Apostolado

Cursillos de cristiandad, un movimiento de iglesia

De la redacción de El Litoral

El Movimiento de Cursillos de Cristiandad está reconocido canónicamente por la Santa Sede y actualmente establecido en todos los continentes. Pastoralmente, en la iglesia de la Arquidiócesis de Santa Fe de la Vera Cruz, contó y cuenta, desde hace más de cuarenta años, con el aval y aceptación de los sucesivos arzobispos. En ese lapso -y con presencia continua en la Arquidiócesis-, se realizaron doscientos cincuenta y cuatro cursillos de tres días y vivieron la experiencia aproximadamente ocho mil cursillistas.

Es un movimiento de iglesia por cuanto tiene por finalidad última la misma misión de la iglesia; está integrado por sacerdotes, religiosos y laicos y abierto a todos los bautizados, se halla en línea con la doctrina y el magisterio de la iglesia Católica y ha sido autorizado por la jerarquía para cumplir con su finalidad, desde su esencia y con su propio método. Tiene proyección eminentemente laical que está dada por su propia esencia, tendiente no sólo a la conversión personal, sino también a generar en los laicos la responsabilidad de ser apóstoles en sus ambientes.

Para hablar de la finalidad del Movimiento de Cursillos de Cristiandad, transcribimos un párrafo de la carta que el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Mario Bergoglio s.j., hoy nuestro Papa Francisco, dirigió a los cursillistas de la Arquidiócesis de Buenos Aires, en la fiesta de María Madre de la Iglesia, año 2011, que textualmente dice: “Vuestro servicio de anunciar a Cristo siendo sus testigos en los ambientes cotidianos, es vivenciar y renovar en forma concreta el bautismo que en Él hemos recibido y los convierte en discípulos y misioneros de la palabra, según lo expresado en la Const. de la Iglesia. A este apostolado, todos están llamados por el mismo Señor, en razón el bautismo y la confirmación” (Nº 33).

Tres tiempos

Para alcanzar su finalidad, el movimiento está estructurado en los tres tiempos de su método: precursillo, cursillo y poscursillo.

En el precursillo se busca con esmero y prepara la persona para ir a cursillo. Así lo expresaba en igual ocasión que la mencionada anteriormente el Card. Bergoglio, cuando decía: “Como cursillistas en tiempos difíciles deben pedir a Dios la Gracia de tener muchos ahijados, de tener siempre un precursillo en marcha, para no caer en la desesperanza que paraliza y angustia”.

El cursillo es un curso breve de oración y estudio intenso, que pretende y con la Gracia de Dios consigue, hacer vivir durante tres días un cristianismo vivo y jubiloso a quienes aportan su ilusión, su entrega y su espíritu de caridad. Proporciona los medios necesarios para que resulte una vivencia profunda que marca toda la vida del cursillista. No es una meta final, sino un arranque vigoroso y valiente para un crecimiento permanente de la espiritualidad laical.

En el poscursillo, llamado también “cuarto día”, toda la organización del movimiento tiene como finalidad última, incentivar y perfeccionar el proceso de conversión integral y vivencia cristiana, iniciado en el precursillo y continuado en el cursillo, para hacer que la acción individual o grupal en este último originada, logre fermentar de Evangelio los ambientes temporales.