Trabajar las inferiores

Trabajar las inferiores
 

Ya saben: no soy de largar fácil un tema con potencialidades (potencialidades a la parrilla: una buena marucha tiene una potencialidad terrible, a un buen totín hay que sacarle todo el jugo, etc.) y el de las peñas es un caso. Desde esta columna venimos bregando -alguien tiene que hacer el laburo sucio- por el debido reconocimiento de la peña como una de las bellas artes.

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO ([email protected]). DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI ([email protected]).

Yo veo, ya sin preocupación, que se mide todo, se tabula todo, hay libros enteros sobre los proyectos que presentó el legislador fulanito, sobre el apareamiento de las tortugas, sobre los indicadores económicos de la fabricación de salchicha casera: sobre todo. Todo está escrito. Somos una sociedad, y una especie bastante egocéntrica y fanfarrona que tiene la compulsiva necesidad de dejar registros de lo que hace o no hace, como si no fuera suficiente y hermoso con vivir lisa y llanamente, o áspera y montañosamente. Pero entre tanto registro, tanta escritura, no hay estudios serios ni risueños tampoco sobre las peñas. Venimos a cubrir ese vacío, modestamente.

No sabemos cuántas peñas hay en la ciudad, en la provincia, en el país y en el mundo. ¿Cómo puede ser que una institución tan vital, tan promotora de buenas prácticas, tan soltadora de habitantes felices y contentos en un mundo lleno de garcas y caracúlicos, no tenga los estudios que ratifiquen, certifiquen, cuantifiquen y hasta promuevan su continuidad, su difusión y profusión, su surgimiento, su reverberación, su provechito...?

En este caso, vamos a hablar de las inferiores: como si se tratara de cualquier club, las peñas tienen categorías formativas. Siempre conocemos a las peñas por sus jugadores de primera (algunos, son de cuarta, lo aclaro de una) y nos olvidamos del largo camino que lleva a un prepeñero a ser peñero.

De golpe aparecen jugadores con todas las habilidades para desempeñarse exitosamente en una peña bien constituida, y nos olvidamos -porque ya he dicho que no está puesto el foco de los analistas sobre el fenómeno completo- de su correcta formación, del progreso que muestran, de las destrezas que van adquiriendo (desde el primer asado que hacen hasta la elaboración personalizada de un chimichurri; desde la cata de un vino berreta hasta el aprendizaje del correcto destapado de cervezas contra el canto de una mesa: son muchas cosas), en fin, del colectivo que los constituye individuos palapeñenses (aptos palapeña).

Semejante perorata es sólo para enmarcar una de las tragedias que afecta a cualquier peña (y que inconscientemente las beneficia y las apuntala: surgen, van surgiendo, nuevos acólitos para el culto) y es la aparición súbita de los pibes. Irás a la peña, pero te llevás a los chicos.

Sucede cuando una esposa despechada (es mejor una pechada, toda la vida), harta de probar y fracasar con directas e indirectas de todo tipo para que el tipo que vive con ella no vaya nada a su peña de miércoles el día que fuera, finalmente te enchufa los críos.

Alta tración (si tu mujer tiene más de un metro setenta); baja venganza (si es petisa), vos debés poner cara de “qué quieren que haga” y jurarle a los peñeros que los pibes no van a joder, que pueden quedarse frente al televisor o una compu, o que trajeron jueguitos...

Ya sabés lo que sigue: te van a cargar por el resto del año, te van a preguntar capciosamente en otra oportunidad si ya lavaste los platos o si hiciste la tarea (porque, como un castillo de naipes, una sola carta en falso hace derrumbar toda la estructura: se llama difamación) y van a iluminar con reflectores tu carácter de dominado endémico.

Y allí estás: con tus dos nenas, encantadoras ellas, entre rudos comensales. Podés argüir cancheramente que estás promoviendo las inferiores, que los estás formando en el arte de la peña y otras indecencias. Pero la verdad es que te enchufaron los pibes. Y que vos vas a vengarte cuando tu mujer tenga la peña del tupper, la despedida de soltera (era hora: ya no daba para más) de la Tuca o el recital de Arjona. Ese día, ella deberá llevarse los pibes. Parece un tema chico. Pero es grande.