De domingo a domingo

Los “hechos básicos” del mundo y los que sostiene la Casa Rosada

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Guillermo Moreno y su esposa junto a la embajadora de los Estados Unidos, Vilma Socorro Martínez, durante la celebración del 4 de Julio, ocasión en la que Moreno tuvo un altercado con la prensa. Foto: DyN

 

Hugo E. Grimaldi

Latina de Texas y con apariencia de ama de casa, aunque abogada exitosa de verdad en cuestiones de integración, Vilma Socorro Martínez fue la representante diplomática de los Estados Unidos en la Argentina durante casi cuatro años y se marchó a su casa, en California, diciéndole al país que en todo ese tiempo no había conseguido entender sus modos de proceder.

Y justamente cuando ella expresaba el jueves pasado esos conceptos con un lenguaje carente de toda candidez, en el salón junto a la residencia de los embajadores, en Palermo, todavía retumbaban los gritos destemplados del único funcionario del gobierno argentino que había ido a saludarla, el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, quien probablemente le dio aún más motivos a la embajadora para sentirse consternada.

En el discurso de despedida que hizo Martínez, hubo una frase que se interpretó como una crítica (“La vida argentina es complicada”), aunque en realidad esas cinco palabras fueron una amarga descripción de la gran pesadumbre que le provoca a muchos el cono de sombra en el que ha entrado la Argentina, en relación con cuestiones que en otros lados ya han sido superadas por la historia y por la realidad.

Los fundamentos para el crecimiento

También recordó la embajadora, como tantas otras veces, que su misión estuvo “más ajena a las circunstancias del momento” y que trató de llevar adelante la relación “enfocándola en intereses sólidos a más largo plazo”, justamente algo que se ha cambiado desde hace mucho en el país por la abrumadora pasión gubernamental hacia las roscas de coyuntura.

“Sabemos que apreciar el cuadro general, a veces, no es tan fácil como parece”, dijo con resignación diplomática. Sin embargo, la verdadera y preocupante crítica llegó en otra frase en la que, aunque pasó algo más inadvertida para la prensa, Martínez fue mucho más elocuente. Vale la pena repasarla para tomar conciencia de la gran brecha que hoy existe entre la Argentina y el modo de pensar del grueso de los países: “Aprendí a apreciar las complejidades de la sociedad y de la política argentina y que el origen de ciertos problemas puede encontrarse en las diferentes interpretaciones de hechos básicos que los hacen difícil de resolver”, dijo.

El Diccionario explica que “básico” es una cosa o situación “perteneciente o relativa a la base o bases sobre que se sustenta algo, fundamental”. Y si bien podría pensarse con pleno rigor intelectual que lo que es básico o fundamental para unos no tiene por qué serlo para otros, por aquello de las “verdades relativas” que siempre le gustaba sacar a relucir a Néstor Kirchner y que en cuestiones de “autodeterminación” cada país puede manejarse como le plazca, lo que la embajadora expresó es que el mundo que progresa hoy tiene una lista de “hechos básicos” que ya no se discuten, sobre los que la Argentina aún está dando vueltas e “interpreta” de otra manera.

Las barrabasadas del secretario Moreno

De allí que, como “origen de ciertos problemas”, vale considerar el fenomenal retaceo de inversiones que el país no sabe cómo reemplazar y que está horadando la producción y el empleo. Sin mencionar la inflación creciente, la incesante presión impositiva que afecta hasta a los trabajadores o la inseguridad jurídica y el casi nulo clima de negocios que vive la Argentina de hoy, reclamos todos que se desestiman desde la Casa Rosada porque aseguran que se trata de presiones dialécticas para sustentar el no ingreso de fondos y finalmente condicionar la gobernabilidad, es justamente ese aislamiento, el que ha llevado al gobierno a seguir la política del parche permanente, sobre todo en materia económica.

Con la cabeza de la presidenta preocupada en sus propios “hechos básicos”, como las elecciones de medio término, la pelea con los medios y la Justicia, la reunión de la Unasur por el caso Bolivia (donde no asistió Dilma Rousseff) o aún la estatua de Cristóbal Colón, aparece en escena casi de modo excluyente la figura de Moreno como un emblema de la toma de decisiones equivocadas para tapar errores que, a su vez, generan nuevas distorsiones.

