En el marco del programa Querer, Creer, Crear

Historias del norte, plasmadas en las paredes

Como una oportunidad de expresión colectiva y trabajo común, pintaron 9 murales en Tacuarendí, Villa Ana, Villa Ocampo, Las Toscas, Villa Guillermina, San Antonio, El Rabón, Florencia y El Sombrerito.

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En estas obras, los habitantes del norte santafesino quisieron contar sus sueños y retratar parte de su realidad. Fotos: Información Pública

 

De la redacción de El Litoral

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El programa Querer, Creer, Crear celebrado en Villa Ocampo -en cuyo marco artistas, artesanos y microemprendedores mostraron lo suyo- generó la idea de pintar murales en las localidades de la microrregión como una oportunidad de expresión colectiva y trabajo común. El resultado fueron nueve murales ya concluidos en Tacuarendí, Villa Ana, Villa Ocampo, Las Toscas, Villa Guillermina, San Antonio, El Rabón, Florencia y El Sombrerito.

Para comenzar con estos trabajos, Lisandro Urteaga, 42 años; y Giselle Rosso Barrientos, de 27, muralistas y delegados en Santa Fe del Movimiento Internacional Ítalo Grassi fueron los encargados de guiar y proponer la realización de una obra monumental para retratar una realidad, un sueño y contar una historia.

Al respecto, Alejandro Tejeda, secretario de Programación Sociocultural y Educativa del Ministerio de Innovación y Cultura comentó: “Trepados a los andamios, subidos a escaleras, o desde el piso mismo, con un pincel en la mano, entre diez y doce personas trabajaron frente a un muro y pintaron un mural. Es una experiencia nueva para casi todos ellos, excepto para dos, Lisandro y Giselle, muralistas formados y con experiencia, que hicieron de guías, maestros y facilitadores de la tarea. El paisaje del lugar se completó con otras decenas de personas que miraban. Algunos de cerca, otros alejándose para tener mejor perspectiva y observar cómo ese muro se iba modificando’’.

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Con orgullo, los artistas de este mural posaron para las cámaras de los medios masivos.

“Un antes y un después’’

Alicia Romano tiene 44 años, es docente, vive en Villa Ana y fue una de las tantas que pintó el mural de su pueblo, en una de las paredes gigantes de la ex fábrica Forestal. El mural reproduce, según palabras de Alicia, “un antes y un después del pueblo”. Para los habitantes de este pueblo, no hay dudas sobre cuál es el hecho que marca ese límite: en pleno siglo XX, la partida del lugar de la empresa La Forestal, y desde entonces la ausencia de las industrias forestales.

En este sentido, Alicia relata: “Imaginamos un mural que hablara de un antes y un después del pueblo desde que se fue La Forestal. Hay una parte del mural que muestra hacheros, leños apilados, bueyes tirando de un carro cargado, la casilla por donde pasaba el tren. Y todo eso lleva a un camino, que desemboca en el después, el hoy, donde están los juegos deportivos, las plantas y cultivos de la zona, los árboles”.

Para Alicia, esta experiencia fue muy enriquecedora. “Me di cuenta de que todos servíamos, los que sabíamos y los que no. Lo más productivo fue el trabajo mancomunado”.

A su turno, Martín Luque (35 años), comerciante de Villa Ocampo, comentó que si bien siempre le gustó el dibujo y la pintura, “nunca había pintado un mural hasta que un día escuché por radio que abrían una convocatoria para pintar murales. Y ahí fui; me gustó mucho la metodología, la idea en común: todo entre todos. Hicimos dos reuniones y enseguida de ahí salió algo”.

Al referirse al mural de Villa Ocampo, Martín manifestó que aquí se refleja auténticamente “todo el quilombo que es nuestra historia: alegría, futuro, patriotismo, música, el río”. El mural está en pleno centro de Villa Ocampo, sobre la avenida principal, enfrente de una de las dos grandes plazas de la ciudad. “Hasta hubo muchos niños también que llegaron para dar su pincelazo. La experiencia fue excelente e inolvidable, y cuando estás ahí en el muro pintando te olvidás de todo, eso también estuvo bueno”, rememoró Martín Luque sobre sus días recientes con el pincel en la mano.

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Un medio de expresión

Por su parte, Rubén Darío Ramírez, de 61 años, empleado municipal de El Rabón, se asombró de que el gobierno de Santa Fe se acuerde de los que vivimos en el norte y nos dé la posibilidad de expresar de esta manera qué somos, quiénes somos y plasmar de alguna manera nuestra historia en la pared’’. Allí el mural está pintado sobre una de las grandes paredes de la escuela del pueblo, a 200 metros de la Ruta 11, que atraviesa la localidad. Fue una experiencia insólita y magnífica para todos los rabonenses, pues para esto se sumaron también con su apoyo la comuna y la escuela, sin distinción de banderías políticas. Yo soy amante de estas cosas. Yo organicé mi familia en este pueblo y mis cuatro hijos nacieron aquí”.

Ramírez dice que la historia de El Rabón no fue aún escrita y que merece estarlo, cuenta que fueron los mismos colonizadores que en 1880 habían fundado Las Toscas los que, un año después, hicieron lo propio con su pueblo. Y apunta que según sus investigaciones esa gente, cuando llegó al lugar, encontró una numerosa población aborigen, entre la cual, había un caballo con la cola cortada: el rabón. Y dice también Ramírez que todo esto del mural ha venido a reflotarle las ganas de editar su libro sobre la historia de su terruño.

Éstas tan sólo son algunas de las historias del Querer, Creer, Crear. Es que los nueve murales de Florencia, El Sombrerito, Tacuarendí, Las Toscas, Villa Guillermina, San Antonio, El Rabón, Villa Ana y Villa Ocampo dicen más de lo que muestran, ya que “lo que ocultan sus dibujos y pinturas es el misterio del trabajo mancomunado y el tiempo compartido’’.

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