La realidad, la melancolía, la extrañeza

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Alfredo Di Bernardo. Foto: Flavio Raina

 

Por Carlos Roberto Morán

“Crónicas del Hombre Alto”, de Alfredo Di Bernardo. Palabrava (en distribución con El Litoral). Santa Fe, 2013.

Desde hace casi una década el santafesino Alfredo Di Bernardo mantiene un blog, “Crónicas del Hombre Alto”, en el que ha ido acumulando textos que combinan observación cotidiana y literatura, así como aquello que provee la memoria. El blog ha superado los diez mil lectores (de diversas partes del mundo) y ahora cuarenta de esas crónicas, luego de una rigurosa selección, integran el libro del mismo título que los días martes se vende con El Litoral. Se trata de una nueva publicación de la editorial local Palabrava, que de ese modo prosigue con su propósito de difundir a autores de la región.

En cuanto al flamante libro, si bien Di Bernardo las denomina “crónicas”, sus trabajos son de difícil calificación, dado que el “cronista” no ha olvidado totalmente al autor de ficciones, de manera que aunque prevalece la “realidad” cada tanto ésta se muestra aderezada por la imaginación.

En sus textos, el “Hombre Alto” nos habla de cuestiones muy disímiles, y así podemos conocer sus recuerdos de tecladista de un conjunto musical (“Paralelo 31”) o sus fervores futboleros (fanático de Colón; rojiblancos abstenerse). En otro momento, nos contará lo que le ha significado un reencuentro con viejos compañeros de escuela, pero también la experiencia de haber observado detenidamente cómo un pajarito intentaba encontrar al “otro” que veía reflejado en un vidrio.

Como se dijo, las crónicas de Di Bernardo abordan un amplio temario y por lo tanto es obviamente difícil (y quizás inútil) tratar de sintetizarlas en una sola definición. Aunque, en este texto corresponde hablar de la melancolía como nota recurrente.

El diccionario la define como “una tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente”, ella en el libro no lleva a la pesadumbre. Es sí un recuerdo por lo perdido, pero un recuerdo amable, cálido, en el que el lector encuentra refugio.

Al referirse al porqué de estas crónicas, Alfredo nos ha dicho: “En algún momento, sentí la necesidad de acortar camino y hablar de la realidad sin tener que esconder mi voz detrás de personajes inventados. De esa necesidad, surgieron los textos del blog a los que con cierta liviandad, confieso- bauticé “crónicas”, aun a sabiendas de que muchos de ellos escapan a los límites de ese género”.

Y escapan, por cierto, como ocurre cuando nos cuenta cómo, desde niño, ha sido su relación con las palabras. Ellas, nos dice, lo han ayudado “a entender mejor los mundos reales y a disfrutar los imaginarios” y que con el correr del tiempo ha sabido de “su intrínseca ambivalencia” y también de “su frecuente ineficacia para que nos entendamos con otros”.

En otro momento del libro, habla extensamente sobre la que llama “Generación Bidú”, así denominada por la cordobesa María Rosa Grotti, en referencia a la juventud de la época (años ‘80 del siglo pasado). Juventud dice Di Bernardo- en la treintena, “evocaba la década anterior y contemplaba, con horror y melancolía, los restos del sueño naufragado”.

En cuanto a si con estas crónicas debemos considerar concluido su tiempo de autor, volcado centralmente a la ficción fantástica, Di Bernardo hace suyas expresiones de Cortázar: “Hay que ser precavidos respecto de las ‘etapas’ de un escritor”. Vale decir, no caben acá las divisiones tajantes, dado que los vasos comunicantes entre crónica e imaginación, felizmente, se mantienen.

En ambos casos, en ambas vertientes, Alfredo demuestra su versatilidad. En contratapa se señala, con acierto, que en estos textos el autor nos muestra un mundo cargado de extrañeza. Un mundo, agregamos, que vale la pena conocer.