Una fábrica de ilusiones

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Helena Rubinstein. Foto: Archivo El Litoral.

 

Por María Luisa Miretti

“La cara oculta de la belleza. Helena Rubinstein, L’Oréal y la historia turbia de la cosmética”, de Ruth Brandon. Biografía. Tiempo de Memoria. Tusquets. Buenos Aires, 2013.

Ruth Brandon es historiadora de la cultura y periodista británica. En esta biografía nos enfrenta a dos potencias del mundo de la belleza: Helena Rubinstein, más relacionada con lo facial y Eugène Schueller, fundador de L’Oréal vinculado con lo capilar.

Más allá de las cuestiones empresariales duras, frías, por momentos imposibles de sostener en boca de sus personajes- el impacto mayor sucede entre los diversos escenarios donde transcurren las acciones de cada uno de ellos.

Muy pobres en sus orígenes, es posible observar el agudo ingenio con el que se manejaron para salir airosos sin trampear, pero con los objetivos claros en una Europa decadente de preguerra, para más tarde observar los trucos del exilio Rubinstein era judía- cuando la Segunda Guerra Mundial y el avance del nazismo, con Schueller a la cabeza, acusado de colaboracionista.

Saltando de un país a otro (había nacido en Croacia), primero a Australia, después a USA, luego a Londres, París, etc., es posible observar la permanente inquietud de Rubinstein por satisfacer la belleza de la mujer y mejorar su calidad en la piel a través de hierbas que estudiaba, de labiales y colores sobre los que investigaba sin cesar. Así fue inventando diversidad de cremas (para el día y la noche, cutis seco, normal y graso que aseguraba- estaban hechas en base a aceite mineral y hierbas de los Cárpatos). Se casó y tuvo hijos, pero nunca abandonó ese reino de fantasía que según ella permitirían la continuidad del reinado de las mujeres (con anterioridad era mal visto que las mujeres se pintaran o cuidaran su cutis).

En 1908 se instaló en París, donde Eugène Schueller irrumpió con el negocio de las tinturas enfrentando uno de los peores miedos universales: las canas. Si bien en los comienzos era mal visto teñirse, se fue entremezclando con el arte del postizo hasta lograr el tinte perfecto.

En 1988 L’Oréal adquirió Rubinstein. Actualmente, todo está en manos de Liliane Bettencourt Schueller quien aún forma parte activa de su junta directiva-.

Densa y abigarrada, con un discurso por momentos insostenible, Brandon nos asoma a esa fábrica de ilusiones en la que transitaban sueños y mercancías, mientras se instalaba un paradigma de belleza.

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Eugène Schueller, fundador de L’Oréal. Foto: Archivo El Litoral