“Unos duraznos blancos y muy dulces”

Con el corazón en la mano

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Paulina Carreño y una labor que quedará grabada en la memoria emotiva de los espectadores. Foto: Gentileza Juan Martín Alfieri

 

Roberto Schneider

“Las palabras sacan a las cosas del olvido / y las ponen en el tiempo, / sin ellas desaparecerían / Los que nos persiguen desde siempre / saben que nuestra memoria vale mucho, / por eso la pasamos a las palabras / que no pueden romperse”, de “Tres golpes de timbal”, de Daniel Moyano, son las bellísimas palabras consignadas en el preciso y estupendo programa de mano de “Unos duraznos blancos y muy dulces”, espectáculo de título precioso presentado por El Pasillo Teatro, de La Rioja, en el Foro Cultural Universitario, integrado sobre la base de cuentos del recordado escritor -publicados en “Un silencio de Corchea”- con palabras que, dichas con fuerza, tienen su historia, pero dichas como lo hace la protagonista del montaje escénico adquieren una potencia singular.

Cuando aparece en escena Paulina Carreño, la intérprete -actriz o narradora, da igual cuando la pasión se planta sobre la escena- los diversos mundos propuestos desde los textos se construyen con una indiscutida belleza. Moyano articula un emotivo paisaje de la alegría, el juego, la frustración, la muerte y el paso del tiempo; una parábola singular sobre esas realidades indefinibles que el ser humano puede descubrir a través del negro y el blanco, de la tristeza o la alegría o una ineludible desesperación, en una narración completa. Y perfecta.

Si hay atisbos de violencia en algunos personajes, provienen de una insatisfactoria existencia y de la falta de un mejor proyecto de vida, más digno e inteligente, por parte de la sociedad. Cuando el texto refleja algún mundo opresivo es el de la soledad de algunos seres -y los otros, los fuertes- pero también la radiografía de una estructura que no reconoce las necesidades de quienes la integran.

Desde la dirección general del espectáculo, Pano Navazo realiza una labor consustanciada en plenitud con la intención del autor, pensada y armada con absoluta precisión. Las diversas lecturas que proponen los textos son expuestas con lucidez y la potencia de los planteos mantiene su virulencia hasta el final. El dibujo de diversos personajes, algunos desheredados, le permite al director transitar también por ciertas cuotas de delirio, sin soslayar la angustia de sus criaturas.

En la interpretación, se destaca el excelente trabajo actoral de Paulina Carreño, porque asume con indisimulable entrega las difíciles aristas de sus personajes. La actriz conmueve con su labor, jerarquizada por un estupendo manejo de la voz y el cuerpo, cargados de poesía. Todo para construir un mundo en el que las palabras cobran protagonismo y construyen universos que nos hacen por momentos doler el alma, pero que cobran una importancia preponderante cuando son dichas con el corazón en la mano.