Cómo se gesta un campeón

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Sebastián Crismanich

Fue el único deportista argentino que logró una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. En este perfil, cuenta su camino hasta llegar a lo más alto, en un recorrido de sueños, esfuerzos, obstáculos y, sobre todo, mucha voluntad.

TEXTOS. REVISTA NOSOTROS.

FOTO. archivo.

 

DEPORTE. “A los seis años comenzó mi carrera deportiva. Tuvimos una reunión con mi papá y con mi mamá en la que me dijeron: ‘Mirá Sebas, tenés que empezar algún deporte, cualquiera, vos lo vas a elegir. Si empezás uno y después querés cambiar, no hay problema; pero debés hacerlo, ya vas a primer grado y es necesario complementar con una actividad física’. Perfecto, en ese momento elegí el fútbol. Yo era una persona muy introvertida, tímida, me costaba socializar con los demás; entonces fui encontrando un pequeño espacio ahí. Pero tenía un vacío que era el no tener a mi hermano Mauro al lado. Me lleva tres años y estábamos acostumbrados a estar juntos en todo momento; por eso sentía que me faltaba algo. Entonces lo invité a practicar fútbol; él no quería porque estaba con el taekwondo pero al final aceptó. Resulta que era tan malo que al segundo día lo echaron del equipo en el que jugábamos. No me quedó otra que, para pasar más tiempo con él, comenzar a practicar taekwondo. Por mi forma de ser no me llamaba la atención encontrarme en una actividad en la que tenía que pegarle a alguien; no le veía el negocio. Entonces puse una condición: iba a empezar pero si me dejaban pegarle solamente a la bolsa”.

COMPETIR. “Llegó un momento en que mi hermano estaba tan entusiasmado con las artes marciales que en el gimnasio donde practicábamos empezó a derrotar a un compañero, después a otro, y se empezaba a ver su potencial; entonces lo insertaron en la competencia. Yo veía que él viajaba a Buenos Aires, Rosario, Córdoba, que era donde se hacían los eventos de competición. Siempre iba con mi papá y al volver me contaba las anécdotas del viaje. ‘No sabés -me decía- hay unos jueguitos electrónicos, se llaman Sacoa, es como la realidad’, y me hablaba de muchos autos, de una autopista. En Corrientes eso no existía, entonces quise también conocer lo mismo. Ahí encontré la primera motivación de mi vida para meterme en la parte deportiva. Pero puse otra cláusula: solamente lo voy a hacer si es con mi hermano. Practicaba con él pero no me animaba a pelear con otro chico. Entonces, Mauro me iba ayudando, él era siempre el más grandote y el que más sabía, pero tampoco me trataba como corresponde; sino que aprovechaba y me pegaba lindo. Recuerdo que yo llegaba a casa llorando y mi papá siempre le repetía: ‘Tu hermano va a crecer, yo le veo los huesos, mirá la rodilla que tiene; va a ser más alto que vos y el día de mañana se va a vengar’. Hoy él quedó con 1,70 metro y yo mido 1,84 metro; así que imagínense si le vengo devolviendo”.

DOS CAMINOS. “Comenzamos una etapa en la que me involucré en la parte deportiva. Mis dos primeros campeonatos los hice muy mal, o me hicieron muy mal, me pegaron por todos lados. A la vuelta del segundo torneo, volvíamos de Rosario, y mi papá nos dijo que quería tener una charla con nosotros, porque la situación así no podía seguir. Siempre nos trababa como si fuésemos personas de 30 años. Nos dijo: ‘Yo les voy a proponer dos caminos, ustedes tienen que elegir. Uno es retirarnos de este deporte, hacer otro que no tenga contacto, porque nosotros como padres sufrimos al verlos que no responden y sólo les pegan; o, el segundo que les propongo es el de ser los mejores de la Argentina’. Imaginen con 7 años que mi papá me proponga ser el mejor del país. Yo venía con la cara hinchada de todos los golpes que había recibido, no le creía nada. Le pedimos una semana para decidirnos. Mi hermano me entusiasmaba, me decía que sí, que íbamos a ser los mejores, que íbamos a ser Bruce Lee, Jackie Chan y todo junto; que si papá nos dijo que podíamos, íbamos a poder. Así que le dijimos que queríamos ser los mejores de la Argentina. Entonces se armó un equipo de trabajo familiar. Mi padre se dedicó a poner todo su esfuerzo para que logremos el objetivo que nos había prometido. La sumó a mi mamá como nutricionista, así que ella estaba con los libritos para saber cómo nos podía nutrir mejor y que estemos bien en los entrenamientos. Siendo tan chiquitos llevábamos un entrenamiento de mediano rendimiento. Quizás los mismos profesores no sabían tanto del taekwondo, ellos venían del kun-fu y, entonces, iba aprendiendo con nosotros. Esto hizo todo un poco más difícil, pero también mucho más emocionante. Era un desafío muy grande y la ilusión podía más que lo que podía creer uno”.

