Espejito, espejito...

La autora asegura que la imagen corporal es la representación del propio cuerpo que cada persona construye en su mente, que puede estar saturada de sentimientos positivos o negativos que influyen en las emociones, pensamientos y conductas asociadas al cuerpo y a uno/a mismo.

TEXTOS. Psicóloga Romina del Pozo, Coordinadora Terapéutica del Centro de Nutrición Integral Dr. Meyer.

 

Ayer, al pasar por una vidriera, me vi y no me reconocí. Cuando me miro en las fotos pienso: ¿Cómo nadie me dijo que estaba así?

La imagen corporal se define como la representación del propio cuerpo que cada persona construye en su mente. La misma puede estar saturada de sentimientos positivos o negativos que influyen en las emociones, pensamientos y conductas asociadas al cuerpo y a uno/a mismo.

Es decir, incluye aspectos perceptivos sobre el tamaño y la forma de nuestro cuerpo y sus partes; también pensamientos, auto-mensajes y creencias sobre nuestro cuerpo y sentimientos sobre el grado de satisfacción con nuestra figura y con las experiencias que nos proporciona nuestro cuerpo, influyendo en nuestro comportamiento.

Así que dependiendo de cómo nos sintamos con nuestro cuerpo podemos pasar de mostrar y exhibirnos a dejar de ir a playas, piletas u otros lugares con tal de no mostrarlo al desnudo.

La imagen corporal no es fija o estática, más bien es un constructo dinámico, que varía a lo largo de la vida en función de las propias experiencias, de las influencias sociales, etc.. También incluye la forma en que la persona cree que es vista por los otros.

De acuerdo a ello es posible.

- Sentirse gordo aun cuando objetivamente no tiene exceso de peso.

- Verse bien pero estar preocupado por alguna parte del cuerpo en particular (piernas, panza, cadera, etc.).

- Tener sobrepeso pero sentirse bien con el propio cuerpo y su apariencia.

- Maximizar un defecto o minimizar un exceso.

Si bien la imagen corporal que tiene cada individuo no suele ser la apariencia física real (objetiva) sino la propia visión, o sea, cómo se piensa y se siente el propio cuerpo y no tiene por qué haber un correlato exacto con la realidad, se considera que cuanto más se aleja de ella, más distorsionada está.

Las distorsiones en la imagen corporal no son patrimonio exclusivo de los trastornos alimentarios, como anorexia o la bulimia; también es un mecanismo muy presente en la obesidad.

¿CUÁNDO DISTORSIONAMOS?

El obeso puede saberse gordo pero no tanto; nunca saber su talle; mirarse al espejo pero no verse; agrandar la ropa y no achicarse; bajar de peso y no adaptarse.

¿Cuándo distorsionamos? Cuando maximizamos o subestimamos la amplitud de las medidas; cuando pensamos que la gente se fija en nuestros “defectos” y creemos que éstos son una prueba fehaciente de la imposibilidad de ser queridos o apreciados; cuando sentimos raro el propio cuerpo.

Nos convencemos de que solamente otras personas son atractivas y que el tamaño y forma del cuerpo son signo de fracaso personal.

Evitamos mirarnos al espejo o lo hacemos automáticamente.

Evitamos salir en fotos o filmaciones.

Escondemos el cuerpo dentro de ropas de tallas grandes, evitando vernos y que nos vean.

Creemos que la obesidad no es un “problema” para nosotros.

Tener una imagen positiva de sí mismo/a, no implica “convencerse de que todo está bien” sino que requiere:

- Tener una percepción clara y verdadera del cuerpo.

- No seleccionar solo los aspectos negativos.

- Ser conciente de los aspectos (físicos, emocionales) con los que me siento a disgusto y trabajar para mejorarlos.

- Recordar que el aspecto físico de una persona dice muy poco sobre su valor personal pero puede afectar a su estado emocional.

Si la percepción, los pensamientos y el estado de ánimo respecto al cuerpo son incorrectos probablemente los comportamientos también lo serán.

Mientras tanto, nos preguntamos: ¿Tengo espejo?, ¿me detengo a mirarme?, ¿me observo de cuerpo entero?, ¿cómo me siento con él?, ¿qué puedo hacer?

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