identificar.

La gran deuda pendiente es la etapa final de lo que fue la represión. Hemos logrado reconstruir suficientemente cómo fueron las detenciones; cómo fue la vida en los centros clandestinos, pero no hemos logrado reconstruir la última estación, los traslados, el exterminio físico, los vuelos de la muerte, los fusilamientos. La dictadura ha sido suficientemente eficiente como para borrar todos los rastros de las víctimas y, obviamente, no tenemos testigos. Ninguna víctima volvió nunca de un traslado. La única fuente posible de información serían los perpetradores y salvo el caso muy conocido de Scilingo en la Marina, el resto es una cortina de hierro. Confío en que tarde o temprano vamos a poder entrar a esa zona dura de la represión.