RELATOS NO-LINEALES: ¿MODA, COSTUMBRE, IMPOSICIÓN?

Gestos y hallazgos alrededor de una línea

Estanislao Giménez Corte

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I

Ahora los sujetos, ahora los dispositivos, ahora las historias se atropellan, pletóricos en la declamación, para decirse, para definirse, para autoproclamarse ‘no-lineales’. Todo es no-lineal. Una marca de época de las cosas y las gentes, una suerte de rasgo de identidad del que jactarse o un guiño de pertenencia amerita y anima esta ¿moda? Así, son ‘no-lineales’ las tecnologías de la información con sus esquemas ‘arbóreos’ y sus enlaces de contenido abierto. Lo son las lecturas un tanto nómadas que hacemos en los portales de noticias y en cualquier página web a la mano, ofrecidos éstos a recorridos aleatorios como quien invita a alguien a internarse en un laberinto. Lo son los propios soportes, claro. Lo es de alguna forma (fragmentada, como de concentración superficial y leve) nuestra propia mirada sobre la oferta cultural, nuestros modos de leer y de ver, como si una impronta de video-juego se hubiera impuesto en el cine, en los sitios y, en menor medida por lógica, también se moviera ahora hacia los medios impresos. Pareciese, entonces, que la propia navegación en internet auspiciara un compromiso de fácil revisión sin detenerse en ningún lado. Como si todo se explicara, o se redujera, o se concentrara, en el impacto visual y en el recorrido, en un vagar curioso pero no muy atento, en una necesidad vouyerista de verlo todo pero sin saber para qué.

II

Ahora los autores de cómics, los creadores de novelas muy anunciadamente posmodernas, los creadores de video-clips (creo que este término no existe más), absortos en la pronunciación de la fórmula, se declaran, satisfechos, ‘no lineales’. Todo ello es deslumbrante e impactante, y muy interesante por cierto, pero nos atrevemos tímidamente, frente a esta ola que arrastra con todo, a incluir una pequeña nota a pie: como sucede en muchas películas que son ‘efecto puro’ (un frenético encadenamiento de impactos visuales) algunos productos culturales pareciesen correr el riesgo de ser, meramente, ya una alteración del orden narrativo, ya un eslabonamiento de soberbias piezas visuales. Eso. Y nada más. A consecuencia, famélicos de guión, vacíos de contenido, flacos ante un relato que apenas los soporta (o que no existe como tal), éstos apenas consiguen enfatizar un movimiento (aquél) y un despliegue de tonos (aquél), pero detrás de esa forma ¿qué hay, verdaderamente? y, más aún ¿qué cosas no hay?

Podría decirse, así las cosas, que no basta con el gesto pretendidamente innovador para cuestionar una estructura tradicional -lo lineal-. La demolición de lo anterior es interesante, suponemos, en la medida en que ello dé lugar a ‘algo’. Muchos productos parecieran ser eso: un gesto. Un gesto un poco pedante o inconsciente pero que en el fondo pareciera ser no más que énfasis, sólo artificio, apenas efecto. Un gesto como el de algunas vanguardias que fueron, después de su gesto de inicio, débiles repeticiones de algo que alguna vez fue nuevo.

III

Ahora todo es bella y tranquilizadoramente ‘no-lineal’. Lo repetimos (respetuosamente) como al dogma de época. Pero cada tanto alguien que viene de afuera, alguien con cierto funcionamiento analógico, osa manifestar esta pequeña molestia con lo aceptado a todas luces: la misma resistencia que sucede cuando escuchamos a cansados comentaristas decir que todo es ‘posmoderno’, o que todo es ‘global’, o que todo es ‘virtual’ (y ahora, que todo se ‘viraliza’). Como si el uso abusivo de los términos determinara su significado, como si al decir muchas veces una palabra ésta adquiriera su significado por ósmosis. En última instancia, como se postula desde determinada perspectiva académica, se trata de ‘relatos’. Y aquí nos detenemos porque ¿qué podemos decir de los relatos y de la supuesta, difundida, pero algo confusa, tendencia a lo no-lineal? Primeramente esto: el avance tecnológico en materia de soportes ‘meta’ -o dispositivos capaces de trabajar con texto, sonido, video- de alguna forma determina o decide que los relatos que éste transmita sean de naturaleza no-lineal por una cuestión de sentido común: la enorme posibilidad de incluir diversos lenguajes ‘hacen’ que este discurso se fragmente en diversas piezas y modos de contar que no siguen la lógica tradicional del texto. Lo que podríamos llamar el “orden del tiempo del relato”, así, se fragmenta y dispersa, o es completado por la propia tendencia a que éste trascienda los límites de ‘lo decible’ por medio de una de las alternativas: texto, fotografía, video, gráficos, etc.

