“911: Llamada mortal”

Una voz en el teléfono

Ignacio Andrés Amarillo

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En 2004, mientras Brand Anderson estrenaba “El maquinista”, la sugestiva película sobre el empleado de cuello azul que nunca dormía y la paulatina revelación de la información sobre su pasado y sobre lo que realmente sucedía, David R. Ellis hacía lo propio con “Celular”, la historia en la que Kim Basinger llamaba a un desprevenido Chris Evans para que la rescate de un secuestro. Ése fue el nacimiento de un nuevo género, podríamos decir, gracias a la tecnología: un dispositivo móvil, con una batería duradera, podía permanecer conectado durante horas y en movimiento, permitiendo secuencias de seguimiento en tiempo real (también ayuda el sistema de tarifas de Estados Unidos: aquí una película así duraría 20 minutos).

En “911: Llamada mortal” (“The Call”), escrito por Richard D’Ovidio, Nicole D’Ovidio y Jon Bokenkamp, Anderson retoma la senda de “Celular”, pero combinada con el drama de policías, el thriller de controladores (acordarse de “Rescate del metro 1 2 3”, del extinto Tony Scott) y los siempre bienvenidos asesinos seriales y las cosas macabras que a ellos les gustan. Pero, nos estamos adelantando un poco...

En línea

Jordan Turner es una operadora del 911 que trabaja en La Colmena, el centro de recepción de llamadas desde donde derivan las emergencias a los distintos organismos.

Jordan es eficiente, la lleva bastante bien y hasta tiene un novio patrullero. Hasta que un día una adolescente la llama desesperada porque hay un intruso en su casa. Jordan maneja la situación lo mejor que puede, pero un momento de distracción (y eso será clave) hará que las cosas terminen mal.

Seis meses después, Jordan está como instructora, alejada del servicio activo (después del trauma y la culpa), cuando decide agarrar un caso que una operadora a prueba no sabe manejar: otra adolescente, secuestrada en un shopping y encerrada en el baúl de un auto. A partir de entonces, la operadora comienza a encabezar la pesquisa policial a partir de la información que le va transmitiendo la chica desde la cajuela.

Así se cruzan en la relación, que se entabla entre la operadora y la joven Casey: el sobreponerse de la protagonista al trauma del pasado, la investigación sobre las motivaciones del secuestrador (esbozadas, no explicitadas manifiestamente), y cómo éste se va convirtiendo en otro interlocutor.

Hacia el final se llegará a un clímax de tensión, algún corrimiento de género hacia lo más oscuro y un giro final que sorprenderá al espectador y puede abrir alguna discusión moral (como pasó con el final abierto de “El secreto de sus ojos”).

Los ojos

Anderson maneja las cosas para mantener la tensión del relato prácticamente en tiempo real, todo un mérito, con una puesta de cámaras algo “convencional” (sin tantas cámaras movedizas, tan de moda hoy). Y logra el equilibrio entre la acción “real” y la que se desarrolla en las pantallas y la línea telefónica.

Como juego visual agrega algunas tomas “espías” (filmar una escena fuera de una casa, desde adentro, detrás del vidrio -aunque la mayoría de las veces no hay nadie allí, sólo ayuda a generar intranquilidad); y así hasta que llegamos a la guarida del secuestrador y se necesita una estética algo más lúgubre, propia de cierto cine de horror: semipenumbras, planos que esconden, planos “del rostro que vio algo” y semidesnudeces húmedas.

Conectados

En cuanto a las actuaciones, asumen el desafío del thriller, poniendo en juego las emociones más primarias: miedo, ira, perturbación y, por supuesto, la irracionalidad de la locura.

Halle Berry, con la solvencia que la caracteriza, está cómoda en la atribulada Jordan: es uno de esos papeles que le gustan de chica sufrida y aguerrida (y lejos del glamour de “chica Bond”). Abigail Breslin (la niñita de “Pequeña Miss Sunshine”) hace su debut como adolescente en la piel (y el pelo, el espectador sabrá por qué) de Casey Welson: aterrorizada al principio, cada vez más fuerte y decidida (y a qué extremos, si llegamos al final). Para enfatizar este debut como chica grande, el director le pone una escena en corpiño, para mostrar mejor lo bonita que está. La tercera pata del trío es Michael Eklund como el secuestrador Michael Foster, quizá un poco lineal en su composición, pero tampoco el guión le pide demasiado.

Acompañan Morris Chestnut (el oficial Paul Phillips, el “gavilán” de Jordan), David Otunga (Jake Devans, compañero de patrulla), Roma Maffia como Maddy, la jefa de “La Colmena” (con pinta de dura, pero mucho más accesible de lo que parece), José Zúñiga y Denise Dowse como compañeros operadores y la aparición fugaz pero decisiva del ex soprano Michael Imperioli.

Así se construye una historia para no levantarse de la silla. Y con una moraleja: cargá tu celular todas las noches, y ponele crédito, nunca se sabe...

Una voz en el teléfono

 

Detrás del escritorio: Jordan Turner (Halle Berry) tratará de lidiar con un secuestro sólo contando con una línea telefónica que la une con la víctima. Foto: DyN

buena

“911: Llamada mortal”

  • “The Call” (Estados Unidos/2013). Dirección: Brad Anderson. Guión: Richard D’Ovidio, sobre una historia de Richard y Nicole D’Ovidio y Jon Bokencamp. Fotografía: Thomas Yatsko. Música: John Debney. Edición: Avi Youabian. Diseño de producción: Franco Giacomo Carbone. Elenco: Halle Berry, Abigail Breslin, Michael Eklund, Roma Maffia, Morris Chestnut y Michael Imperioli. Duración: 99 minutos. Apta para mayores de 16 años. Se exhibe en Cinemark.