Maduro, tras la suma del poder

Un rasgo que distingue a los autoritarios de todos los tiempos es su afán por gobernar con facultades extraordinarias y perpetuarse en el poder.

Un rasgo que distingue a los autoritarios de todos los tiempos es su afán por gobernar con facultades extraordinarias y perpetuarse en el poder. Según este criterio, el país vive en un estado permanente de excepcionalidad, motivo por el cual, al líder se le deben otorgar atributos especiales para concentrar el poder y ser más “efectivo”. Como para cumplir al pie de la letra con este precepto, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, acaba de reclamarle a la Asamblea Nacional que le otorgue poderes especiales para gobernar por decreto y combatir la corrupción.

El tema merecería debatirse si no fuera contrastado por el hecho obvio de que desde que Chávez asumió el poder hace casi quince años se viene gobernado en esas condiciones. Los datos históricos en este sentido son elocuentes: desde que llegó al poder Chávez aprobó por decreto más de doscientas leyes. Asimismo, no deja de llamar la atención que el flamante mandatario -que dice conversar con el alma de Chávez- pida más atribuciones para luchar contra aquello que su propio gobierno ha alentado y estimulado a través de diferentes medios.

Venezuela es uno de los países más corruptos del mundo. El chavismo es el responsable de esta hazaña cultural y política. La concentración del poder y la ausencia de controles institucionales es uno de los motivos que han alentado este vicio social. Pues bien, Maduro entiende que a la corrupción se la combate con los mismos recursos que en su momento la reprodujeron.

El diagnóstico del chavismo en algún punto es perverso. Las leyes sociales en este caso se reclaman para luchar contra la corrupción, pero de hecho, y atendiendo a recientes declaraciones, lo que se propone es atemorizar a la oposición y, de ser necesario, reprimirla, incluyendo en el propósito a Henrique Capriles su principal dirigente.

Las iniciativas de Maduro hasta ahora sólo han ajustado cuentas con empleados menores de la administración pública, eludiendo de hecho cualquier investigación comprometedora de los llamados “peces gordos” del sistema. Sin ir más lejos, en estos días los ataques de la policía del régimen apuntaron contra dirigentes de la oposición. Es el caso de Richard Mardo, un legislador acusado de fraude fiscal, y Oscar López, asesor de Capriles. También en estos días, diarios que mantienen posiciones críticas al gobierno -El Nacional y Tal Cual- fueron multados por el equivalente al uno por ciento de los ingresos brutos del 2009. ¿Motivo? Una foto publicada en 2010, en la que se ven unos cadáveres en la morgue de Caracas.

Como muy bien lo señalan dirigentes opositores, las fuentes principales de la corrupción son el populismo y el autoritarismo del chavismo. Luchar contra ellos, demandaría más transparencia pública, más controles, una Justicia independiente para poner límites al hábito de utilizar los dineros públicos para fines electorales. Ninguna de estas decisiones parece estar en la cabeza de Maduro, entre otras cosas porque no es la corrupción lo que le preocupa, sino la libertad política.

Las fuentes principales de la corrupción son el populismo y el autoritarismo del chavismo. Luchar contra ellos demandaría más transparencia pública y una Justicia independiente.