•  

La corrupción puede matar

Lo ocurrido en Cromañón es un claro ejemplo de los riesgos que implica la corrupción estructural y endémica.

A 100 meses de la tragedia de Cromañón que costara las vidas de 194 personas, monseñor Jorge Lozano, presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, escribió una carta dirigida a los familiares de las víctimas en la que recordó que las “antiguas y nuevas formas de corrupción siguen cobrándose vidas humanas”.

En otras palabras, lo que el prelado está diciendo es que la corrupción puede matar. No se trata sólo de dinero mal habido sino que, de una manera u otra, los corruptos suelen poner en riesgo vidas inocentes.

Ya sea un local bailable que no cumple con las reglas mínimas de seguridad, una coima en medio del camino, una vivienda levantada con materiales inadecuados o una ruta construida sin respetar los estándares de calidad. La corrupción termina abriendo la puerta de las tragedias inesperadas.

La carta dirigida a los familiares de Cromañón no llega en un momento cualquiera. De hecho, Lozano hace hincapié en los riesgos de la corrupción cuando en la Argentina se respiran aires de creciente sospecha que salpican a los más altos niveles del gobierno.

Las recientes revelaciones periodísticas sobre el sorprendente crecimiento patrimonial de Lázaro Báez, un ex empleado del Banco de Santa Cruz que a partir de 2003 se convirtió en el principal contratista de obra pública de su provincia y gran parte del país, golpea directamente el centro del poder político.

Según las denuncias periodísticas, Báez conformaba una sociedad perfectamente aceitada junto al ex presidente Néstor Kirchner y al actual ministro de Planificación Federal, Julio De Vido. De hecho, el “milagroso” crecimiento patrimonial del empresario se produjo a partir de la llegada de Kirchner a la Presidencia de la Nación.

Su esposa, la actual mandataria Cristina Fernández, no puede hacerse la desentendida de estos asuntos de familia.

Luego de un par de semanas de mutismo presidencial absoluto, Cristina eligió Santa Cruz para hablar elípticamente sobre el tema: “Nadie va robar nada, quedate tranquila...todos somos buenos pero si nos controlan somos mejores, como dijo Perón”, fue la respuesta de la presidente a una vecina que, en medio de un acto en Las Heras, gritó: “Cuidado que roban”.

La presidente anunció la construcción de viviendas y dijo que habrá una “correcta certificación de obras. Vamos a dar los certificados de obra como corresponde, vamos a controlar todo, quedate tranquila”, insistió.

Sin embargo, se necesitará mucho más que una promesa pública para aventar las sospechas que recaen sobre el gobierno.

Mientras Cristina hablaba en Santa Cruz, el sospechado vicepresidente, Amado Boudou, representaba al país en la asunción de la argentina Máxima Zorreguieta como reina consorte de los Países Bajos.

El caso Ciccone lo tiene como principal sospechoso en una presunta operación de tráfico de influencias y mucho dinero en juego.

¿Estaba sólo Boudou en esto? Por ahora, la respuesta a esta pregunta sigue siendo un interrogante. Como ocurre con Lázaro Báez, resulta por lo menos infantil suponer que este tipo de negociados se pueda realizar sin el conocimiento, consentimiento y complicidad de las máximas esferas del poder político. Un poder que sigue protegiendo al vicepresidente.

La corrupción parece haberse convertido en un mal endémico y estructural.

Y el control de la política sobre la Justicia representa la llave para que nada cambie.

Mientras Cristina hablaba en Santa Cruz, el sospechado vicepresidente, Amado Boudou, representaba al país en la asunción de la argentina Máxima Zorreguieta como reina consorte de los Países Bajos.