Otro golpe de “uniformados”

Disfrazados de policías asaltaron a un jubilado

Ocurrió el lunes por la mañana, en una vivienda de calle Estanislao Zeballos al 5200. Hace 48 años que “don Charo” vive en esa casa de barrio Cabal. “Es la primera vez que me pasa algo así y el susto no se me va”, manifestó hoy.

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César Pogliacomi es presidente del Centro de Jubilados de barrio Cabal, entidad que brinda servicios a unos 200 asociados.

Foto: Danilo Chiapello

 

Joaquín Fidalgo

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“Todavía sigo con miedo. Salgo a la calle y me parece que van a venir a atacarme. Nunca me había pasado algo así, pero me dicen que es normal por lo que sucedió, que ya me va a ir esa sensación”, se consuela César Pogliacomi, que tiene 77 años y hace 48 que se domicilia en Estanislao Zeballos al 5200.

Este hombre vive solo en su hogar desde hace 7 años, cuando falleció su esposa. El pasado lunes se despertó a las 6.30 como habitualmente, desayunó y se dispuso a hacer un, también acostumbrado, paseo corto por la vereda con su vieja perrita Daiana, prácticamente ciega. “Siempre la saco un ratito y después me voy al Centro de Jubilados del barrio, del que soy presidente”, relató.

“Don Charo” -como todos los vecinos conocen a Pogliacomi- abrió la puerta del frente y luego el candado del portón del garaje. Estaba en eso, junto a su mascota, cuando aparecieron imprevistamente y a la carrera dos hombres con uniformes policiales. “Estamos buscando a unos choros que andan por los techos. Dejanos pasar”, le gritaron.

“No me dieron tiempo de pensar. Cuando me di cuenta ya estábamos los tres adentro de mi casa. Entonces, uno me tomó por detrás y dijo: ‘Esto es un asalto, quedate quieto’. Me llevó hasta la cocina, me sentó en una de las sillas y me ató las manos atrás. A una la sujetó con un precinto plástico, a la otra con una bufanda”, recordó esta mañana la víctima.

“Arriba de la mesa -añadió- estaba mi billetera. Les pedí que me dejen los documentos y accedieron. Sólo cargaron en sus bolsillos los 400 pesos que tenía en efectivo. Entonces entró a la vivienda otro delincuente, un menor de edad, quien se dedicó a revolver todo. Él encontró unos 1.000 pesos en billetes de a 10 que yo tenía en un monedero, escondido dentro de un placard. Cuando vi que ese chico venía con la plata pensé lo peor, que iban a tomar represalias, porque antes me habían preguntado si tenía más dinero y les dije que no. Afortunadamente, sólo se fueron... desaparecieron”.

Una vez que quedó solo, Don Charo forcejeó hasta que pudo zafarse de la atadura de la bufanda. Entonces tomó un cuchillo de cocina y cortó el precinto que sujetaba su otra mano. “Llamé como cinco veces al 911, pero no me contestaron. Entonces le avisé a una vecina, que justo pasaba por el lugar y ella sí logró comunicarse”, concluyó.

César Pogliacomi es presidente del Centro de Jubilados de barrio Cabal, que brinda una serie de servicios (viajes, bolsón de mercadería, pedicuría, enfermería, yoga, etc.) a sus, aproximadamente, 200 asociados.

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Los delincuentes ajustaron tanto el precinto que terminaron lastimando la mano de la víctima.

Foto: Danilo Chiapello