La pregunta que cabría hacer entonces es: ¿el relato es no-lineal por su propia configuración o porque su difusión en un soporte multimedia no le deja otra opción? Aquí, creemos, se generan no pocas confusiones. Porque en ciertos casos de usos de determinados dispositivos, todos los relatos son, por deffault, no-lineales. Otra cosa es la organización específica del relato atendiendo a una estructura que incluya diversas temporalidades y que apele ‘desde allí’, a la multiplicidad de soportes. Ahora, las derivas del relato en sí (notas a pie, gráficos, video, galería de fotos) ¿modifican ‘esencialmente’ su naturaleza, o no? Insisto, que sea lineal o deje de serlo, ¿depende de una decisión específica del autor o de la naturaleza del soporte? Ahora, ¿desde dónde, desde qué llano es posible postular esto? Una respuesta es: desde el texto. Desde el texto desnudo.

IV

Textos entonces, despojados de cualquier cosa que no sea un papel y unas grafías. Textos impresos en páginas convencionales, carentes de dispositivo tecnológico alguno. Textos solos. Bien: la primera tentación es decir que un texto académico cualquiera, con citas de autoridad aquí y citas intertextuales allá, es un texto no-lineal ¿lo es? Es, en todo caso, un texto caracterizado por pausas y referencias que permiten abrir las posibilidades de recorridos pero en otros textos. ¿Eso lo hace, per se, no-lineal? Será en todo caso un texto con una lógica discursiva sometido a digresiones. Ahora, como sinónimo de no-linealidad habitualmente se postula la característica de hipertextualidad: ¿son acaso la misma cosa, una, avalada por la posibilidad técnica; la otra, como idea? El caso que mejor cuadra, parece, en los casos de la literatura de las últimas décadas, es ‘Rayuela‘, de Cortázar. Pero nosotros apenas estamos de acuerdo con ello, porque este libro es esencialmente un libro convencional al que el autor, lúdicamente, y filosóficamente (recordar la frase de Virginia Woolf ‘hay que poner todo en la novela’) incluyó las referencias numéricas que llevan a los ‘Capítulos Prescindibles’, en un ida y vuelta que en lo esencial no cambia nada. Porque en tanto que ‘prescindibles’, y en tanto que éstos son reflexiones cuasi filosóficas sobre el trabajo del autor, la novela incorpora ello como ‘novedad’ o curiosidad. Muchos ‘cortazarianos’ me van a amonestar por esto. Creemos, sí, que es mucho más interesante el caso del famoso libro de Calvino ‘Si una noche de invierno un viajero’. Aquí sí pareciera que la cuestión no-lineal está planteada de manera insuperable, en el plano específico de lo textual. Aquí la manipulación del “tiempo de la historia”, pero sobre todo los órdenes y la apertura a diversos textos dentro de un texto, se consuma con felicidad. Otras gentes entienden que es un antecedente de lo no-lineal ‘El jardín de senderos que se bifurcan’ (Borges) o la ‘Obra Abierta’ de Eco. En ambos casos habría que hacer observaciones pero a priori ninguna de las dos revestiría las características de las cuales hablamos. Uno es básicamente un relato de intriga. El otro, una suerte de experimento académico.


Muchos productos parecieran ser eso: un gesto. Un gesto un poco pedante o inconsciente pero que en el fondo pareciera ser no más que énfasis, sólo artificio, apenas efecto.