Franz Vanderschueren

“El delito aumenta la pobreza”

  • El sociólogo, especialista de la ONU en seguridad urbana, dijo que “ninguna política de seguridad debería llevarse adelante a partir de la percepción del ciudadano”. Y consideró que es necesario delinear medidas a través de la participación.
“El delito aumenta la pobreza”

Vanderschueren (en la foto, junto al secretario de Seguridad Pública, Matías Drivet) dice que el aumento de las penas o la “mano dura” son mero “populismo punitivo”.

Foto: Gobierno de la provincia

 

Germán de los Santos

[email protected]

“Ninguna política de seguridad debería llevarse adelante a partir de la percepción del ciudadano”, ensayó Franz Vanderschueren. Este especialista belga es doctor en sociología de la Sorbona, Francia, y tiene una amplia trayectoria en la materia de prevención en seguridad: fue coordinador internacional del programa Ciudades más Seguras de las Naciones Unidas y es actualmente director del Programa de Seguridad Urbana en la Universidad Alberto Hurtado, en Santiago de Chile. En Santa Fe y en Rosario dictó una conferencia sobre “gobiernos Locales y seguridad Ciudadana”.

En diálogo con El Litoral, el especialista europeo sostuvo que “al revés de lo que se piensa, la delincuencia aumenta la pobreza, y no al contrario, como se quiere imponer desde determinados sectores de la derecha”. Vanderschueren dijo también que si un gobierno hace una reforma de las fuerzas de seguridad “esos cambios los tiene que hacer con la policía y no contra ella”. Y puso como ejemplo, algunos distritos críticos de México, donde “prácticamente se eliminaron las fuerzas de seguridad y lo que ocurrió fue que pasaron a formar parte de las filas de los narcos”.

—Este concepto de ciudades seguras surge en la socialdemocracia europea. ¿Cómo hacen para adaptarlo a la realidad de América latina, que es muy diferente?

—Esta idea surge en Europa, en ciudades como Berlín, Barcelona, Londres, y después se expande a Canadá, donde desde el Estado se empieza a pensar en una manera de abordar la prevención criminal. Y los alcaldes y funcionarios se dan cuenta de que existen instrumentos y que tienen ventajas comparativas. Lo que deciden es hacer alianzas con los ciudadanos para enfrentar este problema. Se piensa en un concepto de seguridad urbana, que asumen los países europeos en la perspectiva de volver a la ciudad inclusiva que habían tenido en el pasado. En América latina en vez de usar este concepto se piensa en uno distinto. En vez de seguridad urbana se utiliza la idea de seguridad ciudadana. Y hay una razón histórica que son los periodos de dictaduras. Los militares abusaron de la seguridad en lo que se denominó lucha contra el enemigo interno, como por ejemplo con los grupos guerrilleros, el comunismo, entre otros. La respuesta de cambiar el concepto es para revalorizar al ciudadano dentro de la idea de seguridad. Surgieron dos razones: ninguna política de seguridad debería llevarse adelante a partir del sentido o la percepción del ciudadano. El ejemplo es claro, cuando un ciudadano sufre un delito la reacción inmediata es pedir más policía, más represión, más mano dura. Es un populismo punitivo. La otra interpretación es que hay que tener en cuenta la percepción del ciudadano pero a partir de la participación en la formulación de políticas de seguridad. Esto es la coproducción de políticas de seguridad entre el ciudadano y el Estado.

Mecanismos

—¿Qué mecanismos se utilizan para abordar la participación ciudadana en materia de seguridad cuando siempre está presente el reclamo de las víctimas y cierta idea de venganza?