OBSTÁCULOS. “Logramos ir mejorando tácticamente y empezó una nueva etapa, se dio un quiebre en mi carrera. El hecho de ir conquistando copas con mi propio esfuerzo, trabajando en familia con esa pasión, estando todos compenetrados. Influía mucho en mí. Quería seguir viviendo esas sensaciones y ya no quería la copa que había ganado sino una más grande; ésa era mi motivación. Antes de llegar a los 14 años sufrí una lesión muy fuerte y pasé un año entero fuera de la competencia, lo que me dejó bastante marginado. En ese momento creo que saqué lo mejor que tenía, pude cultivar un campeón en mí. Porque el campeón no es el que es técnicamente mejor que otros; no basta con la aptitud. Recuerdo que ese año y medio hacía kinesiología, elongaba, hacía terapia, veía como todos viajaban y yo tenía que quedarme en mi casa. Fue un poco frustrante y me desilusioné muchísimo, pensaba que nunca más iba a poder retomar el nivel que tenía. Pero resistí en el tiempo; con constancia y con esfuerzo pude atravesar esa etapa. Inmediatamente después me llegó un premio: gané un torneo y me convocaron para la Selección Argentina porque venía un panamericano juvenil. El día que me tocaba participar cumplía 16 años. Mi ilusión era clasificar, quedar en la selección, ir y regalarme a mí mismo esa medalla panamericana. Parece que uno de tanto soñar y focalizar, logra que las cosas se terminen dando de esa manera. El día que cumplí 16 me regalé la medalla de oro en un panamericano juvenil. Ahí apareció otro punto de inflexión grande, quería ir por todo, trascender el continente”.

MARCAR LA HISTORIA. “Tenía la oportunidad en mis manos de cumplir un sueño, de marcar la historia. Hablamos con mi hermano de empezar a buscar que -a partir de nosotros- se empiece a formar la historia del taekwondo argentino. Él quería ser campeón mundial y yo, olímpico. En busca de esos objetivos tuvimos que sortear innumerables obstáculos. El primero fue tomar una decisión muy grande: salir de Corrientes en busca de una mejor preparación, más infraestructura y grupo humano de trabajo. Nos fuimos a Córdoba adonde empezamos a desarrollar toda nuestra vida. Fue realmente un año muy duro, lejos de la familia, de los amigos y de la ciudad a la que estábamos acostumbrados. Al tiempo mi hermano logra la medalla del mundo, cumple su sueño y yo -más motivado que nunca- me propuse ir hacia el preolímpico de 2007 y clasificar. Pero me robaron una pelea y tuve que postergar mi sueño cuatro años más. Doblegué ese esfuerzo, nunca me quedé, gracias a Dios. Gané la plaza olímpica en los juegos panamericanos de Guadalajara. Ahí comenzó la segunda mitad de mi sueño, el más grande que me pude llegar a proponer en la vida: conquistar la medalla de oro. El camino tuvo obstáculos, hubo una lesión en el medio de la preparación; pero un entrenador me dijo: ‘Durante 18 años vos te ganaste lo que vas a hacer el 10 de agosto en los juegos olímpicos, no te preocupes por este último mes. Usá la cabeza, sé inteligente, visualizá, focalizate, pensá en lo que realmente querés y dale para adelante’. Entonces llegué ese último mes con mucha energía, muy motivado, sabiendo que yo podía lograrlo”.

LA FOTO. “En Londres me pasaron innumerables anécdotas. Estaba muy nervioso y era una incertidumbre cómo me iba a sentir el día de la pelea. Tenía tantas ganas de hacerlo bien, era la oportunidad de mi vida, no la quería desaprovechar. Querer controlar esas emociones era terrible. El día que salí campeón logré la foto que me motivó durante toda mi carrera. No era la imagen en la que estoy con la medalla. Lo que yo visualizaba siempre era la bandera argentina lo más alto posible; otras banderas, que no me importaban cuáles fueran, alrededor; y escuchar el himno. Eso fue lo que busqué durante mucho tiempo y lo pude concretar”.

SUEÑOS

“La noche previa a viajar a Londres, en la concentración de la selección, mi compañero me contó que soñó que yo traía la única medalla de oro de la Argentina. Me dieron ganas de ser el San Martín de esos juegos olímpicos. Se nos caían las lágrimas a los dos. Antes de salir al primer combate, estaba tirado descansando en un receso con la nuca sobre mi bolso y en un momento me levanté de golpe, con una sonrisa de oreja a oreja. Había soñado que era campeón olímpico, que estaba en el podio con la medalla y que miraba para todos lados. Se lo conté a mi entrenador y le dije: ‘Se vio tan lindo, que voy a tener que salir campeón’”.

NUEVOS OBJETIVOS

“Alcancé la cima, no hay torneo más importante que el que gané. Pero cuando alcé la medalla de oro me quise plantear nuevos objetivos para tener energía y ganas de seguir viviendo. Quiero poner mi semillita en toda la Argentina, estoy dedicando mi esfuerzo personal y el de mi carrera deportiva a los chicos. Quiero sentarme en mi sofá el día de mañana, cuando me retire, y ver a otros taekwondistas argentinos que estén sacando medallas olímpicas. Ése es el nuevo desafío que me propuse, mas allá de las próximas medallas a las que voy a apuntar con mucha energía”.

así soy yo