Así, como en un flipper, con el manejo poco experto del funcionario la bola va rebotando de lado a lado, sin consolidar nunca un derrotero definido, hasta que se va por la canaleta y todo vuelve a empezar. El poderoso secretario de Comercio cree que hay un ensañamiento contra él y por eso le echa la culpa de su acelerado desgaste a otros miembros del gobierno nacional y, por supuesto, a la prensa.

Es que los medios no gubernamentales no le dejan pasar ni uno solo de todos sus tremendos errores, mientras que los adictos apenas se ocupan en ayudarlo porque ha cansado a más de cuatro en el gobierno, comenzando por sus propios colaboradores, quienes, como en el ambiente militar que le gusta imponer, susurran que acatan, pero ya no obedecen.

En los ministerios de Economía, Planificación, Industria y Agricultura prefieren no escuchar hablar de él, porque es capaz de empastar cualquier decisión o de adelantarse susurrando sus alambicadas ideas en el oído de la presidenta y complicarles la vida.

En la Afip y sobre todo en el Banco Central cada vez que escuchan su apellido se hacen cruces. Sin embargo, como su sustento es nada menos que Cristina Fernández es directamente a ella a quien compromete con cada una de sus barrabasadas.

Durante la última semana, se supo que el juez Claudio Bonadío lo ha citado a indagatoria por presunto “abuso de autoridad” en las multas aplicadas a consultoras privadas que miden la inflación y probablemente eso lo haya puesto aún más nervioso.

Buscando trigo debajo de la alfombra

Quizás por ese motivo, se produjo la explosión que la embajadora Martínez escuchó pared por medio, el otro mediodía, en la Embajada. Pese a que algunos han querido justificar sacando todo de contexto y diciendo que, en todo caso, el secretario pudo haber reaccionado por las múltiples notas que escribió sobre su opaca labor la periodista de Clarín, Silvia Naishtat, lo cierto que una pregunta muy pertinente que ella le hizo sobre el cierre temporal de algunos supermercados, por no exhibir la lista de precios congelados (el estadounidense Wal-Mart entre ellos), no habilitaba a Moreno para una explosión tan desmedida, desborde que incluyó a otro periodista, Walter Curia, quien le pidió que dejara de “levantarle la voz a la señora”. “Tienen las manos manchadas con sangre todos los que trabajan para (Héctor) Magnetto”, vociferó desorbitado.

La penúltima de la semana fue la aplicación de la Ley de Abastecimiento hacia los productores de trigo, norma que la mayor parte de los juristas supone que es inconstitucional. Moreno quiere buscar si es necesario debajo de la tierra dónde está acopiado el cereal que los molinos dicen que no obtienen para producir la harina que falta, lo que ha llevado a las nubes el costo del pan en los mostradores y a faltantes de galletitas y fideos.

En el caso del trigo, se observa cómo el efecto flipper funcionó de modo pleno, ya que la situación que se vive ahora tiene que ver de arranque con las prohibiciones de exportación que generó Moreno hace unos cinco años, con la excusa de mantener surtida “la mesa de los argentinos”. Fue entonces que empezó el rebote descontrolado de la esfera metálica que hoy lo ha puesto al secretario entre la espada y la pared.

Ni qué decir de la fe que el secretario le tiene al Cedin, su hijo pródigo derivado del blanqueo de dólares, derivado éste del cepo cambiario, a su vez derivado de la falta de dólares que produjo la política energética y la falta de inversiones, que fue un derivado de la falta de incentivos al sector y ésta como un derivado de la política tarifaria y los subsidios, etc., secuencia frenética que muestra la política del flipper en todo su esplendor.

Como la presidenta está para llevarse todos los laureles, este esquema tan cerrado la hace también casi única responsable de todos los problemas, y Moreno es un problema. Si bien el personaje es destemplado por naturaleza, su reacción de la Embajada, gritada de modo desaforado para que la embajadora Martínez tomara nota a quién debía o no debía invitar a su casa y los problemas económicos que provoca porque se equivoca demasiado seguido, hacen del secretario un representante poco conveniente para una presidenta que ha sido elegida por 54% de los votos. Por otra parte, si ese porcentaje es el que se va a exhibir durante cuatro años para lo bueno, debería servir también para que Cristina considere por qué tiene que hacerse cargo de los desaguisados que ejecutan y también de los improperios que profieren sus empleados.