Señal de ajuste

Divinidades en el living

Divinidades en el living

Carmen, Moria y Susana, las tres diosas indiscutidas de nuestro olimpo matriarcal televisivo. Nadie pudo borrarlas de la mitología. Foto: Gentileza Telefé

 

Roberto Maurer

La mitología griega nos priva de diosas viejas, siempre ofrece doncellas como Artemisa o Perséfone, y algunas hembras maduras, como Hera o Deméter, pero no señoras mayores, no. Las hubo, y los especialistas las denominan “diosas posmenopáusicas”, pero apenas quedaron vestigios de algunas de ellas, cuyos destinos no fueron espléndidos, como Baubo, convertida en sirvienta, o Metis, que se empequeñeció engañada por Zeus, que se la tragó. La cultura patriarcal habría marginado a estas diosas porque temía a sus virtudes y muy especialmente a la sabiduría que ellas poseían.

Fue lo que derramaron Moria Casán, Carmen Barbieri y la anfitriona Susana Giménez, las tres diosas indiscutidas de nuestro olimpo matriarcal televisivo. Nadie pudo borrarlas de la mitología, ni Santiago Bal, ni los advenedizos que frecuentaron el lecho de Moria, ni los atorrantes que se sirvieron de las chequeras de Susana. ¿Acaso sus compañeros de fórmula en tantas comedias las sobrevivieron? De final patético, Porcel y Olmedo son cenizas de la memoria, mientras sus partenaires disfrutan de la eternidad.

LECCIONES DE AMOR

Hace un tiempo Carmen y Moria se pelearon (¿acaso las peleas no forman parte de la vida diaria de las diosas?) y hoy, amigadas, comparten nuevos proyectos, según contaron durante la visita al living de Susana, luego de entrar del brazo con sendos jóvenes de frac blanco: eran dos acorazados escoltados por un par de veleros.

—¿Cómo llegaron a este encuentro pacífico? -preguntó Susana.

—Somos mujeres maduras, priorizamos el profesionalismo y llegó la época de unirnos -contestó Moria. Como el conflicto llegó a tribunales, dejaron entender que hubo abogados y por lo tanto una liquidación de honorarios cuya fuerza persuasiva las convenció de que la vida en armonía era preferible al escándalo.

De las tres, Moria es la única que declara novio, pero cama afuera, porque “la convivencia es imposible’’. No se sabe si esa imposibilidad de vivir con otro es universal, o si es imposible convivir con Moria.

De las tres, Moria es la que galopa más rápido para hablar de intimidades. Con el novio actual “tenemos un sexo raro, poco toque, más bien tántrico”, revela, aunque no resulta claro qué hacen exactamente: es el sexo de las diosas, indescifrable para los mortales.

—¿Para qué querés sexo con amor? -responde Moria a las otras dos, que son diosas románticas. Ella, en cambio, no cree en el amor, se hacen las peores cosas en su nombre, y se queda con la pasión.

MATRONA Y CON PITÍN

La charla deriva en problemas relacionados con pelos y pelucas, pero las intimidades vuelven.

—¿Quién fue el amor de tu vida? -pregunta Susana a Carmen.

—Porcel -contesta sin vacilar-. Me enamoré de su talento, inteligencia, me envolvía y yo era muy joven.

Duró cuatro años, convivieron dos. Él volvió con su mujer.

—Trato de contar lo más lindo -aclara Carmen, sugiriendo de hecho que hubo aspectos abominables en la relación.

Cuentan anécdotas de hace 35 años y Moria, tratando también de recordar lo más lindo, rememora las graciosas flatulencias del Gordo.

El momento culminante fue cuando discutieron sobre las técnicas de las mujeres para orinar en baños públicos, donde la higiene es dudosa. Aquello que para los mortales sería escatología, en boca de las diosas es casi edificante.

Susana cuenta que su abuela le enseñó a mear de parada, y hace la demostración, se pone de pie y abre las piernas. “Así”, dice. Moria, en cambio, mea como varón y echa de menos los migitorios en baños de mujeres. Hace la exhibición, parándose y apoya los dedos en “V” sobre una bragueta imaginaria .

—¿Ven? Es como si tuviera pitín.

Luego fue el turno de conversar sobre los nietos...