¿Qué número?

¿Qué número?
 

la burocracia estatal y la privada por ahí coordinan sus destempladas fuerzas y quieren organizar mejor la atención al público: te asignan un número para encarar primero una larga espera y luego la prometida atención. No laburan más ni mejor: ordenan, organizan, institucionalizan el cansino ritmo y la ineficiencia. ¿Por qué número va?

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO. ([email protected]). DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI. ([email protected]).

Disfruté esta semana de una de esas amansadoras que te dejan lacio. Extraño nombre ese, el de amansadora, en que los guapos se vuelven mansos; y uno pasa por todos los estadios -hay tiempo para todos ellos- desde el instinto asesino a la proclama sobre derechos del consumidor, desde la bronca contenida con todos sus variantes y prefijos (semi, in, supra, sub y que te recontra, por las dudas) hasta una resignación cercana al rigor mortis. En esos lugares, que no son privativos ni mucho menos de la administración pública (la amansadora que me comí esta semana fue bien ineficientemente privada), alguien, asumiendo la irremediable ineficiencia del sitio y la lentitud en la atención al público, puso un rollito con números o una persona -suele sobrar gente en los lugares donde no te atienden porque sólo hay uno o dos, los peores, para “atender” a la gente- y uno va con el 63 o el 814 a sentarse a esperar el turno...

En negocios de bastante flujo de personas, hay un justo principio que es el orden de llegada, acreditado por el numerito en cuestión. Si te dormiste, si no sacaste el número, dependés de la buena leche del que sí lo sacó o del empleado que realmente sabe que estabas primero.

Hay lugares de segura y larga espera y entonces, la gente saca el número y se va a hacer otras cosas, dentro o fuera del local. Es típico que en los súper, saques el número de la carnicería, relojees a cuál están atendiendo, y aproveches el tiempo de espera para ir a los lácteos, o a buscar vino. El riesgo es que te pasen de largo y vuelta a empezar, por canchero.

En muchos bancos, por ejemplo, no está el numerito manual, que es más casero y gauchito; sino que ya reina la tecnología y te asignan desde un cartel electrónico directamente la caja a la cual debés dirigirte. Ahí sos una especie de oveja ordenada y prolija que va solícita hacia el matarife asignado. Todos mirando la pantallita donde titila un número en rojo. También hay un sonido de aeropuerto cuando un nuevo número es convocado.

Se complica un poco cuando el sitio tiene más de un trámite y varios números diferentes según el departamento o a la des organización interna: tenés más de un rollo de números y es probable que tengas de distintos colores; conviven sin armonía posible el 07 verde con el 943 rosadito; el A 44 celeste (averiado) y el 802 bis blanco: un quilombo.

En un momento vos entrás a agarrar cualquier número, todos los números, por las dudas. Y de la comunidad de pacientes contribuyentes o clientes, ya se observan signos de organización como sacar a determinados intervalos nuevos números, traficarlos con los que llegan, entregarles a la señorita rubia uno de los números que nos sobran, entre otras deliciosas actividades, para matizar la espera.

Puede haber alguna discusión o pelea ocasional con el me tocaba a mí, con el preventivo y fáctico ¿porquénúmerovaseñorita? (cuando sabemos exactamente por qué número va cada una de las cajas o escritorios) por el le toca a usted, señora, cuando agarramos a un distraído, que es despertado abruptamente como el tipo que “se duerme” en el semáforo y es impiadosamente sacudido por los bocinazos...

Y nos vamos yendo al trotecito hasta el box 16, donde nos atenderán por fin con solícita deferencia. Dos horas adentro, esperando; ocho papelitos diferentes por las dudas. Uno se putea internamente por no llevar un libro o algo a lugares así. Tenés tiempo para torrar un ratito, aunque las sillas son más bien incómodas y hay en el sitio “calor humano” (y no diré más). De golpe, se puede hasta escuchar un ronquido. Y cuando llaman al 33, de golpe, puede ocurrir que una doña se despierte y cante ¡bingo! Hay más cosas, pero las dejo para el próximo número...