—La versión de derecha intenta transformar a la víctima en la representación de la sociedad. La víctima sería, según este razonamiento, el prototipo del ciudadano. Es una idea totalmente falsa. Se intenta generar pánico, como lo hace la burguesía, sobre el delito. Si a uno lo asaltan en la esquina el sentimiento que va a surgir va a ser el de la impotencia. No es el miedo. Yo voy a pensar ¿por qué no pude evitarlo? El miedo viene después. Y está construido por el entorno. La derecha y los empresarios de la moral se esforzaron por construir el rol del delito y el sentimiento de inseguridad. Es un poco injusto. Por eso hay que tender a la participación, que también incluye la idea de responsabilidad. Si el gobierno limpia la orilla del río la ciudadanía junto con el Estado se deben hacer cargo de mantenerlo. No sólo es imprescindible la participación sino la responsabilidad ciudadana. Si trabajamos en conjunto con la sociedad civil no basta sólo con la participación, que es muy pobre. Es necesario un paso más que es el compromiso y la responsabilidad. Por ejemplo, si uno hace un plan de eliminación de las barras bravas. Es necesario que participen los presidentes de los clubes. Y hay que decirles que son ellos también responsables del caos en torno al fútbol. No son sólo responsables los jóvenes que van a la cancha.

Y otro tema es el de la pena. ¿Para qué sirve tener a alguien 15 años en la cárcel? Para nada. En Estados Unidos en California se han liberado al 40 por ciento de los presos por una cuestión de costo. Y lejos de lo que pensaba la gente el delito bajó.


El dato

Una reforma local

—¿Cómo debe encarar un gobierno una reforma en materia policial?

—La reforma policial debe ser argentina, o mejor aún. santafesina. Hay que inventar una reforma local. Es esencial porque si no va a fracasar. Y otra cosa es que ninguna reforma se hace contra la policía, sino con la policía. La tentación de barrer con todo es grande pero no sirve. El ejemplo puntual es México, donde el fracaso fue total. Consolidar una policía lleva un tiempo largo, que llega a más de 10 años. Eliminaron a la policía y contrataron gente nueva, y lo que hicieron fue montar un ejército de reserva narco. Hoy los Zetas son todos policías, que tienen manejo de armas y manejo de la estructura vertical.

Crear liderazgo

—¿Cómo cree que se pueden generar vínculos de participación en ciudades tan fragmentadas, como en Rosario, donde hay 180 mil personas que viven en villas de emergencia?

—Es necesario crear un líder. En la ciudad de Rosario o de Santa Fe, por ejemplo, puede ser el intendente. Y hay que crear un eslogan que tiene que ser compartido por todos. En otros lugares usaron “ciudad feliz”, “ciudad de hermanos”. La gente tiene que sentir esta idea, porque si no se cae en el riesgo del desinterés. Por ejemplo, en Ciudad Juárez, en México, impusieron el “Todos somos Ciudad Juárez”. La gente no creyó en el eslogan porque era falso. Eran conceptos artificiales. El líder o el referente conoce la ciudad. Es el eje de toda la actividad que tiene que hacer. A partir de ahí hay que hacer un diagnóstico participativo. No es necesario que sea en toda la ciudad, sino en las partes más críticas. Esto tiene que estar coordinado por los equipos técnicos del gobierno. La gente va a empezar a tomar conciencia. Por ejemplo, se detecta un problema de corrupción policial. Hay que sentar a todos los actores en torno a una mesa para detectar dónde está el problema. Los actores sociales deben estar de acuerdo y el Estado devuelve a la gente ese diagnóstico con medidas. Esto no es muy científico ni académico. Pero el resto no sirve para nada. Por ejemplo, en Ciudad Juárez se hicieron cientos de diagnósticos muy serios y ninguno sirvió para nada porque no estaba involucrada la ciudadanía. Sólo eran medidas de gobierno, como por ejemplo, introducir a los militares en la lucha contra el narcotráfico. Fue un desastre. Eliminar la policía, otro desastre. No hay norte ni claridad sobre el problema.

Y debemos tener en claro que la delincuencia aumenta la pobreza, y no al revés, como siempre se piensa. Si todos los pobres fueran delincuentes las ciudades no podríamos resistir. Es la desigualdad la que contribuye a que se incremente la delincuencia.