Crónica política

La agonía de la farsa

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Rogelio Alaniz

“Cuando manyés que a tu lado se prueban la ropa que vas a dejar”. Enrique Santos Discépolo

El 11 de agosto no se eligieron candidatos internos y el 27 de octubre no se elegirán diputados o senadores. En todos los casos, lo que se decide en las urnas no está en 2013 sino en 2015. Formalmente Massa compitió contra Insaurralde, pero en la realidad todos sabemos que compitió contra la señora. El intendente de Lomas de Zamora es un pretexto, una excusa, una soberana insignificancia colocada en ese lugar para resaltar el significado de Ella. Si por esos azares del destino hubiera ganado en agosto, la victoria hubiera sido de la señora, no de él. Como perdió, la derrota tampoco le pertenece. ¿Y si no le pertenece a él, a quién le pertenecerá? Muy bien, acertaron.

No está bien que en un país se convoque a votar por una cosa, pero lo que se decida sea otra. Que se llame a votar por Insaurralde, cuando en realidad se está votando por Ella. Que se le diga a la gente que hay que elegir diputados para 2013, cuando están eligiendo candidatos para 2015. En un país donde el Poder Legislativo importa, en octubre debería debatirse acerca de la calidad de los legisladores y no sobre la de los futuros candidatos presidenciales. En un país serio no se saltean las exigencias institucionales del presente para atender las supuestas urgencias del futuro.

En elecciones convocadas para dirimir candidatos internos gracias a una ley que el oficialismo reivindica como propia, lo que predominó fue la cultura del dedo. Ni deliberación, ni democracia interna, ni construcción popular desde las bases. Dedo. Dedo de la señora, y sometimiento. En la Argentina del dulce de leche, la birome y la avenida más ancha del mundo, hemos sumado una singular originalidad a la cultura universal: elecciones en las que no se elige a nadie.

¿Quién es el responsable de esa aceleración de los tiempos, de este desplazamiento hacia el futuro, de esta suerte de histeria cronológica? ¿quién es el responsable de esta práctica descarnada del poder, de esta concepción brutal de la política donde el poder pareciera un trofeo, un fetiche, una presa de caza que se disputa brutalmente en nombre de un realismo primitivo y desencajado? No hace falta dar nombres, porque todos lo sabemos y el buen gusto y el correcto estilo prohíbe decir lo obvio.

El oficialismo se cocina en su propia salsa. Miente y marca las cartas, pero como el famoso tahúr que se trampeaba a sí mismo, pierde la partida. Ni la Antártida ni Bariloche alcanzan para disimular lo evidente. La señora ha iniciado su cuenta regresiva, algo previsible en un gobierno democrático, pero catastrófico para quien se supone elegida por Dios o por el Destino.

El olor agrio y fétido de la derrota recorre los pasillos fantasmales del oficialismo. Ningún argumento leguleyo puede eludir esta sensación de caída, de fin de fiesta. Un gobierno que siempre jugó al todo o nada, ahora empieza a conocer el sabor apelmazado de la nada. Un gobierno que siempre se quiso llevar todo por delante, ahora descubre que “adelante” es un lugar ocupado por otros.

El imperativo en estas elecciones era ganar, ganar a toda costa. Como sea y contra quien sea. No lo lograron. En 2009 podían perder una elección porque aún quedaba resto, aún tenían cartas en la manga. Y aún el azar podía intervenir en la partida transformando a la señora en una viuda trágica. Ahora la varita del mago se ha quebrado y en la galera no hay más conejos.

Los voceros oficiales niegan haber sido derrotados, pero admiten -hasta Diana Conti lo admite- que la reelección indefinida no será posible. Eso y confesar ante escribano público que perdieron, es lo mismo. Sin reelección indefinida, el kircherismo está liquidado. Ahora sólo queda prepararse para abandonar el escenario. Algunos ya lo están haciendo, otros lo piensan pero todavía no se deciden, los más leales acompañarán el féretro hasta la puerta del cementerio y después se encargarán de buscar a alguien a quien adular. No son traidores ni renegados; son leales a una tradición y a una causa que les enseñó que el pueblo nunca se equivoca y, por lo tanto, hay que estar siempre del lado del ganador.

