Mesa de café

Periodistas sicarios

Remo Erdosain

—El señor Parrili calificó a Lanata de sicario mediático -exclama Abel.

—Qué hombre considerado y elegante -comenta Marcial.

José, acaba de llegar y escucha el comentario de Marcial.

—¿De quién están hablando? -pregunta.

—Adivina adivinador -dice Marcial con tono juguetón pero sobrio.

—No tengo manera de adivinarlo, pero conociendo el paño seguro que le están sacando el cuero al gobierno.

—Cuando tenés razón, tenes razón -señalo, mientras lo llamo a Quito para que recoja los pedidos.

—No me digan que ahora lo están defendiendo a Lanata -se inquieta José.

—Otra vez acertaste -expresa Marcial.

—Pero ustedes no tienen bandera. Es un periodista a sueldo de Clarín.

—No es un periodista -corrige Abel- es un sicario mediático, por lo menos eso es lo que ustedes dicen.

—Pónganle el nombre que quiera, pero lo que hace no tiene nada que ver con la objetividad.

—¿Y desde cuándo un periodista tiene que ser objetivo? -pregunta Marcial.

—Si no es así -reacciona José-, no se quejen del periodismo militante que nosotros defendemos.

—No no quejamos -sostiene Marcial-, lo padecemos y nos limitamos a recoger el guante.

—Lo que no entiendo -digo- o por lo menos me cuesta entender, es cómo funciona la lógica de ustedes. Lo acusan a Lanata y a los periodistas que los critican de cumplir órdenes de sus amos y en realidad los que cumplen órdenes de sus amos al pie de la letra son los periodistas oficialistas, quienes no están autorizados a apartarse una coma del discurso oficial.

—Tampoco Morales Solá, Nelson Castro o Jorge Lanata pueden apartarse de lo que le dicen sus patrones.

—Puede ser -admito- pero una cosa son los patrones de una empresa y otra muy diferente es cuando el Estado se propone ser patrón y comportarse como un capanga.

—No sé cuál es la diferencia.

—Es una diferencia de proporciones -explico-, además prefiero que los periodistas se equivoquen criticando al poder a que se equivoquen porque son súbditos del poder.

—No nos vayamos por las ramas y vamos a los bifes -exclama José- el señor Lanata acusa a la compañera presidente de haber llevado plata a un paraíso fiscal, a las islas Seychelles en este caso. Eso y ser un sicario es más o menos lo mismo.

—Yo vi el programa -acota Marcial con expresión circunspecta- y en ningún momento Lanata dijo que tu querida compañera llevó plata.

—¿Y qué fue lo que dijo?

—Que en el vuelo Hanoi-Buenos Aires había una sugestiva escala en el aeropuerto de las Seychelles, casualmente un encantador paraíso fiscal donde operan algunas financieras conectadas con este otro militante de la causa nacional y popular que se llama Lázaro Báez.

—Es más o menos lo mismo.

—No es lo mismo, ni jurídicamente ni periodísticamente es lo mismo.

—La mala leche que el Gordo Lanata tiene contra nuestro gobierno no la puede disimular.

—Ustedes juegan al carnaval con nafta y después se quejan cuando los salpican algunas chispas -dice Abel.

—Digan lo que quieran, pero admitan que es un abuso y una falta de respeto acusarla a la presidente de loca, como lo hizo Nelson Castro el otro día.

—No la acusó de loca, le advirtió sobre el peligro del síndrome de Hubris.

—Lo que también viene a ser más o menos lo mismo.

—Según se mire.

—Es más -puntualizo- en homenaje a la objetividad creo que todo presidente, toda persona dotada de una excesiva cuota de poder corre el riesgo de adquirir el síndrome de Hubris. Vale para los políticos, pero vale para las estrellas del espectáculo o del deporte y para toda persona cuya tarea la conduce necesariamente a exacerbar su narcisismo.

—Digan lo que quieran -se enoja José- pero la compañera está más que nunca en sus cabales, y desde ya les aseguro que cuando se vaya la van a extrañar.

—No estés tan seguro -responde Marcial en voz baja.

—Ya me parece importante -enfatiza Abel- que empiecen a admitir que alguna vez tiene que irse. Hasta hace una semana hablaban de Cristina eterna.

—Ahora la compañera Conti ha dicho que lo que hay es un proyecto eterno.

—Lo cual me parece otra barbaridad -apunto-, las personas cambian, los países cambian y los proyectos también cambian.

—Hasta el Papa cambia -reconoce Marcial- pero los peronistas se jactan de seguir siendo idénticos a sí mismos, afirmación que, pensándola bien, puedo llegar a compartir.

—No es para tanto -señalo- fijate que quien va a derrotar a la señora es otro peronista.

—Lo cual me preocupa y me preocupa mucho -admite Marcial.

—¿Y se puede saber por qué ahora te molesta Massa?

—Porque es lo mismo, porque pertenece al mismo paño que dice criticar.

—Yo diría al mismo rebaño -desliza Marcial.

—Sin embargo -observo- Massa se diferencia muy bien de la señora.

—Como Kirchner se diferenciaba muy bien de Menem -recuerda Marcial-, pero en lo que no hay diferencias es en la manera de manejar el poder.

—No es tan así -insisto- Massa habla de defender el pluralismo, de respetar las libertades.

—Esas son cosas que se dicen -afirma Abel- porque queda lindo decirlas; lo que observo es que los que van a gobernar con Massa -si es que efectivamente este muchacho llega al poder- son los mismos que gobernaron con Menem y con Kirchner.

—Y que no te extrañe -agrega Marcial- que la nueva Cristina se llame Malena, Malena Galmarini.

—Tiene derecho -asegura José.

—Como lo tenía Evita, como lo tenía Isabel, como lo tenía Zulema, como lo tenía Chiche con sus manzaneras y como lo tiene ahora Cristina.

—No me digas que estás en contra de la participación de la mujer en política.

—De lo que estoy en contra es de la concepción hereditaria del poder.

—Me parece que nos fuimos lejos -digo- recién se celebraron las primarias y faltan dos meses para votar los cargos legislativos.

-Vos sabés muy bien -resalta Abel- que en estas elecciones las cosas se han polarizado de tal manera que la gente no vota cargos legislativos.

—¿Y que vota entonces?

—Vota a favor o en contra de la señora.

—En eso no te falta razón -reconoce José-, los compañeros en provincia de Buenos Aires no lo votaron a Insaurralde por la linda cara que tiene, sino porque cuenta con el apoyo incondicional de nuestra jefa.

—De lo que se deduce -observa Marcial- que quien resultó derrotada fue la señora.

—La última palabra todavía no está dicha.

—Te juego un asado, para toda la mesa, en la parrilla más cara de la ciudad que en octubre Massa le saca más diferencia a Insaurralde.

—Jugado -consiente José.

—Mirá que la carne, gracias a las gestiones del compañero Guillermo Moreno, está cara -advierte Abel.

—Nosotros corregimos dos o tres errores de comunicación y le ganamos por paliza al gorila de Massa.

—Ahora le dicen gorila, antes era compañero.

—No te hagás problema -subraya Marcial- que cuando Massa gane los que ahora le dicen gorila van a volver a decirle compañero.

—No comparto -exclama José.

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