Dólar, recesión e inflación

Morenomics

  • Guillermo Moreno provee las “soluciones” económicas que la presidenta necesita, pero a un precio cada vez más alto para el país.

morenoglobos.jpg
 

Sergio Serrichio

[email protected]

El secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, parece vivir horas de éxito en la consideración de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK).

La decisión de darle a él la jefatura de facto del área económica, relegando al viceministro de Economía Axel Kicillof (cuyo supuesto superior, Hernán Lorenzino, es un ministro decorativo) y a la titular del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, debe parecerle acertada a la presidenta. Al fin y al cabo, el dólar “blue”, que había llegado a orillar los diez pesos, bajó cerca de 20 % y desplazó el tema de los noticieros y las tapas de los diarios, que es lo que más le importa a la presidenta.

Antes de lograr el liderazgo del “equipo” económico (de algún modo hay que llamarlo), Moreno desactivó, a principios de año, la idea de Kicillof de desdoblar el mercado cambiario, legalizando el segmento paralelo y manteniendo otro para el comercio exterior.

Control cambiario

¿Cómo vamos a controlar dos tipos de cambio si no podemos controlar uno solo?, fue la pregunta con la que el secretario desarmó al viceministro en una reunión en Olivos, en enero. Lo que hay que hacer es forzar a los empresarios a traer dólares de afuera, argumentó. Kicillof se quedó mudo. CFK le preguntó a Marcó del Pont si podía controlar el dólar. La titular del Banco Central dijo que sí, que podía. Fin de la reunión: Kicillof había perdido su moción, pero tampoco Moreno había impuesto la suya.

En marzo, sin embargo, con el dólar en suba rápida, de vuelta de Venezuela, donde había concurrido a las exequias de Hugo Chávez, la presidenta convocó a una reunión de urgencia en Olivos. Allí, con Kicillof y Marcó del Pont en orsai, Moreno impuso su plan de conseguir dólares como sea, prohijando el jubileo de capitales bien o malhabidos, bajo la forma de Cedines, Pades y Baades, los engendros cuasimonetarios que Moreno, Kicillof, Lorenzino, Marcó del Pont y Ricardo Echegaray, el titular de la Afip, dieron a conocer a principios de mayo, cuando anunciaron el proyecto de “exteriorización de activos externos”, porque decir “blanqueo” quedaba feo.

La permisiva reglamentación de ese jubileo de capitales bien o malhabidos y la presión de Moreno para que empresarios y financistas “la traigan”, blanqueen hasta lo que ya tienen en blanco y usen Cedines hasta para comprar campos, sugieren, en verdad, que Moreno está más desesperado que nunca por el dólar.

Y se entiende. Las reservas del Banco Central, que oficialmente orillan los 39.000 millones de dólares, no lograron repuntar en el período de mayor liquidación de exportaciones sojeras, a punto de cerrarse, y si de la cuenta se excluyen los encajes bancarios en dólares (por los depósitos privados en esa moneda) y los préstamos externos, no llegan a los 29.000 millones.

Para colmo, en EE.UU. comenzaron a subir las tasas de interés, lo que precipitó una suba del dólar en el mundo. En Brasil, llegó a 2,27 reales por unidad, cotización que, de consolidarse, no sólo alejará a los turistas brasileños de la Argentina, sino que barrerá con la ya escasa competitividad de la producción local.

Blanqueo

El objetivo del gobierno con el blanqueo es conseguir unos 4.000 millones de dólares y retenerlos todo lo que se pueda. De allí la idea de que los Cedines circulen en el mercado secundario y se usen no sólo para reactivar el mercado inmobiliario, sino también para comprar electrodomésticos, lo que los transformaría en una suerte de Patacones dolarizados.

La inquietud por conseguir dólares, incluso al riesgo de convertir al país en una plataforma del lavado de dinero y llamador del dinero del narcotráfico y otras actividades criminales es paradójica cuando se contrasta con la persistencia oficial en la mentira estadística.

Estadísticas

Recientemente, el Indec difundió que en el primer trimestre de 2013 la economía creció 3,1 por ciento, cifra entre cuatro y cinco veces superior a la que registraron mediciones privadas. Simplemente creciendo menos de medio punto el resto del año, el PBI oficial crecería así más que 3,26 % anual, la cifra a partir de la cual el gobierno debe pagar el llamado “cupón del PBI”, un bono pergeñado por Néstor Kirchner y Roberto Lavagna cuando completaron, en 2005, la reestructuración de la deuda pública, con una quita de 67.000 millones de dólares.

He aquí que si, según las estadísticas oficiales, la economía “crece” en torno del 3,5 %, la Argentina deberá pagar, en diciembre, unos 4.000 millones de dólares. En definitiva, el “éxito” del blanqueo serviría apenas para compensar el costo de la mentira estadística, otro logro de Moreno, ejecutor de la intervención de facto al Indec.

Imposible prever qué ficciones estadísticas pergeñarán el gobierno y Moreno después de las elecciones de octubre.

La voz de orden, ahora, es domar el dólar, combatir las tendencias recesivas y disimular la inflación, que en todo caso -dirá de última el Relato- es culpa de empresarios y comerciantes angurrientos y fantasmagóricos “formadores de precios”. Como si el Estado, que recauda en impuestos y gasta más del 40 % del PBI, no fuera el principal formador de precios de la economía argentina.

La inquietud por conseguir dólares, incluso al riesgo de convertir al país en una plataforma del lavado de dinero y llamador del dinero del narcotráfico y otras actividades criminales es paradójica cuando se contrasta con la persistencia oficial en la mentira estadística.

La voz de orden, ahora, es domar el dólar, combatir las tendencias recesivas y disimular la inflación, que en todo caso -dirá de última el Relato- es culpa de empresarios y comerciantes angurrientos y fantasmagóricos “formadores de precios”.