La señora fue derrotada de una vez y para siempre en 2013. En 2015 habrá otros candidatos, se jugarán otros destinos, pero el kirchnerismo estará ausente, porque no hay kirchnerismo sin los Kirchner, como no hubo menemismo sin Menem. Y no lo hay, porque son los Kirchner los que trabajaron y trajinaron para que así sea. El proyecto nacional y popular empezaba y terminaba con ellos. El relato ingresó en su última página y, como en la profecía de T. S. Eliot, el fin concluye no con un estallido sino con un suspiro o un sollozo.

El peronismo por su parte sobrevivirá al kirchnerismo como sobrevivió al menemismo. “Sobrevivirá” tal vez no sea la palabra adecuada, porque muy bien podría pensarse que en realidad el peronismo se nutrió a lo largo de todos estos años de estas experiencias. O que el peronismo es efectivamente la causa y la consecuencia de todas estas experiencias, de todos estos “ismos” que intentarán proyectarse hacia el futuro, porque, tal como lo demuestran los hechos, no hay peronismo sin un caudillo alrededor del cual se reporta su amplia y leal platea.

El próximo “ismo” se construirá alrededor de Scioli, Massa, Capitanich o el que sea. En este nuevo ciclo, los candidatos se esforzarán por demostrarle a la opinión pública que va a hacer exactamente lo opuesto a los Kirchner, aunque para ello contarán con la colaboración desinteresada y eficaz de los abanderados de la antigua causa devenidos en furiosos militantes del nuevo evangelio.

Mientras tanto, los peronistas aprovecharán el tiempo que falta para tomar lecciones por correspondencia sobre pluralismo, tolerancia, decencia pública y respeto a la ley. Si los privatizadores de ayer fueron los estatistas de hoy o los indultadores de asesinos de los noventa fueron los juzgadores actuales, sin que por ello se les moviera un pelo, en esta etapa poco y nada les costará lucir con luminosa sonrisa las sencillas y algo desteñidas vestimentas de la democracia republicana.

Jorge Yoma predijo que si la señora no cambia, no llega a 2015. Ojalá se equivoque. Sin embargo, como el alacrán de la fábula, no creo que la señora cambie, y me cuesta mucho imaginarla entregando la banda presidencial a otro presidente electo. Así y todo, no sé cómo ni de qué manera, pero la señora debe llegar a 2015. El poder que ganó y retuvo atropellando todas las reglas de la democracia, lo debe perder acatando la ley máxima de la democracia: la alternancia pacífica del poder, la periodicidad de los mandatos, el respeto a las normas del Estado de derecho. La gran lección republicana de 2015 se producirá cuando la Constitución la destituya a Ella. Ni conspiraciones militares ni intrigas mediáticas, la perfecta maniobra destituyente la deben dar las leyes.

El populismo debe ser derrotado por el pueblo. La señora en 2015 debe entregar el poder y volverse a su casa. No sé cual será su domicilio, no sé si será Río Gallegos, El Calafate o Puerto Madero, pero es importante que la dirección se conozca, y en particular que la conozcan los jueces. Después de todo, no es justo que en la agenda de sus señorías sólo estén registradas las direcciones de Ricardo Jaime, Lázaro Báez y Amado Boudou.

Conclusiones para melancólicos de fin de siglo. Diez años de menemismo y diez años de kirchnerismo. Del grotesco a la farsa, del cinismo a la hipocresía, de las relaciones carnales con Bush a las relaciones carnales con Chávez; del cesarismo riojano al cesarismo santacruceño. Diez más diez son veinte. Veinte años de nuestras vidas sometidas a gobiernos que la historia no absolverá, a regímenes populistas, incompetentes y corruptos. Pobre de nosotros y pobre la Argentina, tan lejos de Dios y tan cerca del peronismo.


El oficialismo se cocina en su propia salsa. Miente y marca las cartas, pero como el famoso tahúr que se trampeaba a sí mismo, pierde la partida.