En Alto Verde

Un policía al filo de la muerte

Durante un procedimiento, un sargento del Cuerpo Guardia de Infantería fue alcanzado a quemarropa por un disparo de escopeta recortada. Terminó en el Cullen, con 36 perdigones incrustados en sus manos y en la cabeza.

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Javier Núñez alcanzó a responder el fuego con su escopeta, que estaba cargada con cartuchos antidisturbios (postas de goma). Foto: Danilo Chiapello

 

Joaquín Fidalgo

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“Me asomé al pasillo y ví el fogonazo. Sentí como un cascotazo en la cabeza y enseguida mis manos comenzaron a dormirse. También perdí la visión, porque la sangre que salía de mi frente me inundó los ojos. No sabía todavía qué tipo de herida tenía. Pensé en mis hijos, en mi beba”, recordó esta mañana Javier Núñez, quien durante la madrugada estuvo cerca de ser asesinado por un delincuente que le disparó a quemarropa con una escopeta recortada.

Núñez tiene 38 años, está casado y tiene dos hijos, un niño de 11 años y una beba de apenas 7 meses. Es policía desde hace 15 años y hace 6 que presta servicios en el Cuerpo Guardia de Infantería (CGI). “Nunca me había pasado algo así. He participado en tiroteos, pero jamás me habían ‘pegado’”, contó el uniformado en su propio domicilio, donde estaba acompañado por su familia y por autoridades de la fuerza: el jefe de la Agrupación Cuerpos, comisario principal Sergio Fernández; y el jefe del CGI, subcomisario José Carruega.

Escopetazo

El incidente tuvo lugar en uno de los pasillos de la Manzana 3 del populoso distrito de Alto Verde. Todo comenzó, cerca de las 4 de hoy, con la llamada telefónica de una vecina a la Central de Emergencias 911. La voz anónima alertaba sobre la presencia en el lugar de un sujeto desconocido que empuñaba una escopeta recortada.

Por una cuestión de cercanía, una patrulla del CGI que estaba apostada en el destacamento ubicado en ese barrio -sobre calle Demetrio Gómez- rápidamente puso rumbo a la escena.

“Bajamos del vehículo y nos acercamos al pasillo. Yo fui primero, porque tenía la escopeta cargada con cartuchos antisturbio (con postas de goma). Mi compañero tenía la ametralladora y venía detrás. El chofer quedó en el patrullero. Luego, todo pasó muy rápido. Alisté mi arma, me asomé al pasillo y le grité ‘policía’ al delincuente. En ese momento disparó, ví el fogonazo y sentí como un cascotazo en la cabeza. Me tiró a matar, desde aproximadamente 5 metros de distancia. Instintivamente, respondí el fuego y me arrojé hacia atrás. Mis manos empezaron a dormirse y los dedos se me fueron para adentro”, relató Núñez.

“Mi compañero -agregó- se concentró en ponerme a salvo y me cargó en el móvil. Mientras tanto, el tipo que me disparó logró huir por el otro extremo del pasillo. Entonces, me llevaron al (Hospital) Cullen, donde los médicos me atendieron. No sé si algunos perdigones impactaron en mi chaleco, pero 36 me quedaron incrustados en las manos y en la cabeza. Dicen que es conveniente no operar para sacarlos, porque tendrían que abrirme la mano en dos”.

“Gajes del oficio”

El policía todavía no sabe qué secuelas le quedarán por las heridas en sus manos. “En el centro de salud me dijeron que había que esperar, para ver cómo respondían. Yo las siento adormecidas todavía”, puntualizó.

“Ahora la adrenalina comienza a bajar. La foto familiar es lo primero que a uno le pasa por la cabeza. Creo que tuve suerte, porque este sujeto disparó a quemarropa y trató de matarme. Pero son los gajes del oficio. Afortunadamente, por la preparación que tengo, me asomé con cuidado al llegar al pasillo”, dijo Núñez