Un peronista histórico que busca volver al Congreso

Carignano, candidato a diputado de un bloque “ni oficialista ni opositor”

Rechaza los rótulos K o Anti-K. Está dispuesto a debatir todos los temas y sobre cada uno tiene posición tomada. Incluso, a decir cosas políticamente incorrectas, como que alguna vez votó en blanco para presidente.

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“Yo votaría por Massa”. Lo dice Raúl Carignano, el candidato de 100% Santafesino cuando se le pregunta por quién votaría en la provincia de Buenos Aires.
Foto: Mauricio Garín

 

Luis Rodrigo

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Raúl Carignano se ha propuesto una tarea difícil. Ser electo diputado nacional y sostener sus propuestas desde un discurso que no sea posible rotular con las etiquetas más K o Anti-K. Sólo alguien con su formación política, sus antecedentes y su experiencia puede sostener una argumentación necesariamente compleja, extensa y reflexiva para cada asunto. A veces, con palabras más cercanas a las de un analista político o un editorialista que a un actor de la lucha política.

Es que Carignano elogia y critica al gobierno nacional como muestra coincidencias y divergencias con lo que dice la oposición. “Ya estoy grandecito para que me digan qué tengo que pensar”, sostiene.

En grandes trazos: rechaza la re-re y el blanqueo de capitales y elogia la Asignación Universal por Hijo; advierte sobre lo importante de las formas para la clase media disgustada con la presidenta, pero señala que en los sectores más humildes sus medidas se aceptan.

— ¿Cómo ve al país’

—Los argentinos tenemos todavía muchas debilidades, tanto institucionales como en el sistema de solidaridad, que se ha quebrado. Rige mucho el individualismo: me va bien, está todo bien; me va mal, y el país está en el fondo del mar... Y no es así. Tiene que irle bien a la Argentina para que a mí me vaya bien, ese concepto se ha ido perdiendo desde la década del ‘90 y ahora por la confrontación feroz que ha creado situaciones que no admiten los grises

—¿Y qué tan claro o tan oscuro es su color gris?

—A mí me piden definiciones, que diga si soy kirchnerista o antikirchnerista...Me recuerda los ‘70: yo participaba en la Universidad de la militancia, pero no de la idea de la lucha armada. ¿Qué me decían? “Vos no sos peronista”. ¿Qué me dicen hoy? “Vos estás contra el modelo”. Parece que para ser peronista hay que estar de acuerdo con todas y cada una de las medidas del gobierno. Si hay un movimiento con plasticidad, con flexibilidad y disenso es el peronismo, como en otros partidos.

—¿Va a ser un diputado del oficialismo o de la oposición?

—Voy a ser un diputado de Santa Fe. Ante todo lo que tenga que ver con los intereses santafesinos voy a tener la libertad de votar en su favor; a todo lo que esté en contra me voy a oponer.

—Pero lo hará desde el oficialismo o desde la oposición...

—Lamentablemente no puedo llegar a eso. Hay que cambiar esa lógica: en la Cámara no hay que votar por disciplina partidaria sino por la convicción. Ver a quién afecta o a quién beneficia determinada medida... A quién va a mejorar su situación o a empeorarla determinado proyecto de ley, lo proponga el oficialismo o lo impulse la oposición... Recuerdo que en el gobierno de Alfonsín, cuando fui diputado nacional, un proyecto de ley buscó desarmar la estructura sindical en la Argentina. Y nosotros desde el peronismo la defendíamos. Hubo más de veinte legisladores del radicalismo que también lo hicieron, y nos dieron la oportunidad de ser mayoría. Votaron por sus convicciones y no por eso dejaron de ser radicales.

—En aquel momento Ud. pertenecía a un bloque de la oposición, no había ninguna duda, lo decía.

—Pero es que yo por entonces votaba por disciplina partidaria. Por mi evolución a través del tiempo hoy digo que votaría por mi conciencia. En síntesis, fui así; no soy así. Los años, la experiencia, los avatares de la Argentina me cambiaron. Tengo como norte que los argentinos tenemos que tener siempre en la mira sostener la democracia y no perder jamás la libertad. Viví la etapa de la dictadura, sé lo duro que fue. Si hay algo que no podemos perder es eso, lo mismo que cada una de las libertades individuales: de pensar, de disentir.

—¿Cómo votó cuando Néstor Kirchner quedó segundo y primero Carlos Menem, que luego se bajó?

