Llgan Cartas

La impunidad de la corrupción

Señores directores: ha muerto una niña. Ocurrió en Alto Verde. La niña fue víctima de la violencia. Su noviecito, otro niño, la mató. La violencia de una sociedad crispada armó a un niño para que matara a su novia. Hoy vivimos en una sociedad crispada. Crispada por gobernantes corruptos, que se ufanan de su impunidad. Una sociedad crispada porque ve cómo sus impuestos son malgastados en obras licitadas con exorbitantes sobreprecios. Crispada porque mientras sus magros sueldos se diluyen en el supermercado, ve cómo sus gobernantes gozan de lujosas vacaciones en los hoteles más caros del mundo. Crispados porque mientras los jubilados ganan 2 mil miserables pesos, la plata del Anses se va para otros fines.

Crispada por que sus sueldos no tienen ni punto de comparación con el que gana cualquier funcionario político. Crispada por aumentos desmesurados de los servicios ineficientes. Crispada porque no puede cantarle “cuatro frescas” en la cara ni a los que les imponen los aumentos ni a los que vacacionan con el producto de sus “exitosas profesiones”, ni a los que sacan la plata del Anses. Crispada porque no puede agarrar a trompadas al Sr. Telecom, ni al Sr. EPE, ni siquiera al Sr. Assa.

Pero son personas sin rostro. Con ellos no se puede ni siquiera hablar.

Entonces esa sociedad crispada se torna cada vez más violenta. Y esa violencia se descarga contra los seres más cercanos, que hasta pueden llegar a ser los más queridos. Una esposa, un hermano, un hijo, o la noviecita.

La impunidad de la corrupción es responsable de la crispación de la sociedad.

La impunidad de la corrupción es responsable de tamaña violencia.

La impunidad de la corrupción es responsable de la muerte de esta niña.

María Laura, pequeña niña, descansa en paz. En la Casa del Padre no hay corrupción, ni crispación ni violencia.

Orlando Agustín Gauna Bracamonte

DNI. Nº 6.255.319