—Yo estaba a favor de Néstor Kirchner. Había conversado con él en dos oportunidades y sus ideas me parecieron que nos daban a los argentinos una mejor comprensión del futuro que lo que aportaba Carlos Menem, a quien apoyé en los ‘90. Mire, Hermann Heller decía que la política se desarrolla en el espacio y el tiempo. Nadie crea que Perón desarrolló un nacionalismo progresista, para decirlo de alguna manera, porque se le ocurrió a él. Era el mundo después de la guerra el que se encerró en sí mismo y era necesario gestar las fuentes de autoproducción como país, eso que hizo Perón se puede hacer en el año ‘45.

Cuando Menem, el Consenso de Washington era lo que le permitía a un país participar del mundo y crecer y acceder a las nuevas tecnologías.

Hoy sin embargo aquel neoliberalismo sería impracticable, porque fracasó. Los europeos, los norteamericanos, los asiáticos, todos se encierran.

—¿Podemos saber qué hizo en las elecciones que Cristina Kirchner ganó?

—Sí, cómo no: voté en blanco. Quería preservar cierta distancia... Me gustaba de Cristina su discurso, muchísimo. Decía que iba a profundizar la institucionalidad del país, lo que yo entendía que se debía hacer. Pero al mismo tiempo sabía que Cristina no estaba pensando en hacer eso. Y lamentablemente el tiempo me dio la razón. Las instituciones en parte se han debilitado. Me dije, voy a apoyar, pero me voy a reservar el derecho de ver qué va a pasar

—Así que votó en blanco.

—Hago mal tal vez en decirlo, lo políticamente correcto es decir yo apoyé, pero creo que lo verdaderamente político, lo verdaderamente transformador, es decir la verdad. Los políticos que subestiman a la gente tarde o temprano caen. Yo hablo de lo que la gente puede ver, puede palpar. No por demagogia, sino porque hay que decir la verdad, la gente se mueve con realismo.

—Cuando sea diputado nacional, ¿en qué bloque va a actuar?

—Hay más gente que también a va a ser diputado y está en la misma situación... Somos peronistas pero no comulgamos para estar en un bloque. Creo que eso va a ser objeto de una conversación, porque según se me ha explicado y según yo he podido observar, más de uno quiere atender a esta nueva situación que se da en la Argentina, que es el camino de la normalidad.

—¿Cómo votaría en la provincia de Buenos Aires?

—Yo votaría por Massa en la lucha con Insaurralde.

Perfil

“El Gringo”

“Podríamos poner una foto de archivo, porque está igual”, dice el periodista cuando el fotógrafo irrumpe en la entrevista. “¡Ahh, entonces, traígame el pelo!”, bromea Raúl Carignano, que luce una cabeza que ahora también es brillante por la calvicie.

Nunca perdió el apodo de “el Gringo”. En los ‘80 era fácil distinguirlo por su cabello rubio en la Cámara de Diputados de la Nación. Se lo señalaba mucho.

Fue uno de los principales dirigentes de La Renovación (un movimiento que reclamó democracia interna al peronismo) y también porque fue uno de los pocos que renunció a tener una jubilación de privilegio, luego derogada.

Hoy lo cuenta porque se lo han preguntado y dice que jubilarse (aún a secas, sin privilegios) no está en su naturaleza.

En 1985 derrotó -en una interna de antología- al “aparato” del PJ, cuando votaron nada menos que 300 mil afiliados.

En los ‘90, designado por Carlos Menem fue secretario de Asuntos Latinoamericanos, representante argentino ante el Aladi y embajador en Asunción. Participó de las negociaciones que gestaron el Mercosur.

En 1995 fue candidato a gobernador por uno de los sublemas justicialistas junto a Roberto Rossúa. Esa fue su anterior incursión en política.

Terminado lo que hoy no duda en llamar “el fracaso del neoliberalismo”, Carignano volvió a trabajar en la actividad privada. Creó una consultora que asesoraba a investigadores tecnológicos locales a los que vinculaba con empresas internacionales y logró negocios con asfaltos, enzimas y técnicas nuevas para empresas hidrocarburíferas. Entiende que al sector privado, el Estado “no debe suplirlo, debe apoyarlo que es otra cosa. Con financiamiento, capacitación, acceso a la tecnología y con medidas que permitan abrirse al mundo limitadamente, ya no ingenuamente”.

“Argentina tiene una inmensa suerte con los precios internacionales, hubo récords históricos, tanto que es rentable para los grandes productores no obstante que el 53% de la producción de la soja va a parar al Estado. El pequeño productor está en el límite. Yo trataría de hablar con el campo para armonizar con el sector industrial”